domingo, 25 de febrero de 2024

Jerusalém

Claras mañanas de esperanza henchidas, serenas tardes del vivir desnudo,
noches calladas de sosiego dulce, ¿cuál vuestra lengua?
Y luego... ¿qué? ¡no sé! Y eso, ¿qué importa?
[...]
¡Oh, no busquéis la letra, la que mata, lo que vida nos da, buscad espíritu! ¿qué ha querido decir?, prosigue... ¡déjalo! ¡busca lo íntimo!
[...]
Si os dejara en el alma un vago trémolo
y se abre el cielo, como el que baja de esa vieja torre, que a la oración nos llama, os dejaría mi alma toda.
Miguel de Unamuno, poesías completas 1907


Só se aprende quando as coisas tremem e as catástrofes podem assim ser vistas como avisos, como algo mais forte que não tem outra forma de ensinar a não ser assustar--nos. Trata-se de uma “pedagogia pela catástrofe” em que se acredita que “há conexões imperativas entre a desgraça e o entendimento” e “energias didácticas e transformadoras da opinião que irradiam das tragédias” […] Para aprender com os destroços é necessário estar no meio deles.[...]

Gonçalo.M.Tavares,Sobre a bruta aprendizagem”. In: Fundação Saramago (ed.). Palavras para José Saramago. Lisboa: Caminho, 2011

En su tetralogía El Reino, Gonçalo M. Tavares indaga en el comportamiento y las actitudes de los hombres sumidos en los abismos del mal. Su escritura construye una trama novelística que mezcla la ficción con el ensayo, para indagar en el hombre contaminado por la violencia en diversas experiencias límite. En Jerusalém, la tercera novela de la tetralogía, Tavares invita al lector a reflexionar sobre los límites de la razón y la locura, trazando paralelismos con la memoria de la Shoah. Como escritor posterior a Auschwitz, Tavares escribe para causar extrañeza e inquietar al lector: sólo a través de una escritura violenta, cruda y cuestionadora es posible narrar el horror, darse cuenta de la barbarie cometida y despertar las conciencias de las generaciones que no fueron testigos de la Shoah. Compuesta de capítulos cortos que exploran la fragmentación del tema en un estilo casi fílmico que evoca el cine del expresionismo alemán, la novela reflexiona sobre los tiempos oscuros de los seres inadaptados para evitar que se repita el horror de los campos de concentración. De acuerdo con el pensamiento de Sloterdijk, el texto de Jerusalén forma parte de la cultura del pánico, ya que puede entenderse desde la "enseñanza de la catástrofe: "sólo la enseñanza práctica de lo que es malo puede iniciar un giro hacia lo que es mejor" desde una narrativa que allana el camino a la experimentación entre el texto-fragmento y el ensayo. El texto de Jerusalén está escrito en un "estilo pánico", donde se expone el derrumbe de la esperanza y se revela la catástrofe del hombre desarraigado en un mundo negro y sin sentido: sólo se aprende cuando las cosas tiemblan y las catástrofes pueden verse así como advertencias, como algo más fuerte que no tiene otra forma de enseñar que asustarte. Se trata de una "pedagogía a través de la catástrofe" en la que se cree que "existen conexiones imperativas entre la desgracia y la comprensión" y "energías didácticas y transformadoras de opinión que irradian de las tragedias" [...] Para aprender de los escombros hay que estar en medio de ellos ( dice Tavares) aunque  el mensaje no afecte a Netanyahu y sus fanáticos sionistas que lo han olvidado todo excepto el fanatismo y la irracionalidad de la que provienen ( esto lo digo yo, no Tavares).
En los caminos que se cruzan el psiquiatra Theodor Busbeck, representante del discurso científico, y su esposa Mylia Busbeck, encerrada dentro y fuera de su esquizofrenia, hay una difusa intersección que nos implica y nos alienta a no permanecer neutrales ante el dolor del mundo. Aunque intentan experimentos para dar sentido a sus existencias, ambos personajes llevan la marca del movimiento de la caída, en un texto fragmentario que revela los fragmentos del ser.
Así, Jerusalén, además de  una obra  maestra, es una profunda reflexión sobre el mal que se extiende como una pulsión destructora, amparando los dispositivos disciplinarios del poder-saber que alienan. Partiendo de la pedagogía de la catástrofe de Sloterdijk y de la intertextualidad que articula la reescritura del campo de concentración nazi y de la Biblia, el texto cuestiona la evolución del horror y el enigma de la esquizofrenia de Mylia, que deconstruye los fundamentos de la psiquiatría, en la estela de Foucault. En forma de ensayo, la ficción se apoya en el pensamiento de Arendt para crear una conciencia crítica en el lector. La locura es la alegoría de la decadencia de los valores éticos y la lucidez de una demanda plural de sentido basada en la afirmación de la memoria creadora del pasado. Un pasado que los fanáticos sionistas, la OTAN y demás canallas han olvidado, o peor aún, han obviado para su propio derrumbre moral amparados en un delirio destructivo con el consentimiento y apoyo del resto de occidente. 
Al hilo de esto, se preguntaba Adorno cómo podríamos escribir después de Auschwitz, pues escribiendo que es gerundio, escribiendo sobre la sangre y el olvido de miles de civiles palestinos,  yemeníes, armenios y tantos y tantos otros olvidados , sobre los cadáveres de niños  esclavizados en las minas del Congo para sacar el  cobalto rojo con el que construir el soporte físico desde donde escribo, escribiendo para seguir denunciando una y mil veces el genocido allí donde se produzca,  financiado y silenciado por tanto hijo de la gran puta.
Jerusalén forma parte de la cultura del pánico en la medida en que surge como una lectura nihilista de una sociedad que ha experimentado las catástrofes de las guerras y los desastres degradantes de los campos de concentración: se sumerge en lo peor para desatar la voluntad de construir la ética de la lucidez. El lector se proyecta en la novela para interpretar el mal como un ácido lento que corroe la humanidad del sujeto, transformándolo en un ser escindido, empobrecido y perdido en el caos de la ciudad. Al indagar en la locura como alegoría de la decadencia de los valores éticos, el lector reescribe la memoria del pasado de la Shoah, impregnándola de su posicionamiento crítico y de su demanda plural de sentido.
La estructura narrativa de Jerusalén enseña al lector a convivir con la catástrofe que traza la memoria del horror, construyendo la imagen de un siglo XX desprovisto de valores trascendentales como Dios, la Verdad, la Justicia, el Bien y lo Bello. Se trata de enseñar a la gente a tomar conciencia crítica de la existencia del mal, que contamina el pensamiento humano y lo transforma en un ser reducido a la nada. En un estilo híbrido de escritura que absorbe la voz de la filosofía, Tavares plantea preguntas para inquietar al lector con el fin de explorar obscenidades, zonas de penumbra y manipular los materiales de los que se ha retirado la conciencia.
Como bien señala Miguel Real, el "proyecto de ficción de Tavares construye una filosofía de la nada: ninguna acción colectiva o individual, ninguna palabra colectiva o individual es capaz de llenar, si no ilusoria y efímeramente, el vacío de lo absoluto que se ha instaurado en el corazón del hombre en estos momentos terminales de una civilización que, habiendo conocido el paraíso de la creencia inocente, se ofrece ahora el infierno de una aceleración histórica tan hecha de un presente fugaz como de un futuro sin sentido".

Let's be careful out there 



miércoles, 21 de febrero de 2024

Enciende otra cerilla, comienza de nuevo

No te quedes inmóvil
 al borde del camino 
no congeles el júbilo 
no quieras con desgana
no te salves ahora 
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
 pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvilal borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.

Mario Benedetti, No te salves

Todo este ajetreo de bicicletas, protegido por ese centinela desprendido de mi sombra que cuida de mi soledad y vigila mis flancos,  permitiéndome llegar hasta tí, hasta éste o aquel ir y venir de silencios en los que, exhausto y lúcido, me encuentro con la soledad absoluta en un paisaje aunque no siempre desconocido, siempre renovado, en el claro de un robledal, en la orilla de un río, o entre matorrales, esperando a veces, a que se ponga el sol sobre tal o cual colina, o amaine el viento que me entra de lado, o me embista de frente como tú, ahora, aquí. Un arrebatado afán de reencontrarme a mí mismo sin interferencias, como tú, ahora, aquí.
A veces resulta difícil  indagar de dónde viene, o de qué sombra sale esta necesidad de estar completamente solo y lejos, muy lejos, de la ciudad, lejos de ti. La necesidad de soledad, de huir hacia adentro. ¿Cómo explicar este deseo de  escuchar en silencio y a solas una música que brota de mi interior y a la que necesito dar forma para continuar? ¿Cómo dar forma a esta música de palabras que llevo dentro de mí? ¿Como ignorar todos los libros próximos a mi infancia, los de Salgari, Verne, Twain, o los posteriores, los que ya están presentes en los últimos días de la adolescencia?...
Por eso, acaso la memoria me lleva de nuevo, como tú, como a tí, esperando mi salida, a las estanterías de la antigua biblioteca municipal de la Calle San Marcos, y mis ojos se clavan en libros concretos que no extraigo de ninguno de sus anaqueles pero de los que recuerdo algunas de sus cubiertas pues marcaron vivamente aquella etapa en la que, incluso comiendo, me quitabas algun libro de las manos, o me apagabas la luz de la mesilla de noche para que me durmiese de una vez, tantos libros para sacar notas tan malas, abocándome a la compañía del pequeño transistor del que oculta entre las sábanas brotaba 
 la parsimoniosa voz de Jesús Quintero. 
Estoy pensando, sobre todo, en lecturas como las de Platón, Nietzsche, Quevedo, Agatha Chirstie, Dante, Conan Doyle.. ¿Cómo olvidar el primer  Hölderlin, o el último Cunqueiro?. Esquivo a tiempo el cruce de un gato asustado que se planta ante mi  y se ovilla, desconocedor de  la suerte que hemos tenido ambos de no estamparnos, desatento al asfalto  mientras mis ojos fijaban mi primera biblioteca, con los libros de memorias; o con los muy cercanos a este género (como las napoleónicas Memorias de Santa Elena, las Memorias de Tolstói o las Conversaciones con Goethe, de Eckermann). ¿O, cómo olvidar los dos Viajes a Italia que hicieron y escribieron Montaigne y el mismo Goethe?, los articulos de Camilo José Cela en el diario el País bajo el título de " El asno de Buridán" que bajo aquella bisoñez representaban auténticos tratados,  lecturas con contenido que repartían junto con el "país semanal"  y los partidos de baloncesto las horas de los fines de semana de mi temprana juventud, las  viejas ediciones destartaladas de los Ensayos de Emerson y de Montaigne, y  el hojeo frenético de las  las hojas del  Playboy. También  cayeron en mis manos algunos libros de Freud, pero abandoné su lectura pues  su anonadamiento afectaba mucho, mi ánimo inquieto en flagrante oposición a Adorno y  a la escuela de Frankfurt que operaban como un pasapuré de la realidad para desafirmarme. Luego, he sido más jungiano que freudiano, aunque ambos han envejecido de forma desigual en mi memoria. Por eso ahora, ante el fluir de este caudaloso río que desciende, sueño con reunirme contigo allá en lo recóndito. Por eso es baladí intentar explicar lo inexplicable y acaso sólo nos quede, que no es poco, la inmensa desgarradura" de jugar los naipes que nos sirven" desde aquel lugar lugar ontológico fundamentante, desde el ser-en-el-mundo previo a la escisión entre conciencia y facticidad, desde aquel primer existencial del Dasein, desde aquella atalaya heideggeriana en la todo puede volver a ser reconstruido. 
 Ahora, extiendo el brazo , cojo de mi biblioteca " un rostro mañana",  y copio un breve ejemplo de uno de los mayores genios literarios del último tercio de siglo en lengua española.

