miércoles, 28 de junio de 2023

El Mochuelo

Escolios de un ácrata civilizado 

Puro éxtasis y alegría.Una fantasmagórica mezcla de ficción, memorias, entomología, guerra, sexo, muerte y destrucción. Nada puede preparar al lector para el alcance y la ambición de esta novela



[...] Detrás de esa primera línea de edificios se veían otros, cubiertos de estrellas. Había una villa maciza de tejas rojas, también había una casa rosa como un castillo, había bloques bajos del periodo de entreguerras, entreverados de hiedra, que tenían ventanas redondas y cuadradas con adornos Jugendstil en el hueco de la escalera y torreones grotescos en el tejado. Todo ello se perdía entre el follaje, ahora negro, de álamos y carpes que barría el cielo profundo, más oscuro cuanto más se acercaba a las estrellas. En las ventanas iluminadas se desarrollaba siempre una vida de la que yo capturaba fragmentos aislados: una mujer planchaba la ropa, un hombre en camisa blanca daba vueltas por la habitación del tercer piso, dos mujeres sentadas en unas butacas discutían sin parar. Solo tres o cuatro ventanas resultaban interesantes. En mis noches de excitación erótica permanecía junto a la ventana, a oscuras, hasta que se apagaban todas las luces y ya no se veía nada, a la espera de esas escenas, de esos desvelamientos de senos y nalgas y triángulos púbicos, de hombres revolcándose en la cama con mujeres o acorralándolas contra la ventana para poseerlas por detrás. Muchas veces las cortinas y los visillos estaban echados y yo me esforzaba entonces, entornando los ojos, por interpretar los movimientos abstractos y fragmentarios que centelleaban a través de la línea de luz sin cubrir; veía sobre todo muslos y caderas hasta que, apabullado, mi sexo se humedecía penosamente dentro del pijama. Solo entonces me acostaba para soñar que penetraba en aquellas habitaciones ajenas y que participaba en las complicadas maniobras eróticas que tenían lugar en su interior… Más allá de esta segunda línea de edificios, la ciudad se extendía hasta el horizonte, cubriendo la mitad de la ventana con una mezcla cada vez más diminuta, más confusa, más indistinta, más aleatoria, de vegetación y arquitectura, con las agujas de los álamos brotando aquí y allá y las extrañas cúpulas arqueándose entre las nubes. En la lejanía distinguía (me la había mostrado mi madre, de niño, en los cielos de después de la tormenta) la silueta en zigzag de los almacenes Victoria, unos cuantos bloques altos del centro, construidos muchos años atrás en forma de zigurat, cargados de anuncios luminosos, rojos, verdes y azules, que se encendían y se apagaban a diferente ritmo y, más lejos, tan solo las estrellas, que abarrotaban el horizonte y formaban a lo lejos una loma de oro viejo.[...]

Tu Ne Cede Malis 


El tiempo descubriendo la verdad

Soy de estirpe demasiado elevada
para convertirme en un esclavo, en un subalterno sometido a la tutela, en un servidor dócil, en instrumento de cualquier Estado soberano del mundo.
El rey Juan, acto V, escena 2. W.Shakespeare.


Cuando a lomos de mi bicicleta  observo el movimiento constante de las nubes me doy cuenta de que el progreso no existe; que a veces es mejor bajarse en el paraje menos indicado para reinventar desde esa supuesta periferia una mirada más inteligente. 
El Ejecutivo aprobó el 8 de marzo una inversión de 20.319 millones de euros en el Consejo de Ministros para desarrollar  el Plan Estratégico para la igual-dá efectiva entre Mujeres y Hombres. A bote pronto parece un magro avance en el progreso humano y  de calado parejo al "Proyecto gran simio", pero basta con mirar la evolución no lineral del homo sapiens,  para entender que eso que llaman progreso, esa línea inevitable por la que hay que transitar cumpliendo a cada paso metas y objetivos, lejos de llevar a parnaso alguno nos conduce hacia  un abrevadero de corrupción y desfalco de las arcas públicas en beneficio de un puñado de parásitas y parásitos politicos que viven del cuento.
Es cosa sabida que el infierno está vacío porque Lucifer y su hueste han decidido mudarse a la PSOE S.L et alii y que entre sus miembros más excelsos, entre los que desconozco si se encuentra Rocco Siffredi, hay un culto casi místico a la galbana mediocridad que a modo de invaluable lazo serpentea a traves de nuestra vida política, alimentada por la falsa noción de que mi ignorancia es tan buena como tu conocimento. Así pues, apretémonos los machos y vayamos preparando el culo y  nuestras nóminas pues al parecer sesudos y sesudas pelanas de encefalograma plano, han concluido que de forma paralela al meneito, el robocop, el birkidans, el crusaíto,  y el maiqueylason, existen, ahí es nada  nueve generos y once preferencias sexuales . Por un lado, entre los generos se distinguen de forma indubitable: el andrógino, el bigénero, el cisgénero, el género fluido, el género no conforme y el cuestionamiento de género: la hostia y el cáliz,  y en cuanto a las preferencias se refiere, la variedad es mayor que un surtido de galletas cuétara, pues como quien no quiere la cosa podemos elegir entre heterosexual,  bisexual, homosexual ,androsexual, polisexual, poliosexual, demisexual, pansexual, ginesexual y asexual. El horizonte de nuevos ministerios, Oenegés, agencias de colocación y demás departamentos de latrocinio que nos están preparando se divisa amplio e inclusivo. Y nos equivocamos de cabo a rabo si seducidos por vacuas promesas de cambio que no son otra cosa que más de lo mismo, acaso un tanto edulcorado, acudimos a unas urnas que no reflejan otra cosa que nuestro cadaver civil.
La única forma cívica de derribar toda esta estructura de antiguo régimen, de castas privilegiadas,  oculta tras la fachada de una democracia y bajo la  que vivimos sometidos a los caprichos y ocurrencias del tirano de turno, es activar la desobediencia civil que entre otras cosas consiste en no ir a votar en masa el día 23 de julio. Pero iremos ( irán) y seguiremos balando, y de nuevo, cuando lo consideren  oportuno, por nuestro bien, víctimas de miedos renovados, volveremos a dejar que nos embocen, nos esquilen y nos marquen con nuevas vacunas y nuevos codigos QR que enseñaremos obedientes a un camarero convertido en comisario para que nos deje entrar en un bar a tomar su diarréico café aguachirri.


Enviado desde el aeropuerto Tarradellas puerta de la otrora moderna ciudad de Barcelona devenida en atarjal infecto,  refugio de criminales y ladrones.

Let's be careful out there 

martes, 27 de junio de 2023

Dos marchando juntos

Haced Rizoma y no raíz, no plantéis nunca! ¡No sembréis, horadad! ¡No seáis uno ni múltiple, sed multiplicidades! ¡Haced la línea, no el punto! La velocidad transforma el punto en línea. ¡Sed rápidos, incluso sin moveros! Línea de suerte, línea de cadera, línea de fuga. ¡No suscitéis un General en vosotros! ¡Haced mapas y no fotos ni dibujos!
Deleuze /Guattari, Rizoma

