viernes, 23 de junio de 2023

Sir Roger Scruton: Un maestro contracorriente

 

Beauty can be consoling, disturbing, sacred, profane; it can be exhilarating, appealing, inspiring, chilling. It can affect us in an unlimited variety of ways. Yet it is never viewed with indifference: beauty demands to be noticed; it speaks to us directly like the voice of an intimate friend. If there are people who are indifferent to beauty, then it is surely because they do not perceive it.

Roger Scruton 

La belleza puede ser consoladora, perturbadora, sagrada, profana; puede ser estimulante, atrayente, inspiradora, escalofriante. Puede afectarnos de una variedad ilimitada de maneras. Sin embargo, nunca se contempla con indiferencia: la belleza exige que se le preste atención; nos habla directamente como la voz de un amigo íntimo. Si hay personas indiferentes a la belleza, seguramente es porque no la perciben. 


La estética es una rama de la filosofía que explora la naturaleza del arte, la belleza y el gusto. No sólo tiene en cuenta experiencias artísticas tradicionales como las obras de arte en un museo o una representación de ópera, sino también experiencias cotidianas como las hojas de otoño en el parque, o incluso simplemente la luz del sol poniente cayendo sobre la mesa de la cocina. También se trata de su experiencia cuando eliges la camisa que te vayas a poner hoy o cuando te preguntas si deberías poner más sal en la sopa. La estética está en todas partes. La estética es uno de los aspectos más importantes de nuestra vida.

Por el contrario, no es tarea de la estética decir qué obras de arte son buenas y cuáles son malas. No es tarea de la estética decirte qué experiencias merece la pena vivir: eso es cuestión de cada uno, pero cualquier  experiencia que tenga algun valor, se convierte en objeto de la estética. Esto es importante, porque pensar en la estética de esta forma tan inclusiva ( no confundir con el feminazismo imperante) abre nuevas vías para entender viejas cuestiones sobre el aspecto social de nuestros juicios artísticos y la importancia de los valores estéticos para nuestro propio yo. Y es precisamente sobre el  juicio estético de lo que trata con una prosa clara y maravillosa Sir Roger Scruton en su libro "La belleza". 

Aunque está dirigido a un público general como una introducción a la estética filosófica, Roger Scruton explora con su estilo característicamente lúcido y penetrante una gama mucho más amplia de temas. La estructura principal se centra en juzgar la belleza y para ello se concentra en cuatro tipos de belleza: “la belleza humana, como objeto de deseo; la belleza natural, como objeto de contemplación; la belleza cotidiana, como objeto de razones prácticas; y la belleza artística, como forma de significado y objeto de gusto” siendo el enfoque de estos temas más filosófico que histórico, psicológico o evolutivo.

El primer capítulo informativo y útil comienza destacando varios lugares comunes sobre la belleza: la belleza nos agrada; una cosa puede ser más bella que otra; la belleza es siempre motivo para atender a quien la posee; los juicios de belleza se refieren a objetos bellos, no al estado mental del sujeto; y uno debe experimentar y juzgar la belleza por sí mismo. Estos lugares comunes conducen a la conocida paradoja de que, si bien un juicio de gusto genuino puede estar respaldado por razones, estas razones nunca pueden llegar a ser un argumento deductivo, como observó Kant. Scruton sugiere que experimentar la belleza es reconocer una forma de adecuación o armonía, que se aplica no solo a las obras de arte, sino a muchas cosas comunes, como la disposición de una habitación o una escena en la calle, o un estribillo musical : el placer es el de centrarse en el objeto, no debido a cualquier beneficio práctico que pueda proporcionar. Mientras los escépticos cuestionan la objetividad de la belleza, Scruton argumenta que es un valor real y universal anclado en nuestra naturaleza racional y que juega un papel indispensable en la configuración del mundo humano.

La mayor parte del libro encarna este enfoque muy tradicional, con referencias a Kant, Hume, Platón, Collingwood y otros, pero los lectores familiarizados con el pensamiento  del británico y que buscan las opiniones a veces polémicas de Scruton no se sentirán decepcionados. De hecho, el libro es una extraña mezcla de un tratamiento analítico de muchos de los principales problemas de la estética junto con las opiniones siempre estimulantes pero a veces idiosincrásicas de Scruton sobre temas como el arte erótico y la pornografía, el modernismo, el arte y la moralidad, la relación entre el valor estético y lo sagrado, y el kitsch como profanación de la belleza.


Scruton, en su análisis, no sigue la práctica estándar de comenzar con un análisis de la belleza artística, sino que solo vuelve a ese tema después de analizar la belleza humana, la belleza natural y la belleza cotidiana. Su tratamiento de la belleza humana ensaya algunos de los temas de su controvertido Sexual Desire y concluye que "el juicio de belleza, incluso en el contexto del deseo sexual, se centra en cómo una cosa se presenta a sí misma " a la mente que contempla”. En definitiva, al experimentar la belleza de una persona, saboreamos los rasgos físicos que atraen nuestra mirada y se integran en las formas en que nos relacionamos. La idea de la belleza humana penetra nuestro juicio sobre las personas y  la palabra "hermoso" se usa a menudo para describir el aspecto moral de una persona.