"La vulneración de la confianza también es eso: no sólo ser indiscreto y ocasionar daño o perdición con ello, no sólo recurrir a esa arma ilícita cuando los vientos cambian y se le pone la proa al que contó y dejó ver,- ese que se arrepiente ahora y niega y confunde y enturbia ahora, y quisiera borrar y calla-, sino sacar ventaja del conocimiento obtenido por debilidad o descuido o generosidad del otro, sin respetar ni tener en cuenta la vía por la que llegó a saberse lo que se esgrime o tergiversa ahora -o basta con haberlo enunciado para que ya lo desfigure al recogerlo el aire: si fueron las confesiones de una noche enamorada o un desesperado día, de un atardecer de culpa o un despertar desolado, o de la embriagada locuacidad de un insomnio: una noche o un día en que quien hablaba hablaba como si no hubiera futuro más allá de esa noche o día y fuera su lengua suelta a morir con ellos, ignorando que siempre hay más por venir, siempre queda, un poco más, un minuto, la lanza, un segundo, la fiebre, y otro segundo, el sueño -la lanza, la fiebre, mi dolor y la palabra, el sueño, y también el interminable tiempo que ni siquiera vacila ni aminora el paso tras nuestro acabamiento, y sigue añadiendo y hablando, murmurando e indagando y contando aunque ya no oigamos y hayamos callado. Callar, callar, es la gran aspiración que nadie cumple ni aun después de muerto, y yo el que menos, que he contado a menudo y además por escrito en informes, y aún más miro y escucho, aunque casi nunca pregunte ya nada a cambio. No, yo no debería contar ni oír nada, porque nunca estará en mi mano que no se repita y se afee en mi contra, para perderme, o aún peor, que no se repita y se afee en contra de quienes yo bien quiero, para condenarlos."

Javier Marías, Fiebre y lanza

Let's be careful out there 

martes, 20 de febrero de 2024

Meandros filosóficos

Este mundo es un ser viviente dotado con alma e inteligencia, una entidad única que contiene a su vez a todos los seres vivientes del universo, quienes por naturaleza propia están todos interconectados entre sí.
Platón. Timeo.

Cada persona es un ángulo desde el que ver el mundo.En este sentido, cada ser es el mundo entero metido  en una singularidad en la que no se cumplen las leyes de la física. La base de esta idea no es mía sino de Leibniz.


Válida en sí misma como exacerbada y perturbadora expresión del proceso y estado del mundo, la obra de Eduardo Nicol es el desarrollo de un filosofar que se desenvuelve y transforma en un diálogo permanente con la historia del pensamiento. En su "sistema" el diálogo siempre es necesario para discurrir con certidumbre; de hecho, para Nicol, "la idea de novedad absoluta, de ruptura con el pasado, o sea la creencia de que el presente cancela el pasado, queda eliminada en cuanto se percibe que la ciencia no es, ni podrá ser jamás, un sistema cerrado de verdades definitivas e inmutables. Es, por el contrario, un sistema histórico, o sea un sistema abierto, cuyas conclusiones tienen siempre el carácter de hipótesis"
 Esta noción de la constitutiva historicidad de la filosofía y del pensamiento y, más aún, de todo lo humano y del ser mismo del hombre, es un principio que Nicol incorpora de manera metodológica y crítica a su propio pensamiento. Parte del hecho de que la historicidad no es una hipótesis o una simple invención teórica que, por ello, pudiera llegar a desecharse críticamente . Está claro que las filosofías historicistas que han surgido después de la hegeliana pueden ser criticadas, pero siempre desde la historia misma; es decir, la crítica sólo puede versar sobre la manera como se haya comprendido la historicidad e integrado con otros conceptos en un cuerpo doctrinal. Ninguna crítica de los historicismos puede negar el fundamento de donde parten todos: que la historicidad es un componente del ser y el conocer, no un factor extrínseco. La existencia efectiva de una estructura en el pro- ceso histórico, que implica la revelación de que el tiempo mismo posee una estructura, trae consigo innumerables beneficios respecto de la verdad, el conocimiento, el ser y el ser del hombre. La cuestión no es baladí, pues lo que Nicol lleva a cabo a lo largo de su obra es una revolución en la filosofía que establece un giro, una vuelta, un cambio de perspectiva en la concepción de la historicidad y de su indisoluble nexo con el ser y el tiempo. Con la historicidad se confirma que es ella la forma específica que toma en el hombre la temporalidad universal del ser; con el devenir se comprende que también es un hecho su estructura racional, cuya objetividad hace posible la ciencia; y ésta tiene que entenderse desde ahora como transubjetiva, pues es algo que atañe a la intercomunicación. Así entendida, la intersubjetividad tiene que comprenderse como intercomunicación a través del tiempo, de manera sincrónica y diacrónica. Por ello, como señala Nícol,"un historicismo genuino no consiste en afirmar que la verdad es una expresión del tenor vital de la época en que se formula, y que cada época, por ser distinta, tiene distintas verdades. Una filosofía historicista tiene que investigar justamente cómo se pasa de una verdad a otra verdad, cuál es el nexo entre una época cualquiera y la época nueva y distinta que le sucede. La investigación ha de versar sobre la articulación interna, porque el objeto de estudio es un proceso, no es una serie discontinua de situaciones diferenciadas. Si cada época o situación histórica se concibe como una unidad estanca, desaparece justamente la posibilidad de la comprensión histórica, pues no hay manera de abordar el pasado desde el encierro del presente" 
En la estructura de la historicidad no existen preeminencias temporales: ni del presente frente al pasado, ni de éstos frente al futuro. Lo que se exige al pensamiento es subrayar el nexo que hay, se da, entre estos tres momentos. En la historia, el pasado no es lo que ya pasó, lo que fue; antes bien es lo que pervive y sigue proyectándose hacia el futuro. El pasado, para Nícol, es siempre y en todo caso un legado del cual no podría el hombre disfrutar si no existiese también, en la actividad del hoy, el propósito de una legación. Para Nicol, la historicidad no consiste simplemente en la capacidad de producir, de dejar en el mundo una huella que se consigna a la historia porque ya es algo pasado, algo que irre- misiblemente dejó de ser; sino, antes bien, es la capacidad que posee el hombre de transformarse a sí mismo y de legar al futuro algo que penvive cuando ya no vive quien lo creó. La historicidad, entendida como condición ontológica del hombre, no tiene como "destino" la muerte, tal y como lo señalara Heidegger en Sein und Zeit, sino, más bien, el de una pervivencia, el de"permanecer metá", más allá de la propia muerte, como nos lo dijera Platón en el Banquete. El legado es literalmente sobrevivencia, la permanencia cambiante del ser en la historia, porque en todo caso la historia es tradición y esto, para nuestro tiempo, significa continuidad consciente, en la medida en que esa historicidad es la forma específicamente humana de la temporalidad. En la historia no hay saltos ni rupturas epistemológicas. Lo que hay es continuidad, pero ésta no es homogénea, lineal y progresiva, como tampoco es irreversible. La estructura del tiempo histórico es, pues, dialéctica. Conlleva la presencia del pasado, presencia que se manifiesta como diálogo constante, nunca acabado, cabal, completo. El presente no elimina lo que ya pasó: lo que ha pasado es en todo momento un componente actual del presente. Esto significa que su presencia viva no depende de la evocación del re- cuerdo, como dice Heidegger, sino de un acto genuino de adopción vital, sin decir con ello que haya una reproducción literal del pasado. De ser así, tendríamos asegurado el futuro y cancelado el pasado. En cambio, nuestra incertidumbre existencial es el resulta- do de la estructura del proceso mismo; ya lo dice Nícol:" El futuro es imprevisible porque no prolonga una línea, sino un haz de muchas líneas. El presente gesta el futuro; pero no hay un presente, sino una comunidad de muchos presentes individuales, que son interdependientes, pero cada uno de los cuales proyec- ta libremente novedades". 
Aquí cabe destacar el factor moral como componente de la historicidad, pues, como señala Nicol, "sólo un filósofo puede ser irresponsable en cuanto al ethos filosófico" justo porque uno de los aspectos de la objetividad es el ethos. Pues corres- ponde a la vocación científica una peculiar "actitud frente al ser"; la vocación científica es, sin lugar a dudas, una forma de vida y no sólo una mera actividad profesional. Su crisis, cuando el interés pragmático perturba los fines de la ciencia, es más grave que la crisis epistemológica que puedan producir los hechos nuevos, o el derrumbe de viejos esquemas teóricos. Los errores son parte de la vida y más de la vida teórica, pero la desviación del ethos compromete los cimientos de la ciencia porque lo que se pone en juego es la excelencia humana que ella se propone. Por ello, la responsabilidad (que no es sino una forma de dar respuesta de sí mismo ante el otro, y que es una nota de la esencial eticidad del hombre en tanto ser comunitario) también es retroactiva, es decir, se da la cara no sólo al presente y al futuro sino también se responde al pasado. El proceso histórico consiste en la introducción de novedades y éstas son siempre una combinatoria, una alquimia de lo nuevo con lo viejo, de lo sabido con lo inesperado. Por ello, dice Nicol, "no hay novedad sin filiación. Tampoco hay una reproducción literal del pasado". El pasado ya fue pero aún es en el presente, actúa en el presente y en dirección hacia el futuro, aunque no de manera determinista. Es cierto que el hombre puede ser definido como una "flecha del anhelo hacia la orilla", como decía Nietzsche, y que significa una apertura radicalmente humana hacia el futuro. Pero ese "éxtasis" (como lo definía Heidegger) es correla- tivo al "éxtasis" hacia atrás de la memoria: cuanto más tensa el sujeto su memoria hacia el pasado, cuanto más afina y selecciona, clarifica o verifica su propio memorizar, más factible se le hace ese "salto" hacia la novedad, mayor posibilidad se le abre a la perpetuación diferenciada. Se ha dicho de los pueblos que si no memorizan su propia historia, están condenados a repetirla. Lo mismo afirma Freud respecto del sujeto: si éste no carga con su propia historia, si no logra revivirla en el recuerdo, se ve en la fatalidad de repetirla. Pero ¿realmente la podemos repetir? Si somos estrictos, el pasado nunca se repite; sin embargo, y a pesar de lo anterior, lo que se puede afirmar es que la ausencia de una memoria hace al sujeto actuante esclavo de su "destino", pues el pasado se vuelve programa o "predestinación" que desde un pretérito indefinido dictamina órdenes respecto de acciones y pasiones futuras. El pasado memorizado no es sino la selección producida por la memoria, de aquello que encierra aún virtualidades de actualización histórica. La tradición cultural es, entonces, el fondo virtual de posibilidades de futuro en donde la experiencia es una trama y un tejido, una labor artesanal en la que ella va tejiendo y destejiendo la tela de la vida misma. La experiencia hace referencia a actos que se repiten según una pauta interna. Memoria y experiencia son términos que se exigen mutuamente. La memoria constituye el suelo nutricio que guarda y custo- dia un acervo comunal, un legado y una herencia de generaciones, un depósito de tradiciones. Esa memoria arraiga en lo inmemorial, espacio del mito de cuyo fondo extrae sus mo- tivos. Esa memoria marca una pauta de comparecencias de lo mítico e instaura una ley de recurrencias, compone por lo mis- mo una suerte de calendario. Nacemos en un aquí y en un ahora, y es la tradición la que nos envuelve y abriga; es la tradición, su legado, ese acervo de leyendas y de costumbres, ese laberinto geográfico de íconos y símbolos, de señas y signos secretos, los que constituyen nuestra heredad, nuestra historia; la tradición es nuestra más íntimo espacio de tierra, la heredad es la incorporación del día de ayer en el de hoy, es el sordo rumor donde acontece el presente. 

