domingo, 31 de marzo de 2024

Todo parece ocurrir con música

El viento (ruah) sopla donde quiere y oyes su rumor, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo aquel que nace del Espíritu (Jn 3,8).


Mentre
Per liberare il nostro pensiero dalle panie che gli impediscono di spiccare il volo è bene innanzitutto abituarlo a non pensare più in sostantivi (che, come il nome stesso inequivocabilmente tradisce, lo imprigionano in quella «sostanza», con la quale una tradizione millenaria ha creduto di poter afferrare l’essere), ma piuttosto (come William James ha suggerito una volta di fare) in preposizioni e magari in avverbi. Che il pensiero, che la mente stessa abbia per così dire carattere non sostanziale, ma avverbiale, è quanto ci ricorda il fatto singolare che nella nostra lingua per formare un avverbio basta unire a un aggettivo il termine «mente»: amorosamente, crudelmente, meravigliosamente. Il nome – il sostanziale – è quantitativo e imponente, l’avverbio qualitativo e leggero; e, se ti trovi in difficoltà, a trarti d’impaccio non sarà certo un «che cosa», ma un «come», un avverbio e non un sostantivo. «Che fare?» paralizza e t’inchioda, solo «come fare?» ti apre una via d’uscita.
Così per pensare il tempo, che da sempre ha messo a dura prova la mente dei filosofi, nulla è più utile che affidarsi – come fanno i poeti – a degli avverbi: «sempre», «mai», «già», «subito», «ancora» - e, forse – di tutti più misterioso – «mentre». «Mentre» (dal latino dum interim) non designa un tempo, ma un «frattempo», cioè una curiosa simultaneità fra due azioni o due tempi. Il suo equivalente nei modi verbali è il gerundio, che non è propriamente né un verbo né un nome, ma suppone un verbo o un nome a cui accompagnarsi: «però pur va e in andando ascolta» dice Virgilio a Dante e tutti ricordano la Romagna di Pascoli, «il paese ove, andando, ci accompagna / l’azzurra vision di S. Marino». Si rifletta a questo tempo speciale, che possiamo pensare solo attraverso un avverbio e un gerundio: non si tratta di un intervallo misurabile fra due tempi, anzi nemmeno di un tempo propriamente si tratta, ma quasi di un luogo immateriale in cui in qualche modo dimoriamo, in una sorta di perennità dimessa e interlocutoria. Il vero pensiero non è quello che deduce e inferisce secondo un prima e un poi: «penso, dunque sono», ma, più sobriamente: «mentre penso, sono». E il tempo che viviamo non è la fuga astratta e affannosa degli inafferrabili istanti: è questo semplice, immobile «mentre», in cui sempre già senza accorgercene siamo – la nostra spicciola eternità, che nessun affranto orologio potrà mai misurare.
Giorgio Agamben 

Mientras
Para liberar nuestro pensamiento de las trampas que le impiden alzar el vuelo, lo mejor es acostumbrarlo primero a no pensar más en sustantivos (que, como su propio nombre lo delata inequívocamente, lo aprisionan en esa "sustancia" con la que mil años (la antigua tradición ha creído que se puede captar el ser), sino más bien (como sugirió una vez William James) en preposiciones y quizás en adverbios. Que el pensamiento, que la mente misma tiene, por así decirlo, un carácter no sustancial, sino adverbial, es lo que nos recuerda el hecho singular de que en nuestro idioma para formar un adverbio basta combinar el término "mente" con adjetivo: amorosamente, cruelmente, maravillosamente. El sustantivo –lo sustancial– es cuantitativo e imponente, el adverbio cualitativo y ligero; y, si te encuentras en dificultades, seguramente no será un "qué" lo que te sacará del apuro, sino un "cómo", un adverbio y no un sustantivo. "¿Qué hacer?" te paraliza y te clava, sólo "¿cómo hacerlo?" te abre una salida.
Así que para pensar en el tiempo, que siempre ha puesto a prueba el espíritu de los filósofos, nada es más útil que recurrir - como hacen los poetas - a los adverbios: "siempre", "nunca", "ya", "inmediatamente". todavía» - y, quizás – lo más misterioso de todo – «mientras». «Mientras» (del latín dum interim ) no designa un tiempo, sino un «entre tanto», es decir, una curiosa simultaneidad entre dos acciones o dos tiempos. Su equivalente en modos verbales es el gerundio, que no es estrictamente un verbo o un sustantivo, pero presupone un verbo o un sustantivo que lo acompaña: "pero aún así ve y mientras vas escucha", dice Virgilio a Dante y todos recuerdan la Romaña de Pascoli, «la ciudad donde, a nuestro paso, nos acompaña la visión azul de San Marino». Reflexionemos sobre este tiempo especial, en el que sólo podemos pensar a través de un adverbio y un gerundio: no es un intervalo mensurable entre dos tiempos, de hecho ni siquiera es un tiempo propiamente dicho, sino casi un lugar inmaterial en el que de alguna manera habitamos, en una especie de perennidad resignada e interlocutoria. El verdadero pensamiento no es aquel que deduce e infiere según un antes y un después: "pienso, luego existo", sino, más sobriamente: "mientras pienso, existo". Y el tiempo que vivimos no es la fuga abstracta y frenética de momentos esquivos: es este "mientras" simple e inmóvil en el que siempre estamos sin darnos cuenta: nuestra pequeña eternidad, que ningún reloj roto podrá jamás medida.
Giorgio  Agamben 