El capítulo sobre la belleza natural sigue la Crítica del juicio estético de Kant en muchos aspectos, sugiriendo que el cultivo de una actitud contemplativa hacia los objetos y paisajes naturales trasciende culturas y épocas históricas. Al mismo tiempo, discrepa de los análisis contemporáneos de la belleza natural que insisten en que la apreciación estética adecuada de la naturaleza debe estar guiada por ciencias ambientales como la ecología y la geología en lugar de analogías con los aspectos formales y expresivos de la belleza encarnados en las artes. Scruton responde que “el interés estético en la naturaleza es un interés en las apariencias, y no necesariamente en la ciencia que las explica”, ya que “las apariencias son portadoras de significado y el foco de nuestras preocupaciones emocionales”.

Al referirse a lo que él denomina “belleza cotidiana”, encuentra confirmación de su opinión de que la clave de la belleza y la apreciación o juicio estético de los objetos bellos reside en la idoneidad, la disposición correcta o adecuada, una armonía que se reconoce en las apariencias. Él cree que esto es cierto no solo para los jardines y la arquitectura, sino incluso con respecto a la artesanía y la decoración. Tomando el ejemplo de un objeto ordinario como el marco de una puerta, sugiere que nuestra preocupación es si se ve bien y luego afirma, quizás de manera controvertida, que "esta no es una pregunta que pueda responderse en términos funcionales o utilitarios". Más bien, la búsqueda de lo que parece correcto es una búsqueda de consenso y, por lo tanto, es parte de la búsqueda de un orden social viable y el reconocimiento y valoración del gusto como uno de sus componentes.

Lo que sigue es el capítulo más largo dedicado a la belleza artística. Aquí los valores estéticos de Scruton emergen con toda su fuerza, comenzando con una diatriba contra el modernismo y el arte pop y dirigida específicamente contra las obras de Duchamp y Warhol, que dice que comenzaron como una buena broma pero que son “absolutamente estúpidas hoy”( afirmación con la que discrepo radicalmente en lo referente a Duchamp) . 

El buen gusto es importante, y “cuando se trata de arte, el juicio estético se refiere a lo que debería y no debería gustarte”. Scruton considera que el 'debe' aquí tiene peso moral . Recuerda la distinción radical introducida por Croce y retomada por Collingwood entre el arte propiamente dicho y el pseudoarte , que es diseñado simplemente para entretener, excitar o divertir. Señala correctamente, sin embargo, que el arte genuino puede entretenernos, pero lo hace en la literatura y el drama al “crear una distancia suficiente para engendrar una simpatía desinteresada por los personajes, en lugar de nuestras propias emociones vicarias”. Revisa varios subtemas en la estética de la belleza artística: expresión, estilo, forma y contenido, significado y metáfora, ilustrándolos muy bien con discusiones sobre arquitectura y música. Aquí se apoya en dos de sus libros anteriores, The Aesthetics of Architecture (Princeton1979) y The Aesthetic Understanding( Methuen, 1983). A lo largo de su discusión sobre varios tipos de belleza artística, repite su tema de la importancia artística y el significado más amplio de la idoneidad: “En el arte como en la vida, la idoneidad está en el corazón del éxito estético. Queremos que las cosas encajen, de manera que encajen con nosotros”. Una observación interesante es cómo Scruton vincula la moralidad con el éxito o el fracaso artístico, afirmando que “muchas de las fallas estéticas en las que incurre el arte son fallas morales: sentimentalismo, falta de sinceridad, santurronería, moralizarse a sí mismo” 

De hecho,  en el resto del libro, tres capítulos completos, explora varios vínculos entre el arte y la moral y revela los valores políticos y morales conservadores de Scruton, pero de una manera razonada que fomenta el compromiso crítico del lector. En “Gusto y orden”, afirma que el gusto estético está “íntimamente ligado a nuestra vida personal e identidad moral”. ya que es parte de nuestra naturaleza racional luchar por valores compartidos y una comunidad de juicio .Incluso cree,de manera sorprendente para mí, que la moda es parte integral de nuestra naturaleza como seres sociales, y el decoro y la propiedad son parte integral del sentido de la belleza, conceptos que abarcan igualmente las esferas estética y moral. 