Let's be careful out there 

lunes, 19 de febrero de 2024

Relato de una experiencia de escucha

ἀξύνετοι ἀκούσαντες κωφοῖσιν ἐοίκασι· φάτις αὐτοῖσι μαρτυρεῖ παρεόντας ἀπεῖναι.
Heráclito de Éfeso
Fragmento 2 (22 B 34 DK)

Incapaces de comprender mientras escuchan se parecen a sordos. Les sirve de testimonio el dicho: aunque presentes están ausentes.

La naturaleza [φύσις] ama esconderse [κρύπτεσθαι φιλεῖ].

La vida [αἰών] es un niño que juega [παῖς ἐστι παίζων], que mueve las piezas en el tablero [πεσσεύων]: reino de un niño [παιδὸς ἡ βασιληίη]
Heráclito, 22 B 123; 22 B 52 DK

Est-il possible de parler de la musique, sans que ce soit parler sur la musique. La capter comme une force plutôt que la capturer comme un objet. Parler à côté, en se déplaçant, en se mettant en mouve- ment?
Michel Foucault, Le temps musical

É possível falar de música sem falar de música? Capturá-la como uma força e não como um objeto. Falar com ela, mover-se com ela, pô-la em movimento?
Traducción,R.Ferreira 



El 13 de febrero de 1995, el saludo inicial desde el centro del coso milanés de Keith Jarret marcó un acontecimiento histórico. Fue la primera vez que el Teatro alla Scala permitió a un músico de jazz ser cabeza única de cartel. Sin embargo, el acontecimiento quedaría en un frío valor numérico ( como la primera vez) sino fuera porque Keith Jarret además de ser ,por supuesto, un excelso pianista, su genio no aportara como plusvalía, una gran cantidad de música que no es menos operística que la que normalmente adorna su escenario. Porque de la misma manera que la ópera encarna una floreciente intersección de texto, actuación y sonido, Jarrett traduce sin disculpas la vibración, el sentimiento y el compromiso a través de la lente del cuerpo hasta que su prisma colectivo se abre como la cola de un águila, o el deseo de una mujer. Así comienza otro de sus improvisados ​​conciertos de piano, que en este caso augura un tic en la piel del espacio-tiempo hasta hacerla sangrar.
El melodioso desarrollo de la Parte I opera como una especie de  inquebrantable búsqueda del ser del Ente, una música heideggeriana . No puedo evitar leer matices de mi infancia en los 45 minutos que se materializan ante nuestros oídos. Lo siento en el asombro inverosímil de los momentos más delicados; en la expulsión de aire que, con solo pisar un pedal, sale rodando como un balón en los pies de Martín Vázquez; en los diamantes autorreferenciales que brillan en su interior: sombras de Colonia , de Gurdjieff  (aunque aquí parece estar haciendo más “escribir” que “leer”), de monumentos aún por descubrir. Pueden adivinarse las manos juntas de Jarret al principio, prestas  para abrazar la intimidad que toma forma entre ellas, enjaulando a un pájaro cuyo vuelo todavía es un sueño. Sus dedos se mueven en gradaciones de la misma manera que la luz del sol cambia su constitución según el paso de las nubes. A medida que la densidad crece hasta convertirse en un verdadero laberinto de matices, Jarrett concentra su mente en una solución y traza ese camino a través de la voz. Pareciese mezclar su aliento con el de todos quienes lo escuchamos, girando sobre un eje de plenitud en una  sensación de paz profunda, como de arena entre los dedos de los pies segundos antes de un orgasmo. Los dedos pintan jardines colgantes con la persistente luz del día, recogen todas la uvas  equivalentes a toda una noche de placer en un solo racimo que al marchitarse no son más que un tallo. Atrapados en su llama reflexiva transforma el sabor de esas uvas  en algo audible, su continuidad es una magia en sí misma, un sutra del diamante sin palabras. Así,  termina la parte I termina en  pleno extasis, cambiando gradualmente el plano de su existencia hasta dejar atrás una esfera completa e impenetrable que, aunque translúcida, se fortalece contra los caprichos de la interpretación.

La parte II acerca un microscopio a un remolino de cismas. Breves toques de pedal y carreras florecientes y cerradas culminan en el inicio de un regate de Maradona. La música se acelera, se comprime. Exploraciones meticulosamente detalladas del registro superior del piano desencadenan una serie de nuevas impresiones. Partícula a partícula, Jarrett construye una nube de lluvia y mueve su contenido con dedos de inspiración. Poco a poco, su mano izquierda denota una gravedad más profunda, cayendo sobre rocas y alisándose en la superficie cristalina de un lago lejano. Allí perdura algo de vida y el beso de la muerte se siente tan lejano como el horizonte. Esto se funde en uno de los túneles de luz más profundos de Jarrett. Se eleva en un modo Gershwiniano, cubriendo la tierra con polvo de estrellas antes de seguirnos con pasos sigilosos, la estela de una marea desenfrenada.
Jarrett no pinta mundos de transiciones, si no transiciones de mundos. Cada momento es el fragmento de un meteorito más grande, cuyo rostro sólo se puede escuchar pero nunca ver, cuyas lágrimas se pueden saborear pero nunca derramar. Esto hace que su decisión de concluir con una interpretación de “Over the Rainbow” sea mucho más allá de lo conmovedor. 
La Scala se destaca en el archivo sonoro  de Jarrett por volverse más ausente a medida que aumenta su intensidad. Saca a relucir ritmos tácitos con pisadas fuertes, no pintando vistas externas sino diagramas anatómicos íntimos, de modo que cuando los acordes se vuelven más densos y la música se resuelve más plenamente, se siente como una disolución. La relación entre sonido y efecto, entonces, no es causal. El hecho de que estos estilos habiten en la misma música no significa que habiten en el mismo cuerpo. Es más bien que Jarrett se permite estar en sintonía con su mezcla, inscribiendo cosas en tiempo real como si fueran evidentes llevandonos a un no-lugar al que sólo se puede acceder desde un lugar maravilloso. Apenas cuesta imaginar al genio de Allentown repitiendo la respuesta del marinero al infante Arnaldo: yo no digo mi canción sino a quien conmigo va...

Let's be careful out there 









domingo, 18 de febrero de 2024

Nuevos ladrones en La cueva de Alí- Babá

Y llegó el tiempo en el que los hombres inventaron la lucidez, la virtud más fría de entre todas las virtudes frías. Dicen que fue antaño, y que ocurrió en Grecia ,y que fue una estirpe de hombres impios quienes la descubrieron. Llegamos a imaginárnoslos, a veces, pero tan pronto su rostro ambiguo nos es íntimamente familiar como terrible y extraño. Conocemos algunos de sus nombres, los de aquellos de quienes los poetas dieron memoria, como de una verdad que debía rescatarse para siempre del olvido. Conocemos también algunos de sus gestos: como el de Edipo ante la Esfinge... O las arrogantes palabras con las que Áyax desafía la tercería divina en favor de Troya: «¡Padre Zeus! Libra de la espesa niebla a los aqueos, serena el cielo, concede que nuestros ojos vean y entonces destrúyenos en la luz, si así te place»

Palabras como éstas han resonado hasta hoy como emblema de nobleza de una tarea inagotable: ver. Y sí, alcanzar a ver, más lejos, más nítidamente, es una empresa que acarrea siempre consigo la posibilidad de ser destruido en la luz o por la luz: una jugada fatal baila sin cesar en su interior, cuando se agita el cubilete de los datos - es sabido. Y sin embargo, voces que nacieron en Grecia no ban dejado de susurrarnos al oído que no hay cometido más noble en el que pueda empeñar su vida un ser humano: que ninguna otra virtud requiere más coraje, ni promete una mayor desolación. Pero lo que saben los humanos es sólo aquello que han sido capaz de ver.

Miguel Morey, El orden de los acontecimientos.

Hoy, en Galicia ,es una de esos días definido por quienes han vendido nuestro presente y el futuro de nuestros hijos como "una fiesta de la democracia'. Llaman fiesta a la expectativa de seguir robando y saqueando a manos llenas a una masa de idiotas que avalan con su participación en la farsa electoral  a unas castas politicas y económicas encabezadas por mendrugos, criminales, y caciques de poca monta que resolverán su vida si, tras comer pollas por doquier y lamer los ortos  adecuados, han logrado colocarse en el número adecuado de la lista elegida. Así, cada equis años, legiones de parásitos acuden a ver quien la tiene más grande aunque expuestas sus vergüenzas sea tan pequeña que  haya que cogerla con pinzas y mascarilla por el asqueroso hedor que desprenden, para intentar medírsela. Todos prometen y mienten de modo similar, todos están o pretenden estarlo , a la vanguardia del feminismo guay, la resiliencia, lo inclusivo, lo ecológico , y demás simplezas .Todos emplean el mismo lenguaje  con la misma letanía repetida hasta la náusea y más allá. Todos y cada uno de ellos me provocan la misma repugnacia pues vienen de la misma ciénaga y nos conducen a la misma atarjea. Por si fuera poco, además todos ellos, Ana Pontón, que será la nueva presidenta ( voto a bríos) y su  hueste de amazonas que nos inundarán de una nueva galeguidade  es de un feo que espanta, el tal Rueda dá a lo sumo como para extra de" los bingueros", y el innombrable socialista, no pasa de  burda imitación, ajada, de chulo de putas de barrio chino, aunque a falta de algun signo mínimo de inteligencia humana entre todos ellos, no hay nada que no solucione un amante joven y un buen peluquero que por supuesto pagaremos nosotros. Por lo demás, todo es igual, nada es mejor ganen unos u otros el sistema seguirá igual de corrupto y la cloaca se irá extendiendo hasta que nos asfixie a todos, lo mismo un burro que un gran profesor.