Let's be careful out there 


sábado, 30 de marzo de 2024

Luz del mundo

Vi los cielos nuevos

y la tierra nueva.

Cristo entre los vivos,

y la muerte muerta.

Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle.Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?  Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande. Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron. Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron. Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo. Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo

Marcos 16, 1-8

 La tradición en la Corte de Dresde estipulaba que la Historia der Aufferstehungerstehung Jesu Christi de Antonio Scandello debía interpretarse durante el oficio de Vísperas del tercer día de Semana Santa. Así había sido aproximadamente durante medio siglo hasta que Heinrich Schütz realizó su aportación al género y estrenó su propia Historia en 1623. Sin embargo, el cambio no fue del todo rupturista ya que Schütz mantuvo algunos elementos de la obra de Scandello: tomó también los textos de la Evangelien-Harmonie escrita por el reformador Johannes Bugenhagen, y aunque algunos personajes sean individuales —Jesús, María Magdalena o el discípulo en el sepulcro—, Schütz también asignó dos voces a cada uno de ellos.

El Ensemble Polyharmonique demuestra desde el motete inicial su incuestionable magisterio en la obra de Schütz. El plantel vocal se compone de voces diferenciadas, pero todas suenan siempre empastadas y dúctiles, perfectamente articuladas. Destaca en ellas la elegancia y musicalidad de Johannes Gaubitz, sobre quien recae el peso de la narración en su papel de Evangelista, y entre los personajes secundarios, la precisión y candidez de las tres Marías, la convicción de los Sumos Sacerdotes y el buen gusto de Cleofás y su amigo. El empaste mencionado se hace extensivo al conjunto instrumental, cuyos integrantes se fusionan a la perfección, entre sí y con los cantantes, sin renunciar a la variedad tímbrica. Así, las fabulosas aportaciones de las 4 violas da gamba requeridas por Schütz y el bajo continuo son otro añadido por el que esta versión resulta tan satisfactoria. Su sonido opulento y pulido, siempre palpitante y muy musical, constituye una delicia para el oído. Emplear la Sinfonía de O bone Jesu, fili Mariae SWV 471 a modo de ritornello es otro gran acierto que añade unidad y continuidad. La sencillez de la línea desnuda realzada por una grabación exquisita es bellísima y sin adornos, parece que flotas en un espacio ingrávido.

Aufferstehungshistorie, Heinrich Schüzt, Ensemble Polyharmonique

Qué noche tan dichosa! Sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos.

Ésta es la noche de la que estaba escrito: "Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo".

Por esta luz encendida disiparemos las tinieblas de la noche.

Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu"

Halleluja. Christ ist erstanden, Heinrich Schüzt, Ensemble Polyharmonique

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Amor infinito

 Es el corazón el que siente a Dios y no la razón. He ahí lo que es la fe. Dios sensible al corazón, no a la razón. Pascal, Pensamientos

José de Arimatea rogó a Pilatos que le dejara retirar el cuerpo de Jesús. Y Pilatos se lo permitió. Vino, pues, y retiró su cuerpo. Nicodemo vino también trayendo una mezcla de mirra y áloe, como de cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos, con los aromas (Jn 18, 38-40).