En Caosmosis (1992)  Guattari escribe: “En las brumas y miasmas que oscurecen nuestro fin de milenio, la cuestión de la subjetividad retorna hoy como un leitmotiv. Lo mismo que el aire y el agua, ella no es un dato natural. ¿Cómo producirla, captarla, enriquecerla, reinventarla permanentemente para hacerla compatible con Universos de valores mutantes? ¿Cómo trabajar para su liberación, es decir, para su re-singularización? ¿El psicoanálisis, el análisis institucional, el cine, la literatura, la poesía, las pedagogías innovadoras, los urbanismos y arquitecturas creadores? Todas las disciplinas tendrán que conjugar su creatividad para conjurar las situaciones de barbarie, de implosión mental que se perfilan en el horizonte, y para transformarlas en riquezas y goces imprevisibles cuyas promesas son, a fin de cuentas, igualmente tangibles”. Mi respuesta es que todas las opciones propuestas para fortalecer nuestra subjetividad  se reducen a la capacidad de convocar recuerdos e hilvanarlos que es como subirse a una bicicleta; revivir es  remontarse y respirar aire puro para  inventar una manera propia de ver el mundo, para hablar y responder en nombre propio.
Por seguir este hilo de esquizoanálisis, en el pensamiento de Félix Guattari y Gilles Deleuze, la idea de máquina ( bicicleta) experimenta un cambio de paradigma decisivo respecto a los análisis marxistas de la sociedad industrial. Hasta entonces había sido considerada como un mero instrumento técnico que alienaba al individuo para convertirlo en una pieza más del engranaje de la producción capitalista. Este juicio se reformula como un núcleo abstracto capaz de contener una infinidad de relaciones humanas y no humanas. Bajo esta premisa, una máquina es el resultado de una serie de acoplamientos entre distintos componentes que responde a las exigencias de una determinada coyuntura y se moviliza al ritmo de sus flujos o cortes internos, pudiendo llegar a desintegrarse del mismo modo que se constituyó. Este desplazamiento de lo estático a lo dinámico, de lo individual a lo colectivo, de lo tecnológico a lo sociopolítico, incide en la oposición del carácter temporal y múltiple de lo maquínico frente a la pretensión de eternidad y uniformidad de lo estructural. En este sentido, “maquinar” supone la función primordial de la máquina, es decir, conspirar contra el poder establecido, imaginar nuevos agenciamientos posibles, inventar los medios necesarios para una transformación radical. La bicicleta como máquina puede convertirse en una poderosa arma politica al servicio del emboscado.
El cómo se afronta  una catástrofe inevitable, es un asunto de temperamento. De joven me enamoré de los clásicos e hice mío como lema un verso de Virgilio: Tu ne cede malis sed contra audentior ito (No te rindas ante la desgracia, sino que enfréntala con más audacia) pero ya fuera porque  he vivido en la comodidad  o por falta de agallas, no siempre he sido capaz de aplicarlo con la frecuencia que hubiese deseado. Volví  a Virgilio durante los días más  terribles del infame encierro pandémico impuesto por un Estado criminal y totalitario,  y volví a no ser capaz de desobedecer y limpiarme el culo con sus normas y sus códigos QR.
 Una y otra vez me encontraba ante  situaciones en las que la reflexión racional no encontraba vías de salida, pero luego sucedía lo inesperado y con ello mi salvación. No nos rindamos,  presentemos batalla y tengamos fe,  pues entre los resquicios de lo cotidiano surge de forma casi milagrosa la redención y la gracia. En esos instantes inusitados de luz se concentra la enseñanza del poema homérico: la compasión por la fragilidad humana, una piedad capaz de no sucumbir a la fascinación de la fuerza. 

Aristóteles sostiene que "sin amigos nadie querría vivir". Incluso los que disfrutan de poder y grandes riquezas, necesitan amigos, pues son "el único refugio" en la pobreza y la desgracia. La amistad atempera la soberbia  cuando somos jóvenes y alivia la vulnerabilidad de los más viejos. Y en los momentos de plenitud, contribuye a que prosperen los buenos proyectos y las nobles acciones. Aristóteles cita un célebre párrafo de la Ilíada: "Dos marchando juntos". Y añade: "Con amigos los hombres están más capacitados para pensar y actuar".

Let's be careful out there 

lunes, 26 de junio de 2023

El Mochuelo


Escolios de un ácrata civilizado 

La escritura de Cărtărescu es mágica, siempre a la búsqueda de fórmulas, hechizos, cambios de ritmo que sirven para desbrozar el camino y exorcizar nuestros más íntimos demonios.

[...] La nieve cuaja lentamente alrededor, susurrando de forma casi imperceptible, bajo la luz mortecina de una sola bombilla. «Mi mundo», murmuro, «el mundo que me ha sido concedido». Extiendo las manos, siento en la piel el beso helado, húmedo, dulzón de cada copo. Vuelvo el rostro hacia el cielo, tanto que siento la balaustrada con la apófisis de cada una de las vértebras que la tocan. Nieva sobre mi cara, sobre mis párpados cerrados, siento cómo se acumula la pelusa de la nieve sobre mi máscara, en esa zona ovalada donde se concentra casi toda mi humanidad, así como el ojo recibe casi todo lo que siente una persona. Yo soy mi rostro, un rostro de araña y de arcángel, de ácaro y de viento y de rayo y de terremoto. Mi rostro que brilla sin que yo lo sepa y que cubro con el velo silencioso de la nieve. Cuando siento los labios y los párpados entumecidos y, tras ellos, los huesos del cráneo de hielo f ino, con pompas de aire aquí y allá, me incorporo, me sacudo los cristales mezclados con agua y vuelvo a entrar en el capullo oscuro que rodea a mi madre. Ella sigue eligiendo las judías, que brillan ahora como perlas en la oscuridad oliva de la cocina y contempla muy atenta un punto del hule en el que no hay nada. De hecho, sé lo que está haciendo, lo he hecho también yo miles de veces. Deja que los globos oculares diverjan, levemente, en la superficie beis, con cuadrados marrones, del hule, contempla, sin fijarse, el conjunto, no lo contempla, de hecho, sino que ve, ve sin mirar los cuadraditos que empiezan a migrar, fantasmales, unos hacia otros, hasta que los cuadrados contiguos se superponen en filas que se despegan de su plano y el hule se transforma de repente en un cubo de luz, de aire luminoso y profundo, en el que las filas se sumergen en una perspectiva espectral, afilada, mística y cristalina, de tal manera que sabes que no estás contemplando un objeto de la realidad, sino que brilla hipnótico en el centro de tu occipital, en la zona visual de tu mente. Con los globos oculares paralelos, como los de los ciegos, ves tu campo visual, ves tu vista, vives feliz y meditativo tu interioridad pura, luminosa, extendida hasta el infinito de la mente [...]

Tu Ne Cede Malis 

El Mochuelo

Escolios de un ácrata civilizado 

La intensidad con la que todo ocurre aquí es la de una vigilia onírica construida peligrosamente cerca del engaño 

Qué erróneamente, qué insensatamente buscamos la certidumbre en nuestras criaturas, escribiendo libros siempre río abajo, de cascada en cascada, cada vez más diluidos y más borrosos, cuando deberíamos luchar como los salmones, hacia arriba en el torrente de tinta que forma los bucles de nuestras vidas, navegar de vuelta hacia las primeras páginas, la primera frase, la primera palabra, la primera letra y subir por fin, a través de la pluma de oro celestial, al reservorio insondable de la gracia, ahí donde se encuentran, dormidas, todas las historias"
Mircea Cartarescu, El cuerpo.

[...] No podría sostener de ninguna manera la aplastante arquitec­tura de mi vida si no fuera yo mismo, enteramente, uno de sus órganos sensoriales. Y, así como el ojo no puede recibir ni com­prender otra cosa que la luz pura, pues está esculpido por la luz en el hueso poroso de mi cráneo, y así como no hay nada en el mundo que pueda recibir y comprender la luz, también el paquete compacto de capas y membranas de mi cuerpo, con su anatomía y la melancolía de sus envoltorios, con su estructura tridimensional, tan difícil de comprender como la de un aldehído, es el solo, el enorme, el único órgano sensorial excitado exclusivamente por mi vida, por esta energía que no es ni luz, ni sonido, ni olor, ni sabor, ni sensaciones táctiles, ni cenestésicas, ni tampoco un desgarro de tejidos. Por lo demás, nada, nunca, podría percibir mi vida, esta viajaría en lo inexpresable como los billones de otros estímulos con los que nadie tiene nada que hacer, como la luz en los univer­sos sin globos oculares o como el frío en mundos sin epidermis. Soy un enorme órgano sensorial solitario que se abre, como los lirios de mar, para filtrar a través de la carne blanca de mis nervios los turbiones de esta vida única, de este mar único que me alimen­ta y me contiene. Un solo analizador, una sola célula sensual, lú­cida, que recibe sin cesar el viento solar de mi vida, con sus flecos caprichosos de aurora polar, con sus ocasos tortuosos y sus ocasos cegadores, que penetran entre las membranas transparentes, ilu­minan mis riñones y mis glándulas salivares, dibujan mi esquele­to con flúor y arsénico y tiñen con mercurio mis intestinos. Me modifican, producen alteraciones químicas, recuerdos y reflejos, imágenes y sonidos, liberan hormonas y sueños y ascensores y no­ches y rostros monstruosos, nunca antes vistos, y todo ese flujo orgánico y psíquico y trágico y ético y musical es enviado, a través de la fontanela, por los caminos ascendentes de la Divinidad, a través de sinapsis místicas y axones angelicales hacia el quiasmo óptico de la mente que nos abarca y, desde ahí, al tálamo del karma y a las proyecciones hacia las áreas sensoriales en las que se agrupan los santos y los jueces, con unos círculos dorados en torno a sus cráneos transparentes, y despiden lenguas de fue­go y cianuro, miden, sopesan, dividen. Transformada en códigos y símbolos, en ballets alegóricos, mi vida se extiende, deforme, por el cráneo de la Divinidad, la tutela como un arcoíris, como un homúnculo eléctrico con dedos gigantescos, con millones de articulaciones, con labios de saxofonista, pero con el cuerpo mi­núsculo de una lombricilla que cuelga de un hilo de seda. Pues la Divinidad es un cerebro enorme, una medusa solemne con millones de sentidos que se desliza por la noche abisal, débilmente iluminada por unas baterías de luz azul. Su bóveda late levemente y su transparencia es solo amor dorado. Una gigantesca medusa que piensa[...]