 Galiza merece máis, unha Galiza que se vai facer, un goberno serio e capaz, este é o momento, os primeiros en I+D, 30.000 novos empregos...la política no puede ser un medio para satisfacer las preferencias individuales, ni  una forma de integrar a los individuos en torno a una concepción compartida. La política tiene que basarse más bien en la idea de ciudadanía activa, es decir, en el valor y la importancia del compromiso cívico y la deliberación colectiva sobre todos los asuntos que afectan a la comunidad política,, un político debería de identificarse con esa tradición clásica del republicanismo cívico que se originó en Aristóteles y se fue encarnado en los escritos de Maquiavelo, Montesquieu, Jefferson y Tocqueville. Según esta tradición, la política encuentra su expresión auténtica cuando los ciudadanos se reúnen en un espacio público para deliberar y decidir sobre asuntos de interés colectivo. La actividad política se valora no porque pueda conducir a un acuerdo o a una concepción compartida del bien, sino porque permite a cada ciudadano ejercer sus poderes de libertad, desarrollar su capacidad de juicio y lograr mediante una acción concertada cierta medida de bienestar, es decir eficacia política. A realidade, os factos, são bem diferentes, e os factos são claros:

 Consejo de Estado – Ex vicepresidenta socialista

Consejo de Estado – Ex ministra socialista

Tribunal Constitucional – Ex ministro socialista

Tribunal Constitucional – Ex directora general socialista 

Fiscalía General del Estado – Ex ministra socialista

CIS – Ex secretario de Estudios y Programas socialista

CNI – Ex secretaria de Estado socialista

Tribunal de Cuentas – Ex directora general socialista

AENA – Ex diputado socialista

Red Eléctrica – Ex ministra socialista

CNMC – Marido de vicepresidenta socialista

CNMV – Marido de vicepresidenta socialista

INE – Ex secretario de Estado socialista

RENFE – Ex secretario general de Industria socialista

Indra – Ex jefe de Gabinete de ministro socialista

Hispasat – Ex ministro socialista

Agencia EFE – Ex secretario de Estado socialista

Correos – Ex secretario de Estado socialista

Paradores – Ex ministra socialista

La fiesta de la democracia. Porca miseria. Pueden coger el estatuto de autonomía, hacer con él un canutillo y metérselo por el culo.

Let's be careful out there 

viernes, 16 de febrero de 2024

Caminos de bosque

<Holz> [madera, leña] es un antiguo nombre para el bosque. En el bosque hay caminos [<< Wege»], por lo general medio ocultos por la maleza, que cesan bruscamente en lo no hollado. Es a estos caminos a los que se llama «Holzwege» [«caminos de bosque, cami- nos que se pierden en el bosque»].

Cada uno de ellos sigue un trazado diferente, pero siempre den- tro del mismo bosque. Muchas veces parece como si fueran iguales, pero es una mera apariencia.

Los leñadores y guardabosques conocen los caminos. Ellos saben lo que significa encontrarse en un camino que se pierde en el bosque.

Martin Heidegger, Caminos de bosque.  Alianza Editorial

Al llegar a Colonia, se encontró lo siguiente: un piano de cola que se utilizaba para los ensayos del coro y que estaba sin afinar, con varias teclas que no sonaban y un pedal derecho inservible. Como cancelar el concierto a esas alturas era imposible, Keith Jarret hizo lo que pudo —se limitó a las alturas del piano y eludió sobre la marcha, con maniobras similares a las del piloto que esquiva baches a 200 kilómetros por hora, las teclas mal templadas—, y “lo que pudo” fue nada menos que el Köln Concert, una pieza hermosísima en do mayor (Keith escogió la escala a propósito para mostrar que la temprana ironía de Schönberg sobre las armonías tritónicas era más que discutible) que terminó convirtiéndose en el disco más vendido de la historia del jazz.
Ese mismo año, Glenn Gould grabó dos bagatelas de Beethoven, sin saber muy bien quién era ese pianista excéntrico del que se había empezado a hablar en todas partes, una actitud propia de alguien que, como Gould, difícilmente salía de su casa, donde el insomnio que padecía lo habilitaba para ensayar hasta altas horas de la madrugada, o solo lo hacía conduciendo su auto con unas anteojeras como las de los caballos, para no tener que cruzarse con nadie. Si la diligencia era a pie, recorría las calles de Toronto cubierto con un gorro y unos guantes de lana, incluso en verano, cargando como único equipaje la silla plegable que su padre le había confeccionado cuando era niño y que, a causa de que era cuatro o cinco centímetros más baja de lo recomendado, lo hacía verse sobre el piano como si se estuviera trepando a un balcón.


Lo cierto es que a Gould sus contemporáneos no le interesaban, a excepción de Petula Clark sobre quien escribió una crónica formidable acerca del día en que tuvo el privilegio de conocerla.  Por tanto el de Pensilvania no le interesaba en absoluto.Jarrett, en cambio, sí daba la impresión de seguirlo, tanto en el modo performático de tocar el piano como en un manojo de misteriosísimas coincidencias: los mismos dolores de espalda, que ambos pianistas cargaron como una cruz a lo largo de toda la vida; el mismo boxeo contra las teclas, que ambos pulsaban con delicadeza pero también con una reserva de malestar, de inconformismo con “vista exclusiva”, y sobre todo el final, el mismo final, un súbito derrame cerebral que dejó a Jarrett sin poder tocar más el piano y a Gould desparramado para la eternidad sobre su Steinway de cola.
En El malogrado, la exquisita y desenfrenada novela que Thomas Bernhard destinó a Gould, pero con la que apuntó más que nada a probar que el mundo no vale la pena y que la vida es un accidente largo y desesperado, se atribuye a la fragilidad que habita en el alma de los inconformistas esta clase de finales tan súbitos y desconsoladores. Asimismo, resulta evidente que Keith Jarrett estaba hablando de sí mismo cuando señaló, en la misma línea que Bernhard, que la conducta de Gould, a ratos incomprensible y sumida en un sufrimiento infinito, no era sino el efecto de la frustración artística. De pronto, pienso ahora, fue esa frustración la que los unió y en la que mutuamente se disolvieron.


<Holz> [madeira, lenha] é um nome antigo para a floresta. Na floresta existem caminhos [<< Wege"], geralmente meio escondidos pela vegetação rasteira, que cessam abruptamente no não pisado. Estes caminhos são chamados "Holzwege" ["caminhos da floresta, caminhos que se perdem na floresta"].

Cada um deles segue uma rota diferente, mas sempre através da mesma floresta. Muitas vezes parecem ser os mesmos, mas isso é apenas uma aparência.

Os lenhadores e silvicultores conhecem os caminhos. Sabem o que significa encontrar-se num caminho que se perde na floresta.
Traducción, R.Ferreira 

Let's be careful out there 

jueves, 15 de febrero de 2024

Nada más somos que una marcha

La dulzura nos visita. No la manipulamos ni la poseemos jamás. Hay que eceptar entrar en sus mareas, recorrer sus caminos huecos, perderse para que sobrevenga algo inédito.
La dulzura es una relación con el tiempo que encuentra en la pulsión misma del presente la sensación  de un futuro y un pasado reconciliados, es decir, de un tiempo no dividido. Este tiempo reconciliado permite la vida.
La revolución intima de la dulzura es en potencia la realización de una libertad inactual, que nos saca de los campos de la repetición y la melancolía. La dulzura provoca violencia porque no le ofrece ninguna presa posible al poder.

La dulzura de vivir, ¿ es un estado de gracia, o el fruto de una difusión continua? ¿ no sería entonces sino el movimiento visible de una lenta y larga metamorfosis cuyo balancín secreto sería la libertad?

Anne Dufourmantelle, Potencia de la dulzura.

