Cada coisa a seu tempo tem seu tempo.
Não florescem no inverno os arvoredos,
Nem pela primavera
Têm branco frio os campos.
À noite, que entra, não pertence, Lídia,
O mesmo ardor que o dia nos pedia.
Com mais sossego amemos
À lareira, cansados não da obra
Mas porque a hora é a hora dos cansaços,
Não puxemos a voz
Acima de um segredo,
E casuais, interrompidas, sejam
Nossas palavras de reminiscência
(Não para mais nos serve
A negra ida do Sol)
Pouco a pouco o passado recordemos
E as histórias contadas no passado
Agora duas vezes
Histórias, que nos falem
Das flores que na nossa infância ida
Com outra consciência nós colhíamos
E sob uma outra espécie
De olhar lançado ao mundo.
E assim, Lídia, à lareira, como estando,
Deuses lares, ali na eternidade,
Como quem compõe roupas
O outrora compúnhamos
Nesse desassossego que o descanso
Nos traz às vidas quando só pensamos
Naquilo que já fomos,
E há só noite lá fora.
Odas de Ricardo Reis.
Cuando en una vieja fotografía colocada sobre el recibidor del piso de mis padres, me encontré de nuevo con su rostro,una luz antigua se encendió en mi estómago y seguí su rastro hasta el verano del 84, nuestro primer verano lejos de la Mariña lucense.
Praia de Buarcos |
Alquilamos una casa amplia y confortable, no muy lejos da Praia da Figueira cercana al adosado donde vivían mis tíos, Umberto y Maruja,( hipocorístico gallego de una mujer portuguesa). Mi tía Maruja, todo un carácter, con el mismo mentón marcado de mi padre, distintivo de los Ferreira Lisboa. Sin embargo todos mis problemas se oscurecieron cuando apareció, de forma inesperada, la tormenta de mi prima Inho.
Pensar, recapacitar, decidir, ¿ en qué clase de estúpido me había convertido?
La vida volvió a mostrarme su pleno pulso el indeleble mediodía que vino a buscarme para dar una vuelta por la Serra da Boa Viagem, y contemplar las soberbias vistas de la Bahía, próximas al Cabo Mondego. Todas las respuestas estaban en los paseos por el parque de Las Abadías, en donde a veces , observábamos las evoluciones de los futbolistas do Ginasio, entre los que destacaban unos angoleños de físico portentoso. Todas las respuestas estaban en la forma en la que Paulo, cadete de las fuerzas aéreas " o meu namorado" decía ella , tenía de mirarme ,condescendiente , de soslayo: desde el principio intuí que no era trigo limpio, que la acabaría maltratando,como
así fue, lo supe años más tarde. Todas las respuestas estaban en mis carreras matutinas en la playa de Buarcos, luminoso arenal, en el que una mañana compartí entrenamiento con Joao, aquel atleta de ricitos y poderosos abdominales que le tiraba los tejos a mi hermana. Todas las respuestas estaban en las bellísimas filigranas de los azulejos de la Casa do Paço, en las visitas al mercado rebosante de mariscos, en la noche en la que mi padre en el Casino- con un par- ,acompañado al piano por el hijo del Señor Jolí, imbécil profesional que se había hecho rico con la industria del vidrio, improvisó un fado de Coimbra ante la estupefacción de los presentes. Todas las respuestas estaban en el día que me guió en la Universidad de Coimbra, donde estudiaba matemáticas, por el múltiple tañido de las campanas de la torre do Paço das Escolas , preciso como un libro de horas «nã podia aver boa ordem sem relógio» (no podía existir un orden adecuado sin reloj ), por el eco intemporal de los primeros versos de la Eneida en via Latina, Arma virumque cano, Troiae qui primus ab oris Italiam, fato profugus, Laviniaque venit ( Canto las armas y a ese hombre que de las costas de Troya
llegó el primero a Italia prófugo por el hado y a las playas lavinias), por los delicados azulejos de la capilla de San Miguel, en el brillo mudo de los volúmenes de la fastuosa biblioteca Joanina donde se conserva la primera edición de Los Lusíadas.
Todas las respuestas estaban en nuestra visita a Lisboa, en la brisa arremolinada en su pelo cerca de la torre de Belém, en la lección de historia de Portugal con que me obsequió en el claustro del Monasterio de los Jerónimos, en la inolvidable visita a la librería Bertrand donde me regaló un ejemplar del libro del desasosiego de Fernando Pessoa,, en el inefable silencio que se apoderó de mí ante el Tríptico de las tentaciones del Bosco en el Museo Nacional de Arte Antigua, en el café A Brasileira donde al salir me cogió de la mano.
Todas las respuestas estaban en la exquisita lubina a la brasa (róbalo na brasa) con patatas y judías verdes, que compartimos en el Caçarola, cerca del Casino. Deliciosa. En su punto. Verdaderamente jugosa por dentro y un pelín tostada por fuera, abierta ( se sirve en escalado) en una fuente que ocupaba toda la mesa.
Todas las respuestas anclaron en ella, y en ella, gastadas por el tiempo, transmutaron en pecio. Sin embargo, en el tiempo mítico no existe un verdadero antes o después, y todo es eternamente presente. Seguimos el rastro de las cosas , tomamos decisiones. Un toma y daca. No hay respuestas definitivas.