La religiosidad de Haydn fue a la vez causa y efecto de su propia música, al encontrar en ella, como muchos otros, el camino que desemboca en el arte. Lejos de la magnificencia de composiciones que evocan la ampulosidad de un credo que se impone a otros, en cuanto a manifestación artística se refiere, Haydn adereza sus composiciones religiosas de un misticismo casi íntimo, despreocupado de alcanzar grandes evocaciones divinas. Buena muestra es la obra concebida como “Las siete palabras de Cristo”.

Las Siete Palabras es una obra ampliamente conocida cuyos orígenes son prácticamente desconocidos para el gran público. Hasta hace no mucho se pensaba que provenían de un encargo realizado por el cabildo de la Catedral de Cádiz, pero esto ha sido completamente descartado por Robert Stevenson y Marcelino Díez quienes, si bien no han podido constatar documentalmente el encargo de dicha obra, sí han demostrado que no provenía de la Catedral. Por contra, su destino fue la capilla baja del Oratorio de la Santa Cueva de dicha ciudad. En esta pequeña capilla subterránea se celebraban cada mañana del viernes santo unas meditaciones sobre las siete últimas palabras de Jesucristo en la cruz. La liturgia consistía en que el sacerdote pronunciaba estas siete frases o palabras, daba un breve sermón tras cada una de ellas y a continuación sonaba una sonata que servía para la meditación de los fieles, los cuales pertenecían a la cofradía de la Madre Antigua, fundada y formada en su inmensa mayoría por comerciantes y burgueses. Las Siete Palabras de Haydn se enmarcaban dentro de un proyecto integral de embellecimiento de las dos capillas que forman el conjunto del oratorio de la Santa Cueva, impulsado por el marqués de Valde-Íñigo. Para la capilla alta, el mejor ornato en estilo neoclásico que incluyó unas soberbias pinturas de Francisco de Goya y en contraste, para la sobria capilla baja la mejor música posible para el citado oficio de Las Siete Palabras. La capilla, de por sí lúgubre, se cubría con telas para impedir la entrada de la luz del sol a excepción de la claraboya que ilumina el grupo escultórico del calvario. No se escatiman recursos para este encargo, siendo la original una obra para la formación orquestal típica del clasicismo vienés: cuerda y las parejas de vientos: 2 flautas, 2 oboes, 2 fagotes, 2 trompas, 2 trompetas y timbales. Esta primera versión  se publica en 1787 y se estrenó en Viena el 27 de marzo de 1787, estrenándose el mismo año acaso el  anterior en Cádiz. La enorme popularidad de Las Siete Palabras queda demostrada a través de su prolífica “descendencia”: un gran número y variedad de arreglos que circularon desde fechas muy próximas a su primera publicación. Esta proliferación es especialmente intensa tras la publicación en 1801 de la versión de oratorio convirtiéndose muy pronto en una obra tanto religiosa como de concierto. Por tanto, se producen en fechas muy tempranas toda una serie de arreglos para adaptarlos a esta infinidad de situaciones que sobrepasan al original litúrgico. El primero, para cuarteto de cuerda fue realizado por el propio Haydn, siguiéndole uno para clavicémbalo o piano, ambos de 1787.

Silencio y expectación ante el rostro desfigurado de Cristo y la aparente victoria de la muerte. Ante el abismo, el terror y el temblor, se socavan con las palabras llenas de promesas que María y Juan, que acompañan al Señor en la cruz, reciben de él , y que apuntan a que no todo está acabado: "Mujer, ahí tienes a tu hijo; ahí tienes a tu madre".


Pater, dimite illis, non enim sciunt, quid faciunt

1.Lc 23,33: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.”

Amen dico tibi: hodie mecum eris in paradiso.

2. Lc 23, 43: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso.”

Mullier, ecce filius tuus et tu, ecce mater tua

3. Jn 19,26-27: “ Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre:  – Mujer, aquí tienes a tu hijo. Después le dice al discípulo: – Aquí tienes a tu madre.”

Eli, Eli lama asabthani

4. Mt 27,46: “Hacia la hora nona Jesús clamó con fuerte voz: – Elí, Elí, ¿lemá sabacthaní? – es decir, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

Sitio

5. Jn 19,28: “Tengo sed”.

Consumatum est

6. Jn 19,30: “Todo está consumado.”

Pater in manus tuas comendo spiritum meum

7. Lc 23,46. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

las últimas 7 palabrras de Cristo. Hayden, Yago Mahudo

Las 7 últimas palabras de Jesucristo en la cruz, Hayden, Jordi Savall


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viernes, 29 de marzo de 2024

Eucaristía

 "Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás".
Juan 6,35.