En ciertas prácticas religiosas, el "chamán" es un mediador dotado de facultades extraordinarias, un taumaturgo capaz de curar enfermedades, elevar al éxtasis y ponerse en contacto con poderes celestiales e infernales. ¿En qué sentido, aunque sólo sea metafóricamente, fue Martin Heidegger el último "chamán" del pensamiento? ¿El último representante carismático de la gran filosofía? ¿Cuál es el secreto de su perdurable presencia en el debate cultural contemporáneo? No cabe duda de que figura entre los maestros más influyentes y controvertidos del siglo XX, y de que su obra merece un lugar entre los clásicos de todos los tiempos de la filosofía. Sin embargo, no es sólo eso. Desde el principio, desde sus primeras conferencias legendarias de la década de 1920, había algo de brujo en su filosofía. En su martilleante confrontación con los textos de la tradición occidental, en su capacidad para hacerlos palpitar y darles nueva vida, se percibía un aura por la que se sintieron atraídos legiones de jóvenes estudiantes, muchos de ellos destinados a convertirse en protagonistas de la cultura del siglo XX: Karl Löwith y Hans-Georg Gadamer, Hans Jonas y Hannah Arendt, Max Horkheimer y Günther Anders, Leo Strauss y Herbert Marcuse, Emmanuel Levinas y Eugen Fink. Incluso antes de la publicación de Ser y tiempo, la obra maestra de 1927 que dio a conocer súbitamente a Heidegger al mundo, circulaban rumores en Alemania de que una nueva estrella se alzaba en el firmamento del pensamiento alemán. Se decía que era el nuevo "rey taumaturgo" de la filosofía. No es de extrañar que fuera Hannah Arendt quien lo recordara con tanto entusiasmo, ni que quienes eran admiradores de Heidegger se asociaran a ella. Es bastante elocuente, sin embargo, que quienes fueron sus acérrimos adversarios y severos críticos de su pensamiento coincidan en el mismo juicio. Leo Strauss, por ejemplo, que consideraba la filosofía heideggeriana como la forma más peligrosa de nihilismo, habiendo escuchado las conferencias de Weber y Heidegger, escribió a su amigo Rosenzweig: "Weber, en comparación con Heidegger, me parece un 'huérfano' en cuanto a precisión, profundidad y competencia". Y continuaba: "Escuché la interpretación de Heidegger de ciertos pasajes de Aristóteles, y algún tiempo después oí a Werner Jaeger en Berlín interpretar los mismos textos: la caridad quiere que limite mi comparación a la observación de que no hubo comparación".Pero aún más elocuente es el testimonio de Karl Löwith, que primero fue amigo y confidente de Heidegger, y luego su crítico y adversario. Su evocación de la personalidad del maestro, recogida en unas memorias autobiográficas de 1939-1940, por tanto de antes de la guerra, merece ser recordada íntegramente: "Entre nosotros", escribe Löwith, "Heidegger era apodado 'el mago de Meßkirch'... Era un pequeño gran hombre misterioso, un hábil encantador, capaz de hacer desaparecer ante los espectadores lo que acababa de mostrar. Su técnica expositiva consistía en construir un edificio conceptual que luego él mismo derribaba para situar al ansioso oyente ante un enigma y dejarlo suspendido en el vacío... En sus conferencias hablaba sin gestos ni efectos retóricos, concentrando su mirada en unas hojas manuscritas que sostenía delante de él. El único recurso retórico era una sagaz sobriedad y una frialdad expositiva, así como la calculada tensión que confería al riguroso desarrollo de sus tesis ... Sus conocimientos eran tan ilimitados como la desconfianza de la que surgían. El fruto de esta desconfianza fue una crítica magistral de todo lo que quedaba de la tradición. Su formación científica fue toda de primera mano. Su biblioteca no era una colección de libros, sino que se limitaba a las obras clásicas que había estudiado profundamente desde su juventud. Los textos fundamentales del mundo antiguo, de la Edad Media y de la Edad Moderna le eran igualmente familiares, mientras que despreciaba la sociología y el psicoanálisis. Su crítica sin límites de todo lo que conocía de las actividades culturales y educativas nos atraía y repelía simultáneamente. Mientras tanto, él mismo vigilaba con recelo las entradas y salidas de su trinchera, en la que, sin embargo, no se sentía nada cómodo... Hijo de un simple sacristán, con su profesión se convirtió en el exponente apasionado de una clase cuya legitimidad negaba. Jesuita por vocación, se convirtió en protestante por indignación, dogmático escolástico por formación y pragmático existencial por experiencia, teólogo por tradición y ateo como erudito, negando su tradición como su historiógrafo. Existencialista como Kierkegaard, con la voluntad sistemática de un Hegel, tan dialéctico en el método como monolítico en el contenido, apodíctico y asertivo por espíritu de negación, taciturno con los demás pero curioso como pocos, radical en las cosas últimas y dispuesto a transigir en las penúltimas: tan ambiguo era el efecto que este hombre producía en sus alumnos, que sin embargo seguían encantados con él porque superaba con creces a todos los demás filósofos universitarios en la intensidad de su voluntad filosófica".3 Una alquimia de mezclas y contrastes que hace fascinante y enigmática la personalidad filosófica de Heidegger. En él coexisten almas en las antípodas y poderes irreconciliables. La del hombre de ciencia, que conoce y practica el rigor del concepto y del cuestionamiento, y al mismo tiempo la del flautista de Hamelin, el mistagogo, el seductor que encanta con su música y sus palabras. Un maestro en ambos registros: de la lógica y de la seducción, de la argumentación y de la imaginación, de la razón y de la visión. Heidegger se sentía encargado de una misión y guardián de un misterio del que sólo él parecía poseer la clave. Para él, el camino hacia la Verdad no era la suma de lo conocido, no estaba pavimentado con conocimientos universales y por tanto accesibles a todos los hombres de buena voluntad. La Verdad, el Ser, era para él algo que "ama ocultarse", algo por su propia naturaleza "secreto", que no puede alcanzarse mediante el pensamiento lógico-discursivo, sino como mucho "vislumbrarse" e "intuirse". Lo que el poeta o el pensador pueden hacer con ello es, si acaso, un pequeño robo prometeico. Muy pocas personas pueden presumir ahora de haber asistido a una charla, conferencia o seminario de este "chamán" del pensamiento. Hemos tenido la suerte de conocer a algunos de ellos y recoger sus excelentes testimonios: Hermann Heidegger, hijastro del filósofo, Ernst Jünger, Hans-Georg Gadamer, Ernst Nolte, Armin Mohler. Todos ellos -a excepción de Mohler- mantuvieron una estrecha relación con Heidegger, y sus relatos nos ofrecen una imagen redonda de su personalidad, amenizándola con anécdotas y aspectos inéditos. A través del acceso biográfico, sus conversaciones abren al mismo tiempo una mirada a los motivos fundamentales del pensamiento heideggeriano. La entrevista con Mohler completa el cuadro deteniéndose en las figuras de Ernst Jünger y Carl Schmitt, que junto con Heidegger constituyeron la expresión más elevada e intrigante de la intelectualidad alemana bajo el nacionalsocialismo. Han pasado ya cuarenta y ocho años desde la muerte de Heidegger. ¡Cuarenta y ocho! en los que la superposición de acontecimientos ha acortado drásticamente el tiempo de la memoria y el ritmo de la reflexión. Sin embargo, el pensamiento de Heidegger sigue ahí para ser cuestionado e interpretado como un gran clásico, sin que el debate contemporáneo consiga agotarlo seriamente. Heidegger está más vivo que nunca.

Let's be careful out there. 

miércoles, 14 de febrero de 2024

Mientras todo se derrumba

Ninguna enseñanza ni ningún pensar, nos devuelve lo perdido.[...] la única pasarela a lo infinito es el salto. Arrojarse( levitar) hacia arriba. 

Peor todavía que el hecho de que nos expolian es lo que nos traen.[...]

El ruido de los comerciantes:
déjalos que hablen
Martin Heidegger, Anotaciones I- IV

En el comienzo está el asombro
Y el hambre.
Pensar, devorar.
Asombrarse (de la existencia del mundo).
Tener hambre (del otro).
Aporías, canibalismo, erotismo, relatos.
Cita a ciegas: ninguno de los dos protagonistas conoce la identidad del otro. Alguien organizó la cita. El tiempo, la ocasión, el lugar harán el resto.
¿Quién imaginó el encuentro? ¿A quién beneficia la escena? ¿Quién es el instigador de este encuentro? Nadie, por supuesto: no hay testigo, ni tercero a quien interrogar, aquí sólo intervienen disciplinas. Sexo, filosofía y sus derivaciones más o menos legítimas: metafísica, biología de las pasiones, retórica, lógica, mecánica del deseo, ontolo- gía, química de la atracción de los cuerpos, ejercicios espirituales, físi- ca de los cuerpos, fenomenología de la percepción, epistemología, eros, logos... De modo que no podremos identificar a ese testigo, ni entender su motivación. Se dirá que es el tiempo mismo, o que el principio de organización de la cita a ciegas está relacionado, desde hace tres mil años, con lo que llamamos nebulosamente la técnica", ahí donde la ciencia rivaliza con la vida para inventar inteligencia, ya que nada de lo que nos fascina hoy es ajeno al bios, a la mecánica de lo viviente. El sexo y la filosofia se evitan deliberadamente desde siempre. Quién sabe, tal vez porque son de la misma naturaleza... Ambos buscan la realización de la esencia ya sea del deseo o de la contemplación, ambos son considerados productos de manejo peligroso,  inflamables, corruptores y socialmente subversivos. Ambos son desviados para otros fines: consumo, venta, intercambios, poder, y ambos siempre escapan a todo eso.
¿Y si la cita a ciegas fuera precisamente la forma en que el sexo y la filosofía se han relacionado desde siempre? No es necesario que un amigo organice la reunión, ni que un testigo observe su desarrollo. El acontecimiento tendrá lugar, ha tenido lugar, aquí, ahora, mañana.
Anne Dufourmantelle, Cita a ciegas. Paradiso editores.

No início, há espanto.
E fome.
Pensar, devorar.
Espantar-se (com a existência do mundo).
Ter fome (do outro).
Aporias, canibalismo, erotismo, histórias.
Encontro às cegas: nenhum dos dois protagonistas conhece a identidade do outro. Alguém marcou o encontro. A hora, a ocasião, o local farão o resto.
Quem imaginou o encontro, quem beneficia da cena, quem é o instigador deste encontro? Ninguém, evidentemente: não há nenhuma testemunha, nenhum terceiro a interrogar, só as disciplinas intervêm aqui. O sexo, a filosofia e as suas derivações mais ou menos legítimas: metafísica, biologia das paixões, retórica, lógica, mecânica do desejo, ontologia, química da atração dos corpos, exercícios espirituais, física dos corpos, fenomenologia da perceção, epistemologia, eros, logos? Assim, não poderemos identificar esta testemunha, nem compreender a sua motivação. Dir-se-á que é o próprio tempo, ou que o princípio organizador do encontro as cegas está relacionado, desde há três mil anos, com aquilo a que chamamos nebulosamente "técnica", onde a ciência compete com a vida para inventar a inteligência, pois nada do que hoje nos fascina é alheio ao bios, à mecânica do viver. 
O sexo e a filosofia foram sempre deliberadamente evitados. Quem sabe, talvez por serem da mesma natureza? Ambos procuram a realização da essência - seja do desejo ou da contemplação, ambos são considerados inflamáveis, corruptores e perigosos, subversivos. Ambos são desejados para outros fins: consumo, venda, trocas, poder, e ambos escapam sempre a tudo isso.
E se esse encontro às cegas for precisamente a forma como o sexo e a filosofia sempre se relacionaram? Não é preciso um amigo para organizar o encontro, não é preciso uma testemunha para o ver desenrolar-se. O acontecimento terá lugar, já teve lugar, aqui, agora, amanhã.

Traducción, R.Ferreira 

Let's be careful out there 



martes, 13 de febrero de 2024

Un grito que no cesa

Ouve, ó céu! E presta ouvidos, ó terra! Pois o Senhor falou. Filhos Eu gerei e exaltei; Porém eles rejeitaram-Me. 3O boi conheceu quem o comprou; E o burro a manjedoura do seu senhor; Mas Israel não Me conheceu; E o povo não Me compreendeu.

Ai, nação pecadora, Povo cheio de erros, Semente iníqua, Filhos sem lei! Abandonastes o Senhor E irastes o Santo de Israel.