Tu Ne Cede Malis 


domingo, 25 de junio de 2023

Currentzis en su apogeo

Si el tiempo  transcurre tan rápidamente es porque no propagamos en él puntos de referencia. Lo mismo sucede con la luna en el cénit y en el horizonte. Por eso son tan lentos esos años de juventud, por ser tan plenos, y tan breves los años de vejez por estar ya constituidos.
Albert Camus, Carnets- Mai 1935- février 1942

Para transitar la altura artística de Teodor Currentzis hay que vivir por encima de los 8.000 metros. 
Currentzis aspira a traer al presente el verdadero espíritu de la música pretérita. No se trata de recuperar un sonido de época, sino de escuchar cada composición como la imaginó su creador. Pone un ejemplo: “A veces alguien toca una obra mía y, aunque no esté de acuerdo con la interpretación, la acepto como la única oportunidad que tengo para escucharla. El problema es que, pasados cien años, alguien piense que esa era la forma correcta de tocarla”. Currentzis a fortiori cree firmemente en su intuición para distanciarse de todos los directores, que divide entre reproductores e historiadores, y convertirse en un “poeta”.
Tras su proteica lectura de la Quinta publicada en abril de 2020, que el periódico alemán Die Welt proclamó como "La Quinta del siglo XXI", y que The Times definió como "uno de esos relatos incendiarios que hacen volar la corteza de la familiaridad para sugerir de nuevo la fuerza revolucionaria construida en esta partitura maestra", esta segunda incursión de Currentzis por la gigantomaquia sinfónica Beethoveniana alcanza una cotas a las que hay que subir sin oxígeno y en el más puro estilo alpino si lo que se quiere es disfrutar  de su verdadera plenitud, ofreciendonos a cambio un resultado fonográfico de la Séptima de Beethoven en el que parece que el director greco-ruso al frente de su conjunto MusicAeterna habla mentalmente con el genio de Bonn. 
Asimismo, con una estudiada megalomanía originada en un" fanatismo por Ludwig Van análogo al del joven protagonista de A Clockwork Orange" de  Anthony Burgess, Currentzis elude cualquier tradición interpretativa en aras de la creatividad, como esta grabación de la Sinfonía No.7, a la que no por nada Wagner bautizó como la “apoteosis de la danza” debido al dominio en ella de la estructura rítmica en la que el martilleo es frenético desde el inicio del Vivace, primer movimiento, una vez pasada la imponente introducción, que constituye un movimiento entero (poco sostenuto). Ahora bien, Currentzis y sus músicos, además de desplegar a lo largo de páginas y páginas de partitura todo el báquico  frenesí contenido en la obra, encuentran en la séptima un anhelo  nostálgico profundamente conmovedor:  en lugar de mimarnos con un baño tibio de semántica musical tranquilizadora, Currentzis nos ofrece una ducha fría tonificante y hormigueante. Más importante aún, al regocijarse libremente en el perfil expresivo, la  imagen genérica de la Sinfonía parece disolverse frente a nuestros oídos, para revelar superficies musicales prístinas.


Para Currentzis, la Séptima ostenta "la mejor forma jamás lograda en una sinfonía". Compara su perfección estructural a la del clasicismo ateniense, el cénit de la arquitectura clásica donde toda proporción y todo refinamiento de escala se coloca al servicio de la belleza espiritual que rinde homenaje a la protectora de la ciudad, la diosa Atenea. 
Como sucede en otras de sus grabaciones, la interpretación de
MusicAeterna de la séptima sinfonía de Beethoven es de primerísima categoría, y los sorprendentes giros y vueltas en la progresión musical de la obra , con acentuaciones inusuales de las líneas de cuerdas, son indicativos de la fuerte voluntad creativa del director. Como dice Peter Quantrill en la nota del libreto de esta dinámica Séptima de MusicAeterna, Teodor Currentzis busca "una arquitectura que descubra la espiritualidad, no un enfoque espiritual que intente encontrar la arquitectura". 
Yo habría pensado que más que descubrir, la arquitectura encuentra en ella la  gran cualidad de la Séptima que no es otra que  su "frescura y su  luz", sin perder de vista  como escribe Eugenio Trías" en su extraordinario libro La imaginación sonora "que el último movimiento de la Sinfonía Fantástica de Berlioz, con su Sabaoth y su Dies Irae, lo mismo que el primer movimiento de esa pieza inaugural del romanticismo, son impensables sin esta Sinfonía n7 en la mayor".
Pero no importa, estas y otras reflexiones no hacen más que subrayar el grado de dedicación, talento y perspicacia que se ha puesto en esta singularísima visión de la Séptima, que comparte verticalidad con otras miradas de altura como las de Manfred Honeck, Carlos Kleiber o Simon Rattle.

Diga lo que se diga,  probablemente no haya actualmente ningún director que polarice tantos desencuentros  como Teodor Currentzis. Algunos lo consideran un charlatán que baila frente a la orquesta de manera inapropiada en lugar de dar claramente el compás con la mano. Otros, entre los que me encuentro, perciben su baile como una manifestación profundamente emotiva que estimula a la orquesta a comprometerse plenamente con la tarea en cuestión. Y luego están los críticos a los que no les gusta que Teodor Currentzis no se presente ante la orquesta con frac, sino con pantalones ajustados a la moda y una cómoda chaqueta abotonada en la espalda.Y luego la rusofobia imperante que comparten sectarios, imbéciles e ignorantes, al alimón que tiene como resultado ataques a nivel personal en inanes foros sociales como Twitter y similares. Y es que  arrojar lodo de forma anónima parece ser una necesidad básica en amplios círculos de la sociedad humana, Nihil novum sub sole, cuando como en el caso de Currentzis, la crítica "condimenta" las reseñas de sus conciertos y grabaciones con comentarios fuera de lugar y ajenos a la dimensión artística y musical del  maestro greco-ruso. 
Poco importa a palurdos y paniagüados el compromiso, el trabajo excepcional de Currentzis como director titular de la Orquesta Sinfónica de SWR, ni la abrumadora reacción del público colgando el cartel de no hay billetes en cada uno de sus conciertos, ni sus impresionantes interpretaciones de las sinfonías de Mahler, Tchaikovsky y Shostakovich que no hablan sino en contra de todas  estas acusaciones.
Es evidente que no todo lo que aborda Teodor Currentzis resulta un acontecimiento musical de primer nivel, algo que el director de 49 años comparte con célebres antecesores, como Sergiu Celibidache, que no sólo fue director titular  de la Orquesta Sinfónica de SWR, sino que también prolongó las críticas de todo tipo en una medida comparable a la de Currentzis por su personalidad, que a uno puede emocionarle más el peso de Rattle (en Berlín), la exuberancia de Carlos Kleiber (con la VPO o el Royal Concertgebouw) o la aguda sensibilidad de Manfred Honeck ( en Pittsburgh), pero que esta grabación  de Currentzis es ya todo un referente   Beethoveniano está fuera de toda duda.

Let's be careful out there 




sábado, 24 de junio de 2023

El Mochuelo


 Escolios de un ácrata civilizado 

Prácticamente, en cada instante de nuestra vida realizamos una elección o una ráfaga de aire que nos arrastra por un pasillo y no por otro. La línea de nuestra vida se endurece después, se fosiliza y adquiere coherencia -pero también la simpleza del destino-, mientras que las vidas que habrían podido ser, que habrían podido desprenderse a cada momento de la ganadora, quedan reducidas a líneas de puntos, fantasmales: creodas, transiciones de fase cuántica, traslúcidas y fascinantes como los brotes que vegetan en el invernadero."

Mircea Cartarescu, Solenoide


Extracto: [...] Acababa de leer Niétochka Nezvánova, de Dostoievski, y me había parecido su mejor tex­to, inconcluso porque no podía ser continuado, porque el joven autor ha­bía llegado demasiado pronto a uno de los extremos de su mundo. [...] Había pensado mucho en el padre de Niétochka, en Efimov, que había aprendi­do a tocar el violín, abrasado por la pasión y la inspiración, solo, y hasta había logrado hacerse famoso en su remota provincia. La soberbia de un hombre fustigado por una fuerza fantástica no conoce límites: Efimov había llegado a considerarse el mejor violinista del mundo. Hasta que, escribe Niétochka  ¿podemos creerla? ¿Qué sabía esta joven sobre el arte, sobre la música, sobre el violín? ¿Cuánto la había atormentado su padre con su furiosa locura, con sus crisis de orgullo y con su posterior caída en la desesperación, la enfermedad y la bebida?), un «verdadero» maestro del violín vino de Moscú a dar un concierto. Naturalmente, naturalmente, tras escuchar al «verdadero», Efimov no volvió a coger el violín y desapareció de su propio mundo fantasmagórico, del mundo de su hija y del mundo del propio Dostoievski, apenas dejó tras de sí el penoso aroma de la tragedia y de la condena en scherzo. Un pobre hom­bre engañado por el diablo mezquino de la provincia. Creo que nadie, nunca, al leer Niétochka, ha puesto en duda la mediocridad de Efimov como violinista, su ridícula gloria de tuerto en el país de los ciegos, su penoso autoengaño. Pero yo, que durante unos cuantos meses del verano del 76 viví como él y como los dioses, asustado por mi propia grandeza, por la omnipotencia del ser que me habitaba y guiaba mi mano sobre el papel, de tal manera que mi poema se había vertido en las páginas sin bo­rrones, sin revisiones, sin añadidos, sin reescrituras, como si me hubiera limitado a separar, línea a línea, una banda alba que cubriera las letras y las palabras, sabía que Efimov había sido ciertamente un gran violinista, demasiado grande y demasiado novedoso y demasiado venido de ningu­na parte como para poder ser comprendido de verdad. Sabía que ni el gobernador ni los que lo rodeaban, aunque habían sentido la fuerza de su arte, habían percibido más que una gran luz sin límites y no habrían sido capaces de explicar por qué aquella música, distinta por completo de la música local, los conmovía tan profundamente[...]