Aunque Scruton parece creer que la conformidad con las convenciones y normas sociales es parte de la moralidad personal, es difícil comprender cómo, incluso si este fuera el caso, uno podría extender esto a su gusto por la belleza artística o natural. Scruton intenta esto, sin embargo, de una manera más bien indirecta pero inteligente que aún es cuestionable. Vuelve a la paradoja que surge de lo que llamó los lugares comunes de la belleza, que aunque intentamos buscar el consenso sobre nuestros juicios de gusto, no podemos probar estrictamente que sean verdaderas. Nada garantiza que un juicio de gusto sea correcto, y la búsqueda de la objetividad debe llevar a otra parte, hacia el establecimiento de una experiencia compartida.

Scruton luego recurre al célebre ensayo de Hume, “Sobre el estándar del gusto”, enfocándose en qué características debe poseer un crítico para ser tomado en serio como confiable. Desafortunadamente, no proporciona una discusión lo suficientemente detallada como para presentar su punto de vista de manera convincente. Sólo dice que las características son “delicadeza y discernimiento” y concluye que el juicio de gusto refleja el carácter de quien lo hace: “Las características del buen crítico, tal como las concibió Hume, apuntan a virtudes que, en el pensamiento de Hume, son vitales para la buena conducta de vida, y no sólo a la discriminación de cualidades estéticas”. Pero en su ensayo, Hume también intenta detallar lo que es necesario para lograr la delicadeza y el discernimiento adecuados: la práctica de un arte en particular y el frecuente estudio o contemplación de diferentes tipos de belleza; experiencias múltiples de la obra de arte; experiencia en la comparación de diferentes obras; y libertad de prejuicios. No es obvio que el argumento de Scruton pueda reforzarse con la aplicación adicional de los detalles de Hume. Scruton termina este capítulo con el comentario de que sus dos últimos capítulos intentarán justificar su creencia de que estas virtudes apuntan a una objetividad que vincula la belleza y la moralidad: nada más lejos de la realidad, a mi  modesto entender 

Desafortunadamente, esta promesa nunca se cumple. El carácter predominante de los dos últimos capítulos, "El arte y el eros " y "La huida de la belleza", parece estar centrado en las diatribas contra la pornografía y varias formas de arte posmoderno.

El argumento contra la pornografía en “Arte y Eros” es demasiado simple. La pornografía se encuentra fuera del ámbito del arte porque es incapaz de belleza. Es incapaz de la belleza porque su propósito es despertar el deseo vicario, mientras que el propósito del arte que se ocupa del deseo sexual es retratar el deseo sexual sin despertarlo. Scruton completa la premisa que faltaba para evitar la pregunta de principio, que es que si el arte retrata el deseo sexual y también lo despierta, entonces eso es un defecto estético. Pero, ¿es este un defecto que sería suficiente para concluir que no es arte?. Tampoco parece plausible distinguir la pornografía del arte simplemente sobre la base de su propósito o la intención de su creador. La lógica subyacente de Scruton se encuentra en cambio en uno de sus principios morales primarios, tomado de Kant, "que tratar a alguien como un objeto y no como un fin en sí mismo es inmoral". Sin embargo, parece posible que se pueda aceptar este principio sin concluir que la representación o retrato de un sujeto que se ha convertido en un objeto y por lo tanto se destruye su humanidad es ipso facto equivale a negar el estatus de arte a esa representación. El asunto es mucho más complejo que esto. Sin embargo, Scruton es sensible a los matices de estos temas, y su extensa discusión sobre la distinción entre lo erótico y lo pornográfico es esclarecedora.

En el capítulo final, “La huida de la belleza”, Scruton hace una distinción importante entre dos tipos de 20 artistas del siglo. A los primeros los llama “modernistas”, representados por Eliot, Matisse y Schoenberg, a quienes les preocupaba que el arte contemporáneo se desprendiera de las verdaderas intenciones artísticas y de la búsqueda de la belleza para convertirse en ejercicios mecánicos, repetitivos y sin finalidad espiritual. El segundo tipo tiene como ejemplos a Rothko, de Kooning y Pollock, cuyos fines o al menos cuyos productos, según Scruton, constituyen una huida de la belleza o, como él dice de manera más contundente, un “deseo de estropear la belleza, en actos de iconoclastia”. Scruton considera esto la profanación de la belleza, y estas páginas contienen secciones sobre lo sagrado y lo profano, la idolatría, la profanación y la adicción al placer sin ningún contenido ideacional. Así que tenemos a los buenos y a los malos, que en el peor de los casos solo producen kitsch. Su  prodigiosa mente analitica no es capaz de desprenderse de las ligaduras que amarran, a su por otra parte lucidez de análisis, a sus provincianos perjuicios inexplicables en un filósofo de su prestigio.

A pesar de su controversia ocasional y puntos de vista idiosincrásicos, La belleza de Scruton es una exploración reflexiva y desafiante no solo de algunos temas centrales en la estética, sino también del lugar que ocupa la experiencia de la belleza  en nuestras vidas. Una referencia indispensable para todo aquel que se encuentre interesado en el pensamiento estético y en la teoría de lo bello en general.

Roger Scruton

Let's be careful out there 

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