Porquê serdes ainda espancados, Continuando vós no desregramento?
Isaías, 1:2-5

Hay leche y miel debajo de tu lengua
Cantar de los cantares, 4:3-13

Cada guerra es una destrucción del espítitu humano
Henry James

Sólo dos pigmentos, el blanco de plomo, uno de los colores más cálidos de la paleta, para el fondo, y el blanco de zinc para el cuadrado, de un tono más azulado, y solo una forma geométrica, el cuadrado , ligeramente inclinado creando una ilusión de movimiento. Cuadrado blanco sobre blanco es abstracción pura, una obra mística en la que el autor, por medio del color blanco, busca ahondar en la problemática de la nada y su infinitud. La idea del vacío y del desierto tan relevante en la conciencia suprematista. Se trata de una Nada Heraclitiana que fluye en el devenir espacio-temporal de una superficie-plano relativista sin arriba ni abajo, ni fondo ni perspectiva u objetos que den sensación de profundidad, haciendo de sus puntos un todo nadificado.
“La conciencia en esta superficie-plano sin referencias, en la que el espacio-tiempo confluyen con el movimiento simbolizado por la inclinación del lado del cuadrado, presiente su pureza y grandiosidad sin verse depositada en los objetos de una realidad que la ata a sus sentidos, pudiendo navegar sin cadenas intuitivas en la profundidad de la obra en la que se encuentra así misma a través del goce estético y sublime, coincidiendo el yo con el no-yo del idealismo trascendental fichtiano.
Pero para Kazimir Malévich no fue un proceso fácil el que le llevó a conseguir esta síntesis; no es sencillo despojarse de todo y eliminarlo de lo visible para llegar a lo que es más evidente ante la desnudez: aquello que es totalmente fundamental. Lo fundamental es imprescindible, sin ello no hay esencia ni presencia, sin su evidencia única no hay fundamento, substancia o cualidad alguna. Malévich llamó a esta forma de representar lo esencial “suprematismo”, que es lo mismo que decir la supremacía de la nada o tal vez la apoteosis del vacío. El suprematismo buscaba, a través de la representación de las figuras geométricas puras, encontrar esa finísima frontera que existe entre la realidad fenoménica que es representable y la no-realidad de la esencia. En cierta forma este planteamiento nos remite a Platón y su dualismo entre el mundo ideal y el sensible: las ideas puras no son representables más que de forma imperfecta, porque la perfección es un atributo que no existe en nuestro universo sensible y mensurable y solo puede existir en el mundo de las ideas. Para quienes tenemos dudas más que razonables sobre  esta concepción dual del cosmos, y ponemos estos  postulados en entredicho podríamos argumentar, suspendiendo el juicio en un sano ejercicio mayéutico, que Malévich estaba equivocado, ya que toda representación, por muy pura que pretenda ser, es una representación de la realidad, inclusive ella misma constituye una realidad en sí misma. Sea como fuere,  Malévich llegó al suprematismo a través de quitar, de substraer en vez de agregar. Creía que sólo a través de este proceso, que se podría llamar “de limpieza” se podía llegar a lo más esencial y puro, a aquello en lo cual nada sobra y nada falta porque está ya pleno y completo. Por otra parte, cada cosa que está plasmada en la superficie pintada es en sí algo que ya tiene su propia presencia y su esencia. Un cuadrado es eso y nada más, no representa nada más que lo que es en sí, con todas sus cualidades y atributos, lo mismo podría decirse de un círculo o un rectángulo. En cuanto al color sucede lo mismo, ya que la gama de colores que empleaba se reducía a los colores más puros, sin mezclas y sin matices, empleando los colores primarios, secundarios y algunas veces un color terciario y las tonalidades de blanco y negro. Tampoco hay ninguna alusión a una profundidad o claroscuro, la tercera dimensión no existe en estas pinturas restringidas a una bidimensionalidad tal que, es cierto, a veces puede resultar agobiante y por lo mismo, profundamente perturbadora, como si detrás de ella existiera un genio oscuro. También un genio oscuro, pero de otra índole extiende campos de muerte, criminal, desfalcador, contrabandista, saqueador, homicida, usurpador, exorsionador, apoyado y sufragado por un silencio rancio, corrompido, infectado, purlento, inmundo, del que todos nosotros formamos parte.  Pero demos voz a quien sabe escribir de verdad y veamos más allá de nuestra propia memez y nuestras propias narices:


El campo de Kobe, al sudeste de Etiopía.

Los campos saharauis de Tinduf.

Los campos de Saklepeha, en Liberia.

Los campos de Bahai, Ereba, Guerida, Forshana, Goz-Beiday Nigrana, Djabal y Goz Amer, en el Chad.

Los campos de Kibati, Bulenbgo, Buhimba y Mugunga, en la República congoleña. Los de Mweso y Masisi.

El campo somalí de Dadaab, al nordeste de Kenia. Los de Hagadera, Ifo, Dagahale, en su frontera.

El campo de Domeez, en el Kurdistán iraquí.

El campo sirio de Za'atari y el de Azraq en Jordania. El de Muraiyeb al Fohud y el de Anmar al Hmud. La Franja de Gaza.

El campo de Kara Tepe y el de Moria, en la isla de Lesbos.

El campo sirio de Idomeni, en la frontera griega con Macedonia

El campo sirio de Derik, en Turquía.

El campo incendiado y desmantelado de Calais, al norte de Francia.

El camposanto del Mediterráneo y el de la tierra libre.

Mientras tanto Europa, la esclarecida Europa, duerme como aquel monje su sueño de trescientos años oyendo cantar a un pájaro. Otros pájaros, oscuros, habrán de despertarla.

Chantal Maillard, Lo que el pájaro bebe en la fuente y no es el agua.( poesías reunidas 2004-2020) Galaxia Gutenberg


O campo de Kobe, no sudeste da Etiópia.

Os campos sarauís de Tindouf.

Os campos de Saklepeha, na Libéria.

Os campos de Bahai, Ereba, Guerida, Forshana, Goz-Beiday Nigrana, Djabal e Goz Amer, no Chade.

Os campos de Kibati, Bulenbgo, Buhimba e Mugunga, na República Congolesa. Os campos de Mweso e Masisi.

O campo somali de Dadaab, no nordeste do Quénia. Hagadera, Ifo, Dagahale, na sua fronteira.

Campo de Domeez, no Curdistão iraquiano.

O campo de Za'atari, na Síria, e o campo de Azraq, na Jordânia. Muraiyeb al Fohud e Anmar al Hmud. Faixa de Gaza.

Campo de Kara Tepe e campo de Moria na ilha de Lesbos.

O campo sírio de Idomeni, na fronteira grega com a Macedónia.

O campo sírio de Derik, na Turquia.

O campo incendiado e desmantelado de Calais, no Norte de França.

Os campos do Mediterrâneo e da Terra Livre.

Entretanto, a Europa, a Europa iluminada, dorme como aquele monge no seu sono de trezentos anos a ouvir o canto de um pássaro. Outros pássaros, escuros, terão de a acordar.

Traducción al portugués, R.Ferreira 

Let's be careful out there 



lunes, 12 de febrero de 2024

El placer del misterio

Dejó la agradable cena algo deprimido de espíritu. La marquesa le había colocado varios dardos con exquisita precisión. Ella le había recordado que su causa había sido derrotada una y otra vez; ella le había recordado que los Paludeskar eran compañeros muy curiosos para un revolucionario; ella le había recordado la ambigüedad de su propia posición. Y, sin embargo, admitió que  había hecho todo esto no por enemistad hacia su causa, sino para apoyarla. Ella casi había preguntado: ¿Dónde está nuestra revolución? ¿Qué estás haciendo al respecto?
Caminó inquieto por su habitación en la casa de Arrioskar, luego se acercó a la ventana que daba al jardín, la abrió y se asomó. La fuente tintineaba en su cuenco de piedra, un sonido fino y plateado en la noche. Una fuente en el cruce de la calle, unas puertas más abajo, entretejía un débil contrapunto. El viento amainaba. Reinaba un profundo silencio, la quietud de los largos campos que se extendían desde la ciudad por todos lados. Unas pocas estrellas ardían húmedamente brillantes en el cielo bañado de azul por la luz de la luna. Belleza, equilibrio, armonía...Harto de sí mismo, Itale intentó perderse en la luz de la luna, en el silencio, pero no pudo; en esa oscuridad germinante, en ese momento entre marzo y abril, entre el sueño y el despertar, sólo encontró ira, incertidumbre y miedo.
Volviendo sobre sí mismo, trató de enfrentarse a sí mismo, preguntando el origen del problema. ¿Cuándo se había convertido su trabajo, no en un fin, sino en una mera distracción de (¿o en un medio hacia?) algún fin diferente y más oscuro? ¿Qué necesidad estaba eludiendo, con qué ángel debía luchar? Al hacer las preguntas, le pareció que el problema residía en su presencia aquí, ahora, en esta casa. Todas sus incertidumbres de los últimos meses podrían aclararse por sí solas si simplemente pudiera responder a la pregunta: ¿Qué estoy haciendo aquí?
Úrsula K. Le Guin

Para celebrar sus veinte años de existencia el Cuarteto Quiroga ha grabado un nuevo álbum, el octavo en su discografía, que representa un personal homenaje al género, y a su literatura, desde sus orígenes hasta nuestros días, con obras de los tres compositores más importantes e históricamente influyentes de la historia de los cuartetos de cuerda -Joseph Haydn, Ludwig van Beethoven y Bela Bartok, junto con una grabación en primicia mundial de Secreta, obra maestra reciente de uno de los más grandes compositores vivos de nuestro tiempo, Gyorgy Kurtag. Átomos es un álbum que pretende ilustrar cómo estos compositores, en su búsqueda del núcleo de la expresión musical, y en su deseo de comprimir el sonido hasta una partícula incapaz de ulterior división - en otras palabras, hasta su átomo - dieron origen a algunos de los logros musicales más sorprendentes de lo que es, en cualquier caso, un repertorio excepcional.
En este fascinante viaje por el arte de la concentración musical, estos cuatro extraordinarios compositores revelan, a través de las obras aquí grabadas, lo que es tanto en la música como en la vida, el más notable de los dones, uno sólo al alcance de los más grandes: la humildad para reducirse a la mínima esencia y dejar que la música hable por sí misma  con la elocuencia más persuasiva y el tipo de belleza más conmovedor.
 Puede sonar a cliché pero el Cuarteto Quiroga ha desarrollado en todos estos años unas señas de identidad que van más allá de su compromiso con lo excelso. Como bien señala uno de sus miembros: "cuando proponemos algo, lo hacemos con una idea detrás. Todos nuestros discos tienen un hilo conductor. De hecho, nuestra discografía construye una especie de mapeo de lo que somos, refleja nuestro compromiso con contar una historia, con que el concierto sea más que una experiencia agradable."
En definitiva, otra joya en la discografía de este enorme cuarteto español; todo una escapada de la oscuridad a la luz, del ingenio al genio, de lo humano a lo sublime. Un viaje a las raíces mismas de la identidad musical y cultural de Europa, de  ese viejo continente que ha perdido el tren de los tiempos por culpa de la ignorancia, la soberbia, la inmoralidad, y la mala fe de unos dirigentes que han olvidado sus raices y nos conducen a un nuevo aunque conocido sheol. Una delicia, el disco, claro está.

Let's be careful out there 

sábado, 10 de febrero de 2024

Ab uno disce omnes

La destrucción es el nuncio de un comienzo oculto, mientras que la devastación es el aditamento como el cual vuelve a repercutir un final ya decidido. ¿Está ya nuestra época ante la decisión entre la destrucción y la devastación? Sin embargo, nosotros tenemos un saber del otro comienzo: tenemos un saber de él por haber preguntado por él.
Martin Heidegger, cuadernos negros , reflexiones XII-XV, 1939- 1941
Ed. Trotta.