Tu Ne Cede Malis 













viernes, 23 de junio de 2023

Sir Roger Scruton: Un maestro contracorriente

 

Beauty can be consoling, disturbing, sacred, profane; it can be exhilarating, appealing, inspiring, chilling. It can affect us in an unlimited variety of ways. Yet it is never viewed with indifference: beauty demands to be noticed; it speaks to us directly like the voice of an intimate friend. If there are people who are indifferent to beauty, then it is surely because they do not perceive it.

Roger Scruton 

La belleza puede ser consoladora, perturbadora, sagrada, profana; puede ser estimulante, atrayente, inspiradora, escalofriante. Puede afectarnos de una variedad ilimitada de maneras. Sin embargo, nunca se contempla con indiferencia: la belleza exige que se le preste atención; nos habla directamente como la voz de un amigo íntimo. Si hay personas indiferentes a la belleza, seguramente es porque no la perciben. 


La estética es una rama de la filosofía que explora la naturaleza del arte, la belleza y el gusto. No sólo tiene en cuenta experiencias artísticas tradicionales como las obras de arte en un museo o una representación de ópera, sino también experiencias cotidianas como las hojas de otoño en el parque, o incluso simplemente la luz del sol poniente cayendo sobre la mesa de la cocina. También se trata de su experiencia cuando eliges la camisa que te vayas a poner hoy o cuando te preguntas si deberías poner más sal en la sopa. La estética está en todas partes. La estética es uno de los aspectos más importantes de nuestra vida.

Por el contrario, no es tarea de la estética decir qué obras de arte son buenas y cuáles son malas. No es tarea de la estética decirte qué experiencias merece la pena vivir: eso es cuestión de cada uno, pero cualquier  experiencia que tenga algun valor, se convierte en objeto de la estética. Esto es importante, porque pensar en la estética de esta forma tan inclusiva ( no confundir con el feminazismo imperante) abre nuevas vías para entender viejas cuestiones sobre el aspecto social de nuestros juicios artísticos y la importancia de los valores estéticos para nuestro propio yo. Y es precisamente sobre el  juicio estético de lo que trata con una prosa clara y maravillosa Sir Roger Scruton en su libro "La belleza". 

Aunque está dirigido a un público general como una introducción a la estética filosófica, Roger Scruton explora con su estilo característicamente lúcido y penetrante una gama mucho más amplia de temas. La estructura principal se centra en juzgar la belleza y para ello se concentra en cuatro tipos de belleza: “la belleza humana, como objeto de deseo; la belleza natural, como objeto de contemplación; la belleza cotidiana, como objeto de razones prácticas; y la belleza artística, como forma de significado y objeto de gusto” siendo el enfoque de estos temas más filosófico que histórico, psicológico o evolutivo.

El primer capítulo informativo y útil comienza destacando varios lugares comunes sobre la belleza: la belleza nos agrada; una cosa puede ser más bella que otra; la belleza es siempre motivo para atender a quien la posee; los juicios de belleza se refieren a objetos bellos, no al estado mental del sujeto; y uno debe experimentar y juzgar la belleza por sí mismo. Estos lugares comunes conducen a la conocida paradoja de que, si bien un juicio de gusto genuino puede estar respaldado por razones, estas razones nunca pueden llegar a ser un argumento deductivo, como observó Kant. Scruton sugiere que experimentar la belleza es reconocer una forma de adecuación o armonía, que se aplica no solo a las obras de arte, sino a muchas cosas comunes, como la disposición de una habitación o una escena en la calle, o un estribillo musical : el placer es el de centrarse en el objeto, no debido a cualquier beneficio práctico que pueda proporcionar. Mientras los escépticos cuestionan la objetividad de la belleza, Scruton argumenta que es un valor real y universal anclado en nuestra naturaleza racional y que juega un papel indispensable en la configuración del mundo humano.

La mayor parte del libro encarna este enfoque muy tradicional, con referencias a Kant, Hume, Platón, Collingwood y otros, pero los lectores familiarizados con el pensamiento  del británico y que buscan las opiniones a veces polémicas de Scruton no se sentirán decepcionados. De hecho, el libro es una extraña mezcla de un tratamiento analítico de muchos de los principales problemas de la estética junto con las opiniones siempre estimulantes pero a veces idiosincrásicas de Scruton sobre temas como el arte erótico y la pornografía, el modernismo, el arte y la moralidad, la relación entre el valor estético y lo sagrado, y el kitsch como profanación de la belleza.


Scruton, en su análisis, no sigue la práctica estándar de comenzar con un análisis de la belleza artística, sino que solo vuelve a ese tema después de analizar la belleza humana, la belleza natural y la belleza cotidiana. Su tratamiento de la belleza humana ensaya algunos de los temas de su controvertido Sexual Desire y concluye que "el juicio de belleza, incluso en el contexto del deseo sexual, se centra en cómo una cosa se presenta a sí misma " a la mente que contempla”. En definitiva, al experimentar la belleza de una persona, saboreamos los rasgos físicos que atraen nuestra mirada y se integran en las formas en que nos relacionamos. La idea de la belleza humana penetra nuestro juicio sobre las personas y  la palabra "hermoso" se usa a menudo para describir el aspecto moral de una persona.

El capítulo sobre la belleza natural sigue la Crítica del juicio estético de Kant en muchos aspectos, sugiriendo que el cultivo de una actitud contemplativa hacia los objetos y paisajes naturales trasciende culturas y épocas históricas. Al mismo tiempo, discrepa de los análisis contemporáneos de la belleza natural que insisten en que la apreciación estética adecuada de la naturaleza debe estar guiada por ciencias ambientales como la ecología y la geología en lugar de analogías con los aspectos formales y expresivos de la belleza encarnados en las artes. Scruton responde que “el interés estético en la naturaleza es un interés en las apariencias, y no necesariamente en la ciencia que las explica”, ya que “las apariencias son portadoras de significado y el foco de nuestras preocupaciones emocionales”.

Al referirse a lo que él denomina “belleza cotidiana”, encuentra confirmación de su opinión de que la clave de la belleza y la apreciación o juicio estético de los objetos bellos reside en la idoneidad, la disposición correcta o adecuada, una armonía que se reconoce en las apariencias. Él cree que esto es cierto no solo para los jardines y la arquitectura, sino incluso con respecto a la artesanía y la decoración. Tomando el ejemplo de un objeto ordinario como el marco de una puerta, sugiere que nuestra preocupación es si se ve bien y luego afirma, quizás de manera controvertida, que "esta no es una pregunta que pueda responderse en términos funcionales o utilitarios". Más bien, la búsqueda de lo que parece correcto es una búsqueda de consenso y, por lo tanto, es parte de la búsqueda de un orden social viable y el reconocimiento y valoración del gusto como uno de sus componentes.

Lo que sigue es el capítulo más largo dedicado a la belleza artística. Aquí los valores estéticos de Scruton emergen con toda su fuerza, comenzando con una diatriba contra el modernismo y el arte pop y dirigida específicamente contra las obras de Duchamp y Warhol, que dice que comenzaron como una buena broma pero que son “absolutamente estúpidas hoy”( afirmación con la que discrepo radicalmente en lo referente a Duchamp) . 