En sentido general llamamos  "transubstanciación" a la transformación de una substancia en otra substancia completamente diferente de la primera. En sentido estricto se llama "transubstanciación" a la explicación que dan los teólogos católicos de la conversión del pan y el vino en cuerpo y sangre de Cristo en la consagración durante el Sacrificio de la Misa. Es este segundo sentido el  que me interesa resaltar aquí.
Según el dogma católico, el pan y el vino al ser consagrados no pierden sus accidentes, pero cambian su substancia, ya que lo que está real- mente-substancialmente presente en el pan y el vino es el cuerpo y la sangre de Cristo. Muchos teólogos no católicos que admiten la consagración del pan y del vino sostienen que la presencia de Cristo en ellos es única- mente simbólica, pero los teólogos ca- tólicos rechazan la "interpretación simbólica" según la cual Cristo se halla en el pan y el vino solamente como un signo o una figura, (rechazo pronunciado en el Concilio de Trento ) , y sostienen, de acuerdo con el pronunciamiento del Concilio, que "en el sacramento de la muy santa Eucaristía se halla contenido verdadera, real y substancialmente el cuerpo y la sangre, así el alma y la divinidad de cristo entero". Es decir, que Jesucristo está entero en cada una de las especies consagradas y no solamente en carne en el pan y en sangrë en el vino. Esta observación es necesaria, porque el estar "todo él entero" elimina la posibilidad de que esté únicamente en "signo y figura", ya que en este último caso habría que admitir una diversificación y, por tanto, misterios distintos. Esto pone de  relieve que el rechazo de la llamada "interpretación simbólica" no equivale necesariamente a la adhesión a un "realismo ingenuo". En rigor, muchos teólogos admiten que Jesucristo está entero en el pan y en el vino también como símbolo de una realidad sagrada, pero no solamente como tal símbolo. El concepto de transubstanciación es el usado por los teólogos con el fin de explicar, en la medida de lo posible, el "misterio de la Eucaristía". Tal concepto se basa, naturalmente, en la idea de substancia y en la idea de la relación entre substancia y accidentes. "Normalmente", una substancia determinada no es concebible sin sus accidentes, y, a la vez, los accidentes son concebidos como inheriendo en la substancia. Por tanto, "normalmente", se admite que si bien pueden cambiar los accidentes sin cambiar la substan- cia, no puede cambiar la substancia si permanecen los accidentes, ya que en tal caso los accidentes estarían, por decirlo así, "en el aire", sin su subs- tancia. Ahora bien, lo último es lo que se afirma en el concepto teológico de
transubstanciación. Para que la tran- substanciación sea posible es menes- ter admitir una intervención especial de Dios: sólo Dios, escribe Santo To- más (Cfr. S. theol., III, q. LXXVII, a 1), puede producir efectos de causas naturales sin que intervengan las causas naturales. Ello parece colocar la noción de transubstanciación fuera de toda comprensión racional. Sin embargo, muchos teólogos ponen de relieve que, aunque en última instan- cia el sacramento de la Eucaristía sea un "milagro", o, como algunos pre- fieren, un "prodigio", y, por tanto, escape en gran parte a la razón, o cuando menos a la limitada razón hu- mana, ésta puede realizar todavía un esfuerzo para comprender en la me- dida de lo posible tal "milagro" o "prodigio". Tal ocurre cuando se se- ñala que los accidentes del pan y del vino siguen siendo tales accidentes, y siguen siendo percibidos con las cualidades que les corresponden, por- que hay una realidad que sigue "so- portándolos". Esta realidad no es ya su anterior substancia, que se ha trans- formado por entero, pero es el Ser mismo, que es fundamento de toda realidad y, por ende, de toda substancia. Dicho todo lo anterior, todo el edificio escolástico no es más que una gigantesca estructura de humo sin la participación de la única condición necesaria y suficiente  para su sostenimiento, que no es otra que la fe y el sentido de trascendencia de todo el Misterio. Con este sentido último, convoquemos a la Palabra y entablemos con ella el diálogo al que nos quiera llevar el alma.

Lc 22,19-20: "Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama".

Jn 6,35: "Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás".

1Cor 11,26: "Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga".