El sexo no es el cuerpo. Al extremo, con las manos en la masa, incluso es otra cosa pues uno se olvida de él; el sexo es lo que nos hace sentir en el goce, en el deseo, en el miedo, en la avidez, todo aquello que siendo cuerpo no es el cuerpo sino la carne. El sexo no es el cuerpo del mismo modo que la filosofía no es concepto o la literatura frases  hueras para historias mejor o peor hilvanadas, todo es un acto, una relación, un lenguaje. Y para muestra un botón loboantuñano, o en versión portuguesa del refrán castizo , pela amostra se conhece o pano:

 [...] Este não é o meu pais, este não é o meu país, este não é o meu país  a chegada  às quartas-feiras do avião do correio e da comida fresca, a subtil e infinitamente sábia paciência dos luchazes, o suor do paludismo a vestir os rins de cintas de humidade pegajosa, a mulher vinda de Lisboa com o bebé de surpreendentes íris verdes para viajar com ele para o mato, sua boca quase mulata a sorrir comestível na almofada. Nomes mágicos: Cuíto-Cuanavale, Zemza do Itombe, Narriquinha, a Baixa do Cassanje coberta pelas altas pestanas dos girassóis em manhãs limpas como ossos de luz, bailundos empurrados a pontapé para as fazendas do norte, São Paulo de Luanda imitando o Areeiro encostado à valva da baía. Que sabe este palerma de África, interrogou-se o psiquiatra, para além dos cínicos e imbecis argumentos obstinados da Acção Nacional Popular e dos discursos de seminário das botas mentais do Salazar, virgem sem útero mascarada de homem, filho de dois cónegos explicou-me uma ocasião uma doente, que sei eu que durante vinte e sete meses morei na angústia do arame farpado por conta das multinacionais, vi a minha mulher a quase morrer do falciparum, assisti ao vagaroso fluir do Dondo, fiz uma filha na Malanje dos diamantes, contornei os morros nus de Dala-Samba povoados no topo pelos tufos de palmeiras dos túmulos dos reis Jingas, parti e regressei com a casca de um uniforme imposta no corpo, que sei eu de África? A imagem da mulher à espera dele entre as mangueiras de Marimba pejadas de morcegos aguardando o crepúsculo apareceu-lhe numa guinada de sau- dade violentamente física como uma víscera que explode. Amo-te tanto que te não sei amar, amo tanto o teu corpo e o que em tí não é o teu corpo que não compreendo porque nos perdemos se a cada passo te encontro, se sempre ao beijar-te beijei mais do que a carne de que és feita, se o nosso casamento definhou de mocidade como outros de velhice, se depois de ti a minha solidão incha do teu cheiro, do entu- siasmo dos teus projectos e do redondo das tuas nádegas, se sufoco da ternura de que não consigo falar, aqui neste momento, amor, me des- peço e te chamo sabendo que não virás e desejando que venhas do mesmo modo que, como diz Molero, um cego espera os olhos que encomendou pelo correio.[...]
António Lobo Antunes, memoria de Elefante. D. Quixote

[...] Este no es mi país, este no es mi país, este no es mi país la sutil llegada los miércoles del avión correo y la comida fresca, la paciencia infinitamente sabia de los luchazes, el sudor del paludismo vistiendo los riñones con cinturones de humedad pegajosa, la mujer que viene de Lisboa con el bebé de sorprendentes iris verdes para viajar con él al monte, su boca casi mulata sonriendo comestible sobre la almohada. Nombres mágicos: Cuíto-Cuanavale, Zemza do Itombe, Narriquinha, la Baixa do Cassanje cubierta de altas pestañas de girasoles en mañanas limpias como huesos de luz, bailundos pateados a las granjas del norte, São Paulo de Luanda imitando Areeiro contra la bahía. Qué sabe este tonto de África, se preguntaba el psiquiatra, aparte de los argumentos cínicos e imbéciles de la Acción Nacional Popular y los discursos de seminario de las botas serviles de Salazar, una virgen sin útero que se hace pasar por hombre, hijo de dos canónigos, me explicó una vez un paciente, qué sé yo que durante veintisiete meses viví en la angustia de las alambradas de espino por cuenta de las multinacionales, vi a mi mujer casi morir de falciparum, contemplé el lento fluir del Dondo, hice una hija en el Malanje de los diamantes, bordeé las desnudas colinas de Dala-Samba pobladas en la cima por los penachos de palmeras de las tumbas de los reyes Jinga, me fui y volví con la coraza de un uniforme impuesta sobre mi cuerpo, ¿qué sé yo de África? La imagen de la mujer que le esperaba entre los mangos de Marimba plagados de murciélagos que aguardaban el crepúsculo le llegó en un sacudida de añoranza violentamente física como una víscera que explota. Te quiero tanto que no se amarte, amo tanto tu cuerpo y lo que no es tu cuerpo en ti que no entiendo porque nos hemos perdido si te encuentro a cada paso, si siempre te he besado mas que la carne de la que estas hecha, si nuestro matrimonio se ha marchitado de juventud como otros de vejez, si despues de tí mi soledad se hincha de tu olor, del entusiasmo de tus proyectos y de la redondez de tus nalgas, si me ahogo de la ternura de la que no puedo hablar, aquí en este momento, amor, te lo ruego y te llamo, sabiendo que no vendrás y deseando que vengas de la misma manera que, como dice Molere, un ciego espera los ojos que ha encargado por correo.[...]

Traducción, R.Ferreira 

Let's be careful out there 

jueves, 8 de febrero de 2024

Inmerso en la consciencia de la infinitud

¡Ay! La verdadera fuente de la vida está junto a ti, y has levantado una piedra para adorarla. 
Kabir
Con estanque de luz, más allá.
 Yorgos Seferis

Venus temblando húmeda y pura sobre el horizonte, en un cielo de un azul casi negro. Me esfuerzo por leer en su luz y de esa luz brotan, durante unos segundos, los momentos en que he sido más feliz. Algo debe de haber en esa estrella. O más allá de su luz temblorosa, muda. Allá arriba debe de estar la verdadera vida, puesto que todo lo que en nosotros está vivo no cesa de ascender: árboles, aves, miradas. Por el contrario, todo lo que muere busca la caída hacia la tierra: hojas secas, aves heridas, la mirada del hombre derrotado.


Hay momentos en que tenemos la certeza de que no sabemos absolutamente nada. Sin embargo, no nos desesperamos, pues sabemos que en el fondo es una idea iluminadora, feliz. Es precisamente en esos momentos cuando nuestros labios repiten: «Solo sabemos que no sabemos nada y que además no deseamos saber nada». Porque hay ocasiones en que esa nada puede ser el todo, un vacío del que brota la plenitud de ser.


A veces, la mujer es ese resquicio por el que el mundo nos deja ver su carácter divino. El cuerpo de la mujer a nuestro lado o entre nuestras manos: el buen oro de lo misterioso fundido y solidificado, el Sueño cristalizado ¿Una prueba más de la sacralidad del mundo?


Todo es astral, digan lo que digan las mentes más radicalmente racionalistas. El autor del Eclesiastés pareció fijarlo muy bien. Hay días para leer y días para pasear, días para penar y días para gozar, días para plantar árboles y días para quedarse inmóvil en el lecho. Habría que ver hasta qué extremo la voluntad influye en lo astral. La oscura mecánica celeste contra la no menos oscura mecánica de nuestros nervios y de nuestras sangres. Esta es la gran cuestión, la gran batalla que a veces debemos entablar cada día, cada hora.

La prisa es una carrera hacia la muerte. La lentitud detiene el tiempo, ensancha el instante, propaga la vida en armonía.
Antonio Colinas, Tratados de armonía. Ed. Siruela

I
Estos poemas nacen de tu ausencia. Mira mis labios: están secos, solos. Tantas noches pasaron a los tuyos unidos, apurando cada poro de tu ser, que hoy no tienen ya razón para existir aquí, en el abandono. También el aire muere entre los robles y en sus copas se extinguen, poco a poco, los silbos de los pájaros, la queja emocionada del ocaso rojo. Todo muere. Las barcas van cansadas sobre las aguas muertas. Suena ronco el golpe de los remos. Te diré que, además de tu ausencia, ahora noto el desamor sembrado en mis entrañas como una muerte lenta, como un lloro. El desamor, las huellas del recuerdo, el sentir deshacerse cada gozo, descubierto a tu lado, sin remedio. Mira mis labios, mírame a los ojos desde la estancia oscura donde sueñas. Piensa, por mí que aún puede haber retorno para estos labios mudos, para el pecho en soledad que te aceptó amoroso.

 II 
Si a mi lado vinieras esta noche como el agua del lago hacia las rocas, otros sueños mejores gozaría en la presencia tierna de tu boca. Amor, entro en los bosques y pregunto por tu voz, mientras suena temerosa de tu ausencia, la mía y los murmullos apagados del viento entre las frondas. Un corazón de música, unas venas fluyendo en armonía silenciosa, cinco estrellas perdidas en mis manos, una hoguera de nieves o de rosas, de fuego enamorado, te persiguen más allá de los montes, de sus sombras. La lluvia fría de los astros puros acaricia mi frente. Amor, si ahora vinieses a mi lado, cuánto gozo libaría la noche temblorosa en mi pecho encendido, cuánta música destilarían estas cumbres hoscas. De un lado para el otro, interrumpiendo el sonido del aire, van las olas, la canción de la noche, larga, eterna. Sobre la yerba siento cada hora, cada instante fugaz que deja el tiempo, el rocío de los astros, los aromas. Pongo mi oído sobre el pecho en calma de la tierra que gira y suena sorda la sangre de tus venas. Y, turbándome, pasas la noche, amor, por mi memoria.
Antonio Colinas, Poesía completa. Ed. Siruela

Let's be careful out there. 




lunes, 5 de febrero de 2024

El tamaño del mundo

“Toda interpretación pende, juntamente con lo interpretado, en el aire; no puede servirle de apoyo. Las interpretaciones solas no determinan el significado”
 Wittgenstein, Investigaciones filosóficas

A minha vida parece acabar na janela
António LoboAntunes, Quarto livro de crónicas. Ed. D. Quixote 