El buen gusto es importante, y “cuando se trata de arte, el juicio estético se refiere a lo que debería y no debería gustarte”. Scruton considera que el 'debe' aquí tiene peso moral . Recuerda la distinción radical introducida por Croce y retomada por Collingwood entre el arte propiamente dicho y el pseudoarte , que es diseñado simplemente para entretener, excitar o divertir. Señala correctamente, sin embargo, que el arte genuino puede entretenernos, pero lo hace en la literatura y el drama al “crear una distancia suficiente para engendrar una simpatía desinteresada por los personajes, en lugar de nuestras propias emociones vicarias”. Revisa varios subtemas en la estética de la belleza artística: expresión, estilo, forma y contenido, significado y metáfora, ilustrándolos muy bien con discusiones sobre arquitectura y música. Aquí se apoya en dos de sus libros anteriores, The Aesthetics of Architecture (Princeton1979) y The Aesthetic Understanding( Methuen, 1983). A lo largo de su discusión sobre varios tipos de belleza artística, repite su tema de la importancia artística y el significado más amplio de la idoneidad: “En el arte como en la vida, la idoneidad está en el corazón del éxito estético. Queremos que las cosas encajen, de manera que encajen con nosotros”. Una observación interesante es cómo Scruton vincula la moralidad con el éxito o el fracaso artístico, afirmando que “muchas de las fallas estéticas en las que incurre el arte son fallas morales: sentimentalismo, falta de sinceridad, santurronería, moralizarse a sí mismo” 

De hecho,  en el resto del libro, tres capítulos completos, explora varios vínculos entre el arte y la moral y revela los valores políticos y morales conservadores de Scruton, pero de una manera razonada que fomenta el compromiso crítico del lector. En “Gusto y orden”, afirma que el gusto estético está “íntimamente ligado a nuestra vida personal e identidad moral”. ya que es parte de nuestra naturaleza racional luchar por valores compartidos y una comunidad de juicio .Incluso cree,de manera sorprendente para mí, que la moda es parte integral de nuestra naturaleza como seres sociales, y el decoro y la propiedad son parte integral del sentido de la belleza, conceptos que abarcan igualmente las esferas estética y moral. 

Aunque Scruton parece creer que la conformidad con las convenciones y normas sociales es parte de la moralidad personal, es difícil comprender cómo, incluso si este fuera el caso, uno podría extender esto a su gusto por la belleza artística o natural. Scruton intenta esto, sin embargo, de una manera más bien indirecta pero inteligente que aún es cuestionable. Vuelve a la paradoja que surge de lo que llamó los lugares comunes de la belleza, que aunque intentamos buscar el consenso sobre nuestros juicios de gusto, no podemos probar estrictamente que sean verdaderas. Nada garantiza que un juicio de gusto sea correcto, y la búsqueda de la objetividad debe llevar a otra parte, hacia el establecimiento de una experiencia compartida.

Scruton luego recurre al célebre ensayo de Hume, “Sobre el estándar del gusto”, enfocándose en qué características debe poseer un crítico para ser tomado en serio como confiable. Desafortunadamente, no proporciona una discusión lo suficientemente detallada como para presentar su punto de vista de manera convincente. Sólo dice que las características son “delicadeza y discernimiento” y concluye que el juicio de gusto refleja el carácter de quien lo hace: “Las características del buen crítico, tal como las concibió Hume, apuntan a virtudes que, en el pensamiento de Hume, son vitales para la buena conducta de vida, y no sólo a la discriminación de cualidades estéticas”. Pero en su ensayo, Hume también intenta detallar lo que es necesario para lograr la delicadeza y el discernimiento adecuados: la práctica de un arte en particular y el frecuente estudio o contemplación de diferentes tipos de belleza; experiencias múltiples de la obra de arte; experiencia en la comparación de diferentes obras; y libertad de prejuicios. No es obvio que el argumento de Scruton pueda reforzarse con la aplicación adicional de los detalles de Hume. Scruton termina este capítulo con el comentario de que sus dos últimos capítulos intentarán justificar su creencia de que estas virtudes apuntan a una objetividad que vincula la belleza y la moralidad: nada más lejos de la realidad, a mi  modesto entender 

Desafortunadamente, esta promesa nunca se cumple. El carácter predominante de los dos últimos capítulos, "El arte y el eros " y "La huida de la belleza", parece estar centrado en las diatribas contra la pornografía y varias formas de arte posmoderno.

El argumento contra la pornografía en “Arte y Eros” es demasiado simple. La pornografía se encuentra fuera del ámbito del arte porque es incapaz de belleza. Es incapaz de la belleza porque su propósito es despertar el deseo vicario, mientras que el propósito del arte que se ocupa del deseo sexual es retratar el deseo sexual sin despertarlo. Scruton completa la premisa que faltaba para evitar la pregunta de principio, que es que si el arte retrata el deseo sexual y también lo despierta, entonces eso es un defecto estético. Pero, ¿es este un defecto que sería suficiente para concluir que no es arte?. Tampoco parece plausible distinguir la pornografía del arte simplemente sobre la base de su propósito o la intención de su creador. La lógica subyacente de Scruton se encuentra en cambio en uno de sus principios morales primarios, tomado de Kant, "que tratar a alguien como un objeto y no como un fin en sí mismo es inmoral". Sin embargo, parece posible que se pueda aceptar este principio sin concluir que la representación o retrato de un sujeto que se ha convertido en un objeto y por lo tanto se destruye su humanidad es ipso facto equivale a negar el estatus de arte a esa representación. El asunto es mucho más complejo que esto. Sin embargo, Scruton es sensible a los matices de estos temas, y su extensa discusión sobre la distinción entre lo erótico y lo pornográfico es esclarecedora.

En el capítulo final, “La huida de la belleza”, Scruton hace una distinción importante entre dos tipos de 20 artistas del siglo. A los primeros los llama “modernistas”, representados por Eliot, Matisse y Schoenberg, a quienes les preocupaba que el arte contemporáneo se desprendiera de las verdaderas intenciones artísticas y de la búsqueda de la belleza para convertirse en ejercicios mecánicos, repetitivos y sin finalidad espiritual. El segundo tipo tiene como ejemplos a Rothko, de Kooning y Pollock, cuyos fines o al menos cuyos productos, según Scruton, constituyen una huida de la belleza o, como él dice de manera más contundente, un “deseo de estropear la belleza, en actos de iconoclastia”. Scruton considera esto la profanación de la belleza, y estas páginas contienen secciones sobre lo sagrado y lo profano, la idolatría, la profanación y la adicción al placer sin ningún contenido ideacional. Así que tenemos a los buenos y a los malos, que en el peor de los casos solo producen kitsch. Su  prodigiosa mente analitica no es capaz de desprenderse de las ligaduras que amarran, a su por otra parte lucidez de análisis, a sus provincianos perjuicios inexplicables en un filósofo de su prestigio.

A pesar de su controversia ocasional y puntos de vista idiosincrásicos, La belleza de Scruton es una exploración reflexiva y desafiante no solo de algunos temas centrales en la estética, sino también del lugar que ocupa la experiencia de la belleza  en nuestras vidas. Una referencia indispensable para todo aquel que se encuentre interesado en el pensamiento estético y en la teoría de lo bello en general.

Roger Scruton

Let's be careful out there 

jueves, 22 de junio de 2023

El Mochuelo


Escolios de un ácrata civilizado 

A una lontananza incalcolabile,
immerso ancora nel rosso sole
del tramonto, come uscito da un
incantesimo, Giovanni Drogo vide
allora un nudo colle e sul ciglio di esso
una striscia regolare e geometrica,
di uno speciale colore giallastro:
il profilo della Fortezza.
Oh, quanto lontana ancora. Chissà
quante ore di strada, eil suo cavallo
era già sfinito. Drogo la fissava
affascinato, si domandava che cosa
ci potesse essere di desiderabile
in quella solitaria bicocca, quasi
inaccessibile, cosi separata dal
mondo. Quali segreti nascondeva?...

Dino Buzzati, Il deserto dei tartari

A una distancia incalculable,
todavía bañada por el sol rojo
del ocaso, como salido de un
hechizo, Giovanni Drogo vio
entonces una colina pelada y en su borde una raya regular y geométrica
de un especial color amarillento:
el perfil de la Fortaleza.
Oh, qué lejos todavía. Quién sabe
cuántas horas de camino, y su caballo
estaba ya exhausto. Drogo la miraba
fascinado, se preguntaba qué
podría haber de deseable
en aquel lugar solitario, casi
inaccesible, tan separado del
mundo. ¿Qué secretos ocultaba?...

Tu Ne Cede Malis 

miércoles, 21 de junio de 2023

El Mochuelo


Escolios de un ácrata civilizado

La Biblioteca Nacional de Francia ha concedido su 14º premio literario a Pascal Quignard. Menos mal que aún quedan algunos reductos de la cultura oficial donde se premia la exquisitez y lo extraordinario, aunque en el caso de la literatura de Pascal Quignard su grandeza sobrepase todo tipo de ceremonias.


" Tous les matins du monde sont sans retour" Todas las mañanas del mundo son sin retorno. Esta frase, de fuertes connotaciones heracliteanas, que abre abrupta y sorprendentemente los Pequeños tratados, contiene, a mi juicio, no sólo la esencia de su propia célula germinal, sino también la de toda la obra de Quignard. Nos introduce en su pensamiento, nos hace penetrar en su espacio literario, que nos aparta del modo familiar de pensar, del sentido común de las cosas.