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Viernes Santo



Existen interacciones entre personas que se asemejan a las relaciones entre objetos. Pero, a veces, ocurren verdaderos encuentros. Justo cuando "un alma toca otra alma". Cuando una hondura es tocada por otra hondura. Más precisamente aún: cuando un alma "comienza" a ser tocada por otra; porque el encuentro no es algo efímero. Empieza y continúa. Hay una diacronía del encuentro; una duración viva que va calando.
Josep Maria Esquirol, la vida del alma

Reza un proverbio japonés que hasta el viaje más largo comienza con un solo paso. Cierto, pero ¿quién no se sintió cansado, con el paso de los días, del espectáculo tan maravilloso del cielo, del rostro de su amante, e incluso, en primer lugar, de estar en un lugar al cual  no pertenece?
Uno se cansa de ello porque ya no espera ,no escucha, nada más.
Lo que se expone siempre vuelve, se estanca en su presencia y en su recurrencia y ya no emerge, no aparece más. No podremos acceder a ello sino descubriendo lo inaudito que allí se ha ocultado. No por una superación en un Más allá, sino por un desborde de nuestra experiencia. Es decir, abriendo una brecha en sus marcos constituidos y regulados, liberando así lo que allí se revela como diferente y que entonces se hace encontrar. De tal modo, devolver esa tan agotadora realidad a lo no integrable que contiene en sí misma, y por ende a lo vertiginoso, a lo propiamente inaudito, antes de toda moral, es aquello en torno a lo cual se juegan, en torno a lo que oscilan nuestras existencias.
Lo inaudito se torna pues el concepto primario, el concepto clave, que abre un mínimo metafísico donde se efectúa, aquí y ahora, semejante transformación. Pues ¿qué otra cosa podemos esperar -esperar oír de otro- más que lo inaudito?
Y sobre lo inaudito, sobre ese asombro transcendente, trata la Pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach.  Escrita en 1727, presenta el sufrimiento y la muerte de Cristo según el Evangelio de San Mateo (capítulos 26 y 27). El texto, obra de Picander, colaborador de Bach en Leipzig, sigue de cerca escenas tan conocidas en el imaginario universal como la última cena, la traición de Judas o la crucifixión. La obra está compuesta para solistas, doble coro y doble orquesta, creando un efecto estereofónico donde voces e instrumentos dialogan entre sí. A esta compleja estructura polifónica, se suma la gran capacidad de Bach para fusionar instrumento solista y voz, su carácter innovador en el uso de la retórica musical de su tiempo y su infinita imaginación.
Es difícil imaginar ahora que la Pasión según San Mateo de  Bach, piedra angular de toda la música europea de los siglos XVIII y XXI, tuviera que ser redescubierta por Felix Mendelssohn, de veinte años, en 1829. En la iglesia de Santo Tomás de su Leipzig natal , el oratorio se interpretó no sólo durante la vida de Bach, sino también durante medio siglo después (hasta 1800). Sin embargo, esta obra maestra adquirió fama europea y mundial gracias a los románticos, en una época en la que los principios de la organización musical y los propios instrumentos de la época barroca caían, como parecía entonces, en el olvido. La Pasión según San Mateo (seguida de la Misa en si menor y otras obras de Bach) demostró haber superado la brecha estilística, tecnológica e ideológica y hablarle a la gente de la nueva era en su idioma. Desde entonces, cada época ha comprendido e interpretado a su manera este oratorio espiritual que considera el  principio de “reparación”, como una constante en la naturaleza , y que en cierto modo describe todo un compromiso y una actitud vital.
Pero ¿cómo describir la existencia sin construir de más -como lo hiciera la filosofía con el Ser- y
manteniéndose al ras de lo vivido? Indago aquí conceptos que se despegarían lo menos posible de la
experiencia: permanecemos pues en la adherencia a lo vital o bien nos desadherimos de ello. Porque existir
es en primer lugar resistir. De otro modo la vida se empantana; o bien puede dar un giro. Así como se inicia
y se reabsorbe -antes de que haya tenido un "comienzo" y un "fin". Permanece presa en el "duro deseo de
durar" o bien puedo emerger de él.
Y si sólo existe lo fenoménico, habrá que reconocer la falla que se abre allí (como lo "sexual") o aquello que
lo excede: el encuentro con el Otro.
Porque si vivir es ya descoincidir con uno mismo (de lo contrario, es la muerte), existir es el verbo nuevo,
separado del Ser, que promueve esa no-adecuación como recurso.
"Existir" es en efecto, literalmente, "mantenerse afuera", será preciso decir de qué.
¿O cómo emerger del mundo, pero dentro del mundo, sin caer en el más allá de la metafísica?
Cuando se avanza en la vida, hay una pregunta que, poco a poco, uno ya no puede dejar de plantearse: ¿por qué sigo viviendo?
Se puede mantener esta pregunta en el nivel bajo de la autoayuda, disfrazada de "sabiduría", y del mercado de la felicidad.
O bien enfrentarla filosóficamente para buscarle una salida más ambiciosa que sería la promoción de una "segunda vida".
Una segunda vida es una vida que, en el curso mismo de la vida, se desacopla lentamente de sí misma y
empieza a elegirse y a reformarse.
Para acceder a ella, habrá que pensar lo que son verdades no demostradas, sino decantadas a partir de la vida misma; o bien cómo podemos probar de nuevo desde la experiencia acumulada; o cómo la lucidez es el saber negativo (de lo efectivo) que nos llega a pesar nuestro, pero que podemos asumir; o cómo la vida puede desembocar no en una conversión, sino en una vida desprendida.
O cómo un segundo amor, ya no basado en la posesión, sino en la infinitud de lo íntimo, puede comenzar.
¿Puedo acaso ya no repetir mi vida, sino retomarla, y empezar verdaderamente a existir?
Quisiéramos creer que, cuando las cosas finalmente llegan a armonizarse, eso es la felicidad…
Pero precisamente es cuando las cosas concuerdan completamente y coinciden que esa adecuación, al
estabilizarse, se esteriliza.
La coincidencia es la muerte. Es por medio de la descoincidencia que adviene el impulso. Ahí aparece Bach.
Dios mismo descoincide respecto de sí al morir en la Cruz para promover la vida viviente. En la falla de la
descoincidencia, de nuevo es posible una iniciativa que se despliegue en libertad. Y en esa falla siempre nos encontraremos con la música de Bach, también, como no, con  la grandeza cinematográfica de Andrei Tarkovski . Pero Tarkovski merece una reflexión aparte. Hoy, ahora, soy todo de Bach.