Calamares y mejillones.La intensidad y la sensualidad. 
Breve reseña:
"Mi vida parece acabar en la ventana", escribió António Lobo Antunes en la crónica O Tamanho do Mundo (El tamaño del mundo), que forma parte del Quarto Livro de Crónicas (Cuarto libro de crónicas) (D. Quijote, 2011) y del que tomó el título para su 32ª novela, O Tamanho do Mundo, que salió a la venta el día en que el autor cumplió 80 años. La frase hace referencia al confinamiento del que sus obras parecen emerger cada vez más. Es a partir de este espacio de semiconclusión espacial, pero sobre todo narrativa, que Lobo Antunes busca el lenguaje que mejor encaje no con una explicación del mundo, sino con una armonía con el lenguaje del propio mundo.
Qué lenguaje para el caos, para el silencio, para la soledad - "la soledad se mide por el crujido de los muebles cuando estás solo"-, para el consumirse, para la muerte - "no sé lo que es la muerte, para mí no es más que una capilla provinciana con lluvia fuera"-, para la enfermedad, para el desajuste con la imagen que ves reflejada en el espejo, para el amor, para el sexo, para la pobreza de un "carrito de la compra casi vacío", para la infancia: "por ejemplo, los que no fueron felices de pequeños entienden mejor el pasado, recordando lo que no tuvieron con una sonrisa nostálgica". Qué lenguaje para "el odio feroz del mundo. "Mi vida parece acabar en la ventana". La frase hace referencia al confinamiento del que sus obras parecen emerger cada vez más. Es a partir de este espacio de semiconclusión espacial, pero sobre todo narrativa, que Lobo Antunes busca el lenguaje que mejor encaje no con una explicación del mundo, sino con una armonía con el lenguaje del propio mundo.
El lenguaje es cada vez más poético, circular, con los cortes y repeticiones que ya esperábamos, pero aquí parecen adquirir un ritmo más lento, como si el tiempo corriera y en el proceso abriera espacios para más yuxtaposiciones, con cada uno de los diecinueve capítulos funcionando como un círculo de significado, abriéndose a otro; cada uno una voz narrativa que corresponde a uno de los cuatro personajes principales de los que se compone la novela en diferentes etapas de sus vidas. Un hombre de 77 años lidia con el recuerdo de la época en que visitaba un sótano en los suburbios. Allí tenía una hija pequeña y una relación con una mujer humilde con la que nunca quiso comprometerse. La hija de ese hombre y su relación silenciosa con su poderoso padre. Una mujer más o menos de la edad de la hija "que cuida" del anciano, y un abogado también de origen humilde, amante de la secretaria y guardián de la fortuna que está acumulando la mujer que cuida del anciano.
En torno a estos personajes gravitan otros, algunos de ellos tomados de novelas anteriores. Es el caso de Deodata, dama de muchas canciones, procedente de O Esplendor de Portugal (1997), o de Ginja, de Os Cus de Judas (1979). Pero la sensación es que en este libro António Lobo Antunes revisita toda su obra. Ya sea en cuanto a los temas, no siempre de forma obvia -como la Guerra Colonial-, sino en la forma de llegar hasta aquí en el lenguaje, casi como si hubiera ido recorriendo un camino para formar un círculo que aquí se simplifica o perfecciona en la sólo aparente mayor facilidad con que este libro se presenta al lector.
Como el narrador de la crónica, de esa vida que termina en la ventana -dentro de ella o mirándola desde ella- António Lobo Antunes escribe sobre el mundo de forma cada vez más refinada y llega a un momento crucial en esta búsqueda. "Tengo setenta y siete años y todavía me queda mucho por recorrer", dice el primero de los narradores/personajes, a quien le falla la memoria - otro de los temas de António. El hombre que dice que la soledad se mide por el crepitar de los muebles por la noche, pero también que "la soledad es una tubería que vibra dentro de la pared, la protesta de esa tabla en el suelo que se indigna si la piso, una mancha de humedad, sólo una pequeña isla por el momento, que crece en las baldosas".
Estamos en espacios cerrados, casi siempre. Estrechos, oscuros. A partir de ellos se mide el mundo. Un mundo de aprehensión del espacio y del tiempo. Rural, urbano, de barrio, un mundo siempre interior hecho de napperones sobre los muebles -otra repetición- y de desorden en los pensamientos, pero visto desde el interior de "un sótano de un jardincito con columpio", de una plaza suburbana, con palomas a hombros -los pájaros, otra fijación-, desde un "sótano", desde "una casa llena de sombras y tazas", desde la "cama de una planta baja infinita" o desde una mansión con vistas a las luces de Almada, desde un pueblo hundido en un embalse. Es en este interior donde se construye el lenguaje en busca de significados capaces de abarcarlo todo. La soledad, el amor, la memoria, la pobreza, la muerte, la enfermedad, el marchitamiento del cuerpo y la forma en que el tiempo actúa sobre un rostro. Y cómo todo en él puede mirarse por separado. Los ojos, la nariz, las orejas. La forma en que ese rostro se compone cuando se despierta, cada parte de él intentando encontrar su lugar en el rompecabezas. "¿Qué somos cuando estamos dormidos? Explícamelo".
Categorizar las novelas de Lobo Antunes es un error. Entras en una y te das cuenta de que sólo puede ser uno de sus territorios. Son crónicas de la vida cotidiana, tratados sobre el lenguaje en los que hay un dominio ejemplar del habla de hombres y mujeres solos, sobre todo del habla popular; frases que funcionan como un coro en la tragedia de la que se hace pensamiento cuando hay miedo a la muerte, a la pérdida, al olvido, cuando hay trauma. La repetición es a la vez canción y demencia. A veces es una canción demencial. Otras veces estalla en humor - "¡Te gusta lo verde! o algo así como la col rizada"- y todo adquiere forma de sátira, de burla de una sociedad en la que los poderosos se burlan de los "sin poder" que utilizan el dedo meñique, de denuncia de "los que no han nacido en la abundancia". Podría ser una crónica basada en una pregunta, "¿cuál es exactamente el tamaño del mundo?", en la que se ejerce una respuesta que sabemos que siempre falla. Pero ésta, la novela más corta de António Lobo Antunes, también puede ser un poema a cuatro voces, basado en un centro: cómo encontrar la mejor manera de decir lo que nadie ha conseguido decir todavía. Lleva intentándolo desde 1979, cuando publicó Memória de Elefante. Lo ha estado intentando incluso ahora, 43 años después: "La soledad es una lágrima de grifo que recorre la oscuridad desde la cocina". O "pensándolo bien, la soledad (...) se mide por cartones de yogur vacíos con una cucharada de café dentro".
......................................................
Ahora el artículo, (en parte origen del libro) del Quarto Livro de Crónicaspag 277): 
 El Tamaño del mundo.

En las tardes lluviosas siempre es así: una vaga melancolía, añoranza de algo que ni siquiera conozco, aparte del hecho de que mi vida parece terminar en la ventana y, hacia la ventana, tristeza ante los árboles que de repente se me aparecen con forma humana. Personas que una vez conocí o que ni siquiera existen, una a una frente a mí, saludando. El deseo de tener un gato. El deseo de escuchar la  Patética en la radio. Un patio soleado, un estanque, patitos. Juguetear con las pesas de las balanzas de cocina que ya no existen, todas idénticas, cada vez más pequeñas, metidas en los agujeros, también cada vez más pequeños, de una caja de madera. Las pesas tenían un asa de la que tirar y faltaban una o dos. Me sentí como en una despensa con tarros de mermelada cuyas tapas estaban cerradas con un paño y un cordel  alrededor para mantenerla cerrada. Yo solo no podía deshacer el nudo. Olores a queso. La puerta del patio dando un portazo con el viento. ¿Alguien que salió y nunca volvió? El Sr. Januário a mí
- El mundo es grande, muchacho y su bigote amarillo por el cigarrillo. ¿De qué murió? Un día me dijeron
- El Sr. Januário murió
y la mujer pegó un trozo de papel con una cruz negra en el escaparate. El bigote amarillo del cigarrillo ha desaparecido hasta hoy. Y la fruta detrás del escaparate se llenó de repente de significado, mientras el carro con el señor Januário viajaba hacia el norte, llevando la grandeza del mundo entre las flores.
- Yo iba a bordo como un niño
esto para mí, que nunca había estado en un barco y lo que me habían ofrecido hasta entonces, en cuanto al mar, eran rocas y playas, por no hablar del fotógrafo ambulante que hacía retratos muy oscuros con una cámara de trípode. Los sacaba de un cubo, goteando
los dejaba secar
y se quedaban pegados en una pinza de la ropa durante un tiempo. Me llamo António y pensaba que cada gota se llevaba parte de la imagen consigo. Realmente es un mundo muy grande, señor Januário. No sé nada de la vida y quería ser escritor. Al final de la lluvia, los insectos. Aquellos con alas transparentes que asustan y zumban. Otros sin alas, con una corona de patas, subiendo y bajando terrones, obstinados y ciegos. Tantos misterios, tantos ruidos en la casa, el nuevo mandarino incapaz de beber agua sin ayuda. Trivialidades muy importantes que los años me han arrebatado, almanaques sin tapas, pasiones naufragadas. Si pudiera decir esto con un toque muy ligero, con palabras ligeras que los ojos casi no necesitan tocar, enseguida entran en nosotros como las luces de las casas abandonadas de salón en salón: si nos acercamos, se suspenden un instante, desaparecen y cuando desaparecen, no habían nacido. Me llamo António y qué misterio de nombre. Si mi nombre hubiera sido otro, ¿qué habría hecho con mis días? Una palidez azul bajo la lluvia y mi cama más despejada. ¿Me despertaré mañana crecido? ¿Envejeceré así? ¿Nos hablará el Sr. Januário de una nada de ausencias? El señor Januário, el señor Hermes, el señor Norberto que tocaba la flauta en un taburete de lona. Era relojero, se metía un tubo en la cuenca del ojo y fijaba el tiempo. Luego cayó enfermo y el tiempo dejó de molestarle. La flauta en el estuche a su lado y sus dedos equivocándose en la suma. ¿Ocho, diez, catorce? decía
-Catorce
y empezaba de nuevo, aprensivo, porque hacía un rato sólo tenía nueve.
Su hermana sacudió la cabeza, los contó por él, demostrándole que tenía diez, con la súplica en su rostro afligido
No te burles, muchacho
mientras el Sr. Norberto, sorprendido
juraba que catorce
tirando de su manga
¿Seguro que son diez?
y la flauta callaba. Su hermana le trajo sopa
- La sopita
El Sr. Norberto mirando la cuchara
- No puedo rodearla con los dedos
y no me burlé de ello, asombrado, mientras los insectos de alas transparentes zumbaban y zumbaban. No sólo bajo la lluvia los árboles me parecían humanos. Las gafas de la hermana del Sr. Norberto, pegadas con pegatinas, humanas. Su pequeño anillo. Sus zapatos.  En Una ocasión me llamó aparte:

- Mi madre llevaba una flor en el pelo cuando era joven.
Y estaba orgullosa de ello, sonrojada. Su boquita temblaba. Si yo fuera fotógrafo de playa y la fotografiara así (- Déjela secar)
se notaría en la película, se notaría el tamaño del mundo en la película.

Traducción, R.Ferreira 
 
Let's be careful out there