La erudición es un ascetismo, y la lectura no es un pasatiempo cultivado: es un ejercicio espiritual. Le he dedicado todos los días de mi vida, y ningún día ha sido ocioso. Es una alegría que nunca me ha faltado, y es una alegría que continúa en este premio que la BnF ha tenido a bien concederme", declaró Quignard tras la noticia. 

C’est l’une des œuvres les plus exigeantes et les plus singulières de la littérature française contemporaine que le jury du prix de la BnF a choisi d’honorer cette année. En explorant tous les champs de la création littéraire, Pascal Quignard nous invite, livre après livre, à nous concentrer sur l’essence d’un bonheur qui ne serait pas béat, prenant sa source dans le Carpe diem lucide d’Horace, pour témoigner du poids indéniable de la littérature dans nos existences. »

Laurence Engel, présidente de la BnF

Es una de las obras más exigentes y singulares de la literatura francesa contemporánea que el jurado del Premio de la BnF ha elegido honrar este año. Explorando todos los campos de la creación literaria, Pascal Quignard nos invita, libro tras libro, a centrarnos en la esencia de una felicidad que no sería dichosa, tomando su fuente en el lúcido Carpe diem de Horacio, para dar testimonio del peso innegable de la literatura en nuestras vidas 

Il était temps que la BnF honore cet écrivain majeur de notre littérature, à la fois romancier, dramaturge, scénariste, esthète, et poète. »

Jean-Claude Meyer, président du Cercle de la BnF

Ya era hora de que la BnF rindiera homenaje a este importante escritor de nuestra literatura, que es también novelista, dramaturgo, guionista, esteta y poeta.

Jean-Claude Meyer, Presidente del Círculo de la BnF

TU Ne Cede Malis 







Lucian Freud: el alma de la piel

 Sus cuerpos son sus confesiones, su camuflaje moral, defectuoso o desconchado: tienen el cuerpo que se merecen 
Saul Bellow

Con motivo del centenario del nacimiento del artista, tuvo lugar en el Museo Thyssen de Madrid (del 14 de febrero al 18 de junio) la muestra titulada Lucian Freud "Nuevas Perspectivas". La exposición traza la prolífica carrera de Freud a lo largo de siete décadas para considerar cómo, con su obstinada dedicación al género del retrato, El pintor siempre se opuso a las cambiantes ortodoxias del arte de la posguerra, y muy especialmente a la abstracción. La retrospectiva profundiza  también en la fascinación entre el artista y el modelo, una preocupación constante en Freud, ya sea que sus modelos fueran familiares o celebridades.

Asombrar, perturbar, seducir, convencer, son cuatro de las ideas que reciben al visitante y todas ellas alcanzan su máxima expresión en la pintura que más me gusta de todas las expuestas que no es otra que la fascinante Bella and Esther (1988), que representa a las hijas adolescentes del artista recostadas  en el destartalado sofá que se repite de cuadro en cuadro, junto con otros aspectos  de la habitación, ejemplo prístino de la idea de intimidad y teatralidad presentes a lo largo de toda la obra del Berlinés. 
Así, el efecto del interior del estudio embadurnado de pintura se parece mucho a un nido que Lucien Freud ha ido construyendo poco a poco, casi accidentalmente, a través de las rutinas de su trabajo. Las paredes mismas, aparte de los destellos y las costras de la pintura vigorosamente aplicada con llana, están bañadas en un marrón neutro provocando un efecto extraño, efecto que Freud  acepta porque humaniza, personaliza los espacios; delante de Bella y Esther puedes sentir que fuera del estudio hay una calle muy transitada, con tráfico, tiendas, restaurantes y transeúntes, pero que tras las persianas, el ruido queda amortiguado y en el interior reina la paz aunque esa paz no sea tal, nunca lo es.
 Además no debemos perder de vista  que a finales de la década de 1980 (cuando las pintó) , Freud estaba acumulando áreas de pintura densa y coagulada, particularmente evidentes en las cabezas, las manos y los pies, lejos de las delgadas veladuras de color usadas con anterioridad y que Freud no tenía interés alguno en la composición u otras preocupaciones pictóricas convencionales. Más bien, sus pinturas son sobre la observación sostenida y concentrada de un tema. Pintaba una pequeña sección de la superficie a la vez y fue indiferente a las disparidades en proporción, color y textura, por lo que, las figuras de sus hijas pueden parecer mal proporcionadas e incluso más torpes de lo que probablemente se sintieron cuando mantuvieron poses fijas durante meses. Sin embargo, su despiadada precisión al registrar exactamente lo que vio, lo mejor que pudo, produjo algo excepcional, algo que trasciende las reglas habituales de la pintura : todo ello aparece reflejado en Bella y Esther. Pero, es sabido que todo viene de algún lugar y Bella y Esther no íba a ser menos.
El desarrollo de la pintura en Londres desde la Segunda Guerra Mundial hasta la década de 1970 es la historia de amistades entrelazadas, experiencias compartidas e inquietudes artísticas entre una serie de aclamados artistas, como Francis Bacon, Lucian Freud, Frank Auerbach, David Hockney, Bridget Riley, Gillian Ayres, Frank Bowling y Howard Hodgkin. Según  el crítico Martin  Gayford la pintura prosperó en la capital británica con la bohemia del Soho como telón de fondo en los años cuarenta y cincuenta y el Swinging London de los sesenta.
 En su excepcional libro, Modernists & Mavericks, Gayford muestra cómo, influidos por maestros tan diferentes como David Bomberg y William Coldstream, y conscientes de la obra de contemporáneos como Jackson Pollock, así como de las tradiciones del arte occidental desde Piero della Francesca hasta Picasso y Matisse, los pintores de la posguerra se aliaron en su confianza de que este medio antiguo, en oposición a la fotografía y otros medios, podía hacer cosas nuevas y maravillosas.
Uno de los temas subyacentes de Modernists & Mavericks es que la barrera entre lo "abstracto" y lo "figurativo", que parecía en aquella época un positivo telón de acero, era en realidad mucho más porosa.
Hubo individuos que cruzaron esta línea en ambas direcciones en más de una vez; otros, como Howard Hodgkin, dejan sin sentido tal distinción. La verdad que constituye el núcleo del libro es que todos ellos estaban obsesionados con lo que Gillian Ayres ha definido como "lo que se puede hacer con la pintura". Todos compartían la creencia de que con la pintura podían realizar obras que con otros medios, la fotografía, por ejemplo, no podían. Este era el factor común que los unía: la confianza en que este antiguo medio podía hacer cosas nuevas y maravillosas. 
El mundo social que habitaban Freud y Craxton era íntimo, en el sentido de que casi todo el mundo se conocía. Estaba atravesado por complejas relaciones amorosas que apenas tenían en cuenta el género o el estado civil. Se trataba de un barrio de la bohemia londinense, que era -como ha señalado David Hockney- "un lugar tolerante". Allí prevalecían, a mediados del siglo XX, actitudes que no llegarían a la población en general hasta cincuenta años mas tarde. En su aceptación de la idiosincrasia y el exceso era un microcosmos del futuro. Ahora bien, desde mi punto de vista, la aproximación a una estética figurativa estrictamente londinense de los aislados iconoclastas del Soho, no se sostiene. Por poner sólo dos ejemplos: Bacon fue siempre un expresionista cromático con alucinaciones surreales  y Auerbach un depresivo que liberaba color a base de brochazos opacos y,...Lucian Freud era otra cosa. 
Casado con la pintora Lorna Garman, cercana a la sensibilidad de Bloomsbury, Lucian se integró pronto a la transgresión del Soho. Pero el acoso tormentoso de lady Caroline, heredera  Guinness, con la que se fugó a París acabó por convertirlo en un bohemio exquisito, y su amistad con Bacon en un depredador sexual: no sorprende el espléndido y desolador realismo expresionista que ha inundado su pintura desde entonces. Como Bacon, es un destructor de personajes que se desentiende de la representación realista para dar con la desnuda personalidad de sus modelos cuya intimidad parece que inunda el espacio plástico y condiciona la elaborada construcción figurativa con motivos biográficos. No olvidemos que en la casa familiar había grabados de Hokusai y Durero y que su abuelo Sigmund, que era "maravillosamente comprensivo y divertido" con el interés de Lucian por el arte, también le dio material, incluyendo grabados de Las Estaciones de Bruegel y una copia ilustrada de Las mil y una noches de las que ambos eran verdaderos entusiastas.  
Desde muy temprano una de las características mas  notables de la obra de Lucian Freud es su obsesiva atención al detalle. En Hombre y ciudad (1940-41), el  nivel de minuciosidad es tan extremo que recuerda algunos ejemplos de arte Outsider. Así, Carola Zentner observaba asombrada cómo Lucian hacía un dibujo increíblemente detallado de una niña, en el que parecía plasmar cada pelo del pelaje de su mono de juguete (Juliet Moore, Asleep, 1943). Para el pintor  es importante suscitar los movimientos faciales, las miradas y las expresiones a través de las cuales en gran parte nos reconocemos y nos comunicamos. Pero para ello el artista debe interactuar con el modelo. Así pues, la conversación no es sólo un subproducto de las sesiones de retrato, una forma de pasar el tiempo y evitar que el retratado se hunda en un lodazal de aburrimiento sino una oportunidad para el  mutuo conocimiento, especialmente útil para un artista como Lucian Freud, cuya forma de trabajar exige tanto tiempo del modelo.

En 1954, Lucian Freud , escribió unas notas sobre "su enfoque" para la revista Encounter, que todavía describen en cierto modo lo que hace: "El sujeto debe ser observado atentamente: si se hace así, día y noche, el sujeto, él o ella, acabará revelando el todo sin el cual la propia selección no es posible". Lo que un  joven Freud no añadió, es que esta observación es inevitablemente un intercambio. Mientras el artista reúne los materiales necesarios para el retrato, el modelo, accidental y automáticamente, recibe un conjunto similar de observaciones del artista.  Para el pintor berlinés, todo lo que representa es un retrato. Su particularidad en la historia del arte es que es consciente de la individualidad de absolutamente todo.Tiene una sensibilidad completamente no platónica, por decirlo en términos filosóficos. En su obra, nada es generalizado, idealizado o genérico. Insiste en que los objetos más humildes y para la mayoría de la gente anodinos tienen sus propias características. Incluso en el caso de un artículo manufacturado, como una camisa, encuentra que un ejemplo será ligeramente diferente de otro, un hilo colgando tal vez, una vuelta diferente del cuello".
 "Hace un año, mientras pintaba un bodegón de cuatro huevos, descubrió que, al examinarlos de cerca, cada uno mostraba rasgos personales distintos. Así que el bodegón se convirtió en una especie de retrato de grupo. De ello se deduce que todos los cuadros de Freud sobre personas son retratos. Le gusta llamar a sus desnudos "retratos al desnudo". Esta atención al detalle no significaba, por supuesto, que incluso entonces incluyera todo lo que veía. Sería una manera mecánica y para un artista improductiva de trabajar. Seleccionaba e incluía lo que le parecía relevante para el cuadro. Los ojos y el pelo, en esa etapa, parecían fascinarle especialmente. En términos de biología y psicología, ese instinto era absolutamente correcto". Aunque es casi imposible hacer una descripción exacta con palabras de cualquier rostro humano más allá de las generalidades, pelo castaño, nariz grande, labios finos, en realidad cada conjunto de rasgos humanos está minuciosamente individualizado. Cada uno es único. Los verticilos, radios y manchas del iris -tan finamente dibujados en las obras de Lucien Freud de hace más de medio siglo, como Hombre de noche (Autorretrato) (1947-48), difieren ligeramente en cada miembro de la raza humana: pronto sacaremos dinero de los cajeros automáticos y pasaremos los controles fronterizos basándonos en los patrones de nuestro iris.
 En su libro La poética del espacio (1958), el crítico y filósofo Gaston Bachelard cita el consejo de un diccionario de botánica: "Lector, estudie el bígaro en detalle y verá cómo el detalle aumenta la estatura de un objeto". Usar una lupa", comenta Bachelard un poco más tarde, "es prestar atención". Hace sesenta años, Lucien Freud  parecía pintar con lupa, lo que era un signo de la intensidad de la atención que prestaba a su tema. Se intuye su apiración a medirse  con Cranch , Hals o Rembrandt. " Su pintura es una busqueda permanente de la verdad por la que trabajó siempre del natural, con un lenguaje plástico que compagina insolencia  e independencia, traspasando en ocasiones el límite del decoro.
Aunque su obra ha ido cambiado enormemente con los años, eso no ha cambiado. Por supuesto, los modelos humanos difieren de los huevos y las camisas en muchos aspectos pero  van configurando "una manera de entender la pintura" que focaliza el hecho pictórico en tres asuntos: el cuerpo humano, como "topografía y escenario de las pulsiones, los deseos, la convivencia,  el dolor y el sufrimiento"; el "territorio compartido" de escenarios y paisajes, fundamentalmente del Londres gris y oscuro. 
La noción de lo hecho a mano, el esfuerzo individual, el compromiso obsesivo al margen de consideraciones personales, y el énfasis no sólo en la imaginería representativa, sino literalmente en el arte figurativo, es una cuestión que ha pasado a primer plano en los últimos años. Casi sin excepción, el objeto del intenso escrutinio de Freud eran esposas, amantes, amigos, conocidos y compinches, incluso delincuentes menores, de todo un amplio espectro social, un puñado del mundo del arte, varios millonarios y aristócratas, incluso una o dos supermodelos. También estaban los retratos por encargo de "los grandes y los nobles"  que también podían convertirse en amigos (incluso se rumorea que una de las pocas veces que Freud fue a visitar a su modelo, en lugar de las aparentemente interminables sesiones en su estudio, él y la Reina hablaron de caballos y carreras; las carreras y el juego fueron durante un período significativo otra obsesión). Es cierto que Freud tuvo ayuda en las últimas décadas, en la persona de su ayudante de estudio David Dawson, también pintor. Dawson era otro par de manos que ayudaban en la ardua preparación de herramientas, pinceles, pintura, y también un modelo constante para el artista, y un amigo. No empuñaba el pincel pero debemos a su cámara, al igual que al relato de Martin Gayford sobre la realización de su retrato, el acceso público a los procedimientos de Freud. 
 Otro tema fundamental, un motivo a lo largo de las siete décadas de su práctica pictórica,  han sido los animales.  Los que más afecto despertaron en el pintor fueron los caballos, que tanto en pintura como en dibujo constituyen con diferencia el tema más sencillo. De colegial  se escapaba de su dormitorio para dormir en el establo. En el ámbito doméstico, los compañeros elegidos son sobre todo los perros, y en particular los whippets. Los whippets parecen subrayar la capacidad de Freud para encontrar lo extrañamente inquietante: criaturas elegantes, demacradas y afectuosas que parecen menos perros que criaturas de otro mundo, "cuya anatomía no se ve empañada por rizos". A su manera, los whippets están tan expuestos como el ser humano desnudo, con un  desapego curiosamente inocente y paradójicamente afectuoso. 


La exposición se cierra con un grupo de retratos desnudos en los que la huellas del tiempo y de la vida sobre la carnalidad nos enfrenta con nuestra vulnerablidad;  en los que una luz envolvente domina la reflexión sobre la plasticidad de la carne, sobre el valor de lo táctil, del volumen, de la crueldad, y de lo radical.
Ernst Jünger refleja en un breve escolio ( recogido por Yvars) la confesión de un pintor a su hijo, que acaba de terminar un cesto de frutas admirado por todos: "eres digno de elogio porque has tratado de alcanzar lo alcanzable. Esto lo ha logrado la maestría, la destreza. Pero un día te sobrecogerá la sed de lo inalcanzable [...] Entonces pintarás frutas que nadie a probado jamás. En ese momento estarás solo. Un dardo en la diana de los últimos cuadros pintados en su estudio de Holland Park por Lucian Freud a través de los que nos aborda para que entablemos con ellos una conversación filosófica sobre toda la construcción mental y visual  integradas sin fractura a lo largo de toda su pintura.

Let's be careful out there 


lunes, 19 de junio de 2023

Sangre y fuego, y vapor de humo

An epic of drenched sensuality and absurdly chewable dialogue, as though Don DeLillo and Joseph Heller had collaborated on a Vietnam war novel

Una epopeya empada de sensualidad y diálogos absurdamente masticables, como si Don DeLillo y Joseph Heller hubieran colaborado en una novela sobre la guerra de Vietnam

 Steven Poole, New statesman



Árbol de humo, de Denis Johnson, es  la mejor novela sobre la guerra de Vietnam que he leído, y eso incluye libros como Coming Home, de George Davis, One to Count Cadence, de James Crumley, y The Quiet American, de Graham Greene. 
Johnson es un escritor de una tosquedad claramente americana: "un analfabeto metafísico", un ángel de la chatarrería capaz de convertir lo que en cierto modo es una novela victoriana: 600 páginas, "millones de personajes" y una trama que ofrece una clave de las mitologías más o menos controvertidas de la participación estadounidense en el sudeste asiático (Vietnam, principalmente, pero con importantes referencias también a Filipinas ), en un artefacto narrativo claramente moderno en el que con cada giro, la revelación prometida se oculta de la forma más segura. Hablo de la CIA,  pero hablo, más en general, de una misión literaria que invita a la comparación con Don DeLillo, Robert Stone, Joseph Conrad (sobre todo hacia el final) y, por supuesto, Graham Greene (uno de los personajes está indeciso sobre si es un americano tranquilo o simplemente es feo).
La historia gira en torno a un oficial de la CIA llamado William "Skip" Sands, que viaja a Vietnam en 1967 como parte de un equipo que está realizando operaciones encubiertas contra Vietnam del Norte. Su jefe es su tío, el Coronel  Sands, un legendario guerrero de contrainsurgencia conocido por todos como "el Coronel", que se cierne sobre el libro como un demonio. Está destinado a ser un personaje mítico en el corazón de la oscuridad, con un toque del ficticio Kurtz en la novela de Conrad y ecos del Coronel Edward Lansdale de la vida real, el arquitecto de la doctrina de contrainsurgencia en Vietnam.
La operación negra ( black operation) que están ejecutando Skip y el coronel se conoce como "Árbol de humo": un proyecto de «guerra psicológica» que pretende llenar con alucinógenos los túneles que, al parecer, recorren el subsuelo del país, para que los soldados rebeldes que los utilizan se vuelvan locos. A medida que se desarrolla la novela, descubrimos que esto puede ser un intento de usar un doble agente vietnamita para engañar a Hanoi haciéndoles creer que Estados Unidos está planeando un ataque diabólico contra el Norte, y que el "árbol de humo" puede ser "un hongo". Johnson incluye teorías interesantes sobre la gestión de agentes dobles, quienes, "llevan dos almas en un solo cuerpo". Pero las maquinaciones de la novela de espías son solo una trama secundaria. El árbol de humo es el paisaje irreal de la guerra misma. 
Las personas y los acontecimientos surgen del denso follaje narrativo y luego desaparecen. Atrapados en un cenagal de banalidad, los diálogos parecen no aportar nada, salvo su propia capacidad para continuar. Pero incluso cuando la trama parece vararse, ni por un momento nos  planteamos abandonar su lectura, pues cuando parece que no va a ninguna parte y a pese a que en ocasiones la historia desaparece como un camino invadido por la vegetación, la novela conserva su singular y resbaladiza forma  de atracción. 
Resulta difícil elaborar una reseña convincente de este libro de múltiples capas, ya que suceden tantas cosas a tantos niveles y entre tantos personajes durante un largo periodo de tiempo que sería tan infructuoso  como acotar Luz de agosto o Finnegans Wake, a los que , por otro lado el libro de Johnson no se parece más que en la calidad de su ejecución. Son obras de arte complejas, a veces laberínticas, que desafían un examen breve.
Escrito a menudo con un estilo tranquilo y sobrio que desmiente la locura y la violencia que se filtran por todos los aspectos de la vida en la selva vietnamita hace más de cuarenta años, Árbol de humo martillea sutilmente al lector con una rabia incesante que es la verdadera naturaleza de la locura de la guerra. Los incidentes más mundanos (borracheras en pueblos y ciudades vietnamitas, conversiones nocturnas en cabañas de bambú con líderes locales y figuras religiosas, etc.) se ven salpicados por granadas de mano activas que ruedan por un suelo de tierra arrojadas por Dios sabe quién en la oscuridad de una noche húmeda en la que los insectos se han vuelto extrañamente silenciosos y la muerte se cierne a la luz de las velas.
Árbol de humo, es una historia sobre la guerra, sobre todas las guerras, y sobre gente que ha perdido el rumbo y  en particular, sobre americanos en el purgatorio que esperan impacientemente la llegada del Apocalipsis. Es un libro tremendo, muy largo pero muy rápido, un gran paseo sobre un torbellino que comienza triste y se vuelve más y más triste, gira impredeciblemente de un lado a otro, y luego se tambalea hacia abajo tan repentinamente al final, que consigue retorcernos el estómago.
Es una obra que viene con la armadura y pertrechos de una Novela Mayor: gran tema histórico (Vietnam), institución cultural semimítica (inteligencia militar), lapso de tiempo prolongado (1963-70, con una coda ambientada en 1983) y extensión irrazonable (614 páginas ), todo lo cual sería desagradable si no fuera de hecho, lo que es, una obra maestra que nos transmite imágenes arrebatadoras y tan delirantemente bellas como dolorosas.
Es cierto que la amplitud y extensión del libro, requieren un poco de paciencia por parte del lector, tal vez el tipo de atención a la página que Norman Mailer ha sugerido que los lectores jóvenes ya no poseen debido a que la televisión, con sus constantes interrupciones comerciales, ha destruido su capacidad de concentración. Pero para un lector con energía, las recompensas llegan constantemente: uno tiene la sensación de que todos los personajes del largo y colorido elenco de Árbol de humo están en una excursión dantesca a través de un infierno de intenciones equivocadas, en  un mosaico masivo de personas e historias que se superponen y se separan. 
 Por otro lado y desde un punto de vista filosófico, da la sensación de que Johnson pretende casar su sensibilidad con una visión política más concreta, utilizando la guerra como una forma de abordar la incognoscibilidad de la experiencia en el sentido más amplio, como si pretendiese una metafísica del campo de batalla, una ajuste de cuentas psíquico con Vietnam, la búsqueda del alma en un mundo sumido en la adicción y la violencia.
En realidad, en el centro de la visión dramatizada del mundo de Johnson está la creencia de que son los destrozados y dañados, los oprimidos, los que están mejor situados para alcanzar - "resistir" es probablemente un verbo mejor- la iluminación. Es como una inversión de la idea de la ley de la selva, donde los árboles compiten entre sí para alcanzar el cielo en busca de la luz. 
Para Johnson las verdaderas revelaciones están a ras de suelo, en medio de la degradación de la papilla y el pantano, lo que transforma el libro en un monstruo  sacudido constantemente a la vida por sus propios circuitos dañados, una masa de piezas de repuesto todas unidas con un sentido implacablemente trastornado de propósito y citas de Artaud y Cioran.
La figura del perdedor es, en definitiva, la que adquiere el único protagonismo, y no precisamente porque su papel sea más literario: las guerras las ganan, si es que cabe hablar de vencedores en una competición que se basa en qué bando tiene menos bajas, las naciones, pero las pierden los hombres: uno de los bandos resulta vencedor y acaba subyugando al otro pero, individualmente, todos los soldados –esos hombres que “siempre que miran atrás ven a alguien llorar”- resultan perdedores

El vencedor no es, pues, el que derrota al supuesto enemigo, sino el que consigue derrotar al miedo. La verdadera conquista no consiste en expandirse en el territorio ni en eliminar al otro, sino que es el resultado de la cantidad de miedo que un bando es capaz de infundir en el otro. Y de la cantidad de humanidad que uno es capaz de mantener; no se trata tanto de sobrevivir a los ataques del enemigo como de mantener la salud mental. Como dice un soldado: "Yo empecé con un deseo ardiente de freírles la mente. Y ahora me paso el día intentando evitar que me explote la mente a mí." Al final del libro, todos los personajes principales están destrozados por sus versiones de la adicción a Vietnam. "Este lugar es Disneyland en ácido", dice el sargento Jimmy Storm, un operativo particularmente sádico que está convencido de que el Coronel está en la última misión encubierta cuando en realidad está muerto. Antes de que Skip pierda el control, ofrece este veredicto: "Esto no es una guerra. Es una enfermedad. Una plaga". Ese es uno de los temas más poderosos del libro: Vietnam alimentó un anhelo nacional: "no podíamos salir, no podíamos quedarnos adentro; la guerra nos controlaba a nosotros y no al revés..."
La habilidad de Johnson para traducir el dialecto de la guerra la forjó  de la manera más dura durante los años en los que según cuenta él mismo, era un adicto a las drogas. Su virtuosismo verbal es tan grande que la lectura se hace rápida, feliz, deseosa, y sentimos que hay algo que crece y nos inquieta aunque nada de lo que cuenta parece tener sentido, aunque nadie entiende lo que pasa, aunque nadie sabe lo que hace. Los servicios de inteligencia no averiguan nada, no saben nada, se mueven por intuiciones o por prejuicios. Árbol de humo tiene eso que el escritor norteamericano Alex Shakar llama «esencia paradójica»: fascina tanto por su precisión como por su vaguedad. Denis Johnson posee esa magia del detalle que es la marca  de los grandes novelistas norteamericanos. ¿Cómo sabe tantas cosas?, nos preguntamos una y otra vez. ¿Cómo puede conocer esos detalles de la vida real?.
 Al final, ni falta ni sobra nada en esta maravilla literaria que se yergue de pronto ante nuestros ojos: las formas, los colores, el sentido del tiempo, la evocación del espacio, la temperatura, la causticidad, el sonido de las voces de los que hablan, todo está ahí.

Let's be careful out there