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miércoles, 27 de marzo de 2024

Fuiste tú quien me habló de aquella ciudad

En mí, el corazón se comporta frente a la razón como el artista razonable frente a la crítica: escucha lo que tiene que decir, pero sigue el camino que ha elegido .
Aleksander Scriabin.

Cual corriente de aguas subterráneas que fluye por un laberíntico entramado de pasajes, también la realidad se ramifica en incontables caminos que avanzan entrecruzándose, uniéndose y desuniéndose, enredandose.Y aquello que nosotros juzgamos como real no es sino una mera abstracción de todo ese entrelazamiento
Esa es, al menos, mi forma particular de ver y experimentar eso que llamamos realidad. «No, realidad no hay más que una», diran algunos. Tal vez. Igual que la tripulación de un velero a punto de hundirse se aferra al mástil de la embarcación, nosotros también nos aferramos desesperadamente a una sola realidad, quizás porque no nos queda otro remedio.
Porque, en verdad, ¿qué podríamos afirmar de ese supuesto laberinto de grutas y oquedades por el que fluyen las aguas subterráneas bajo el suelo firme sobre el que nos asentamos? ¿Dónde se encuentran quienes han visto esa laberíntica red con sus propios ojos? ¿Y dónde están quienes, después de verla, han regresado a este lado del mundo?
Haruki  Murakami, La ciudad y sus muros inciertos.

Al igual que la de otros muchos músicos de su época, la juventud de Scriabin estuvo sometida a una fuerte influencia wagneriana. Pero el hipersensible músico ruso, pianista excepcional y autor de fascinantes miniaturas para su instrumento, poseyó un temperamento desequilibrado y obsesivo, marcado asimismo por las lecturas de Nietzsche y Schopenhauer y los divagatorios escritos teosóficos de Helena Blavatsky. La estética scriabiniana, absolutamente irrepetible, comparte con la escuela simbolista rusa de Blok y Balmont la consideración del arte como “un mundo superior de conocimiento”. Su creencia en las profundas afinidades entre los sentidos le emparenta con el decadentismo propio del cambio de siglo, pero la influencia del misticismo hindú y el espiritualismo teosófico –que descubrió en Bruselas, durante su estancia en 1908, de la mano del pintor simbolista Jean Delville–, su personalidad exacerbada y febril y su talante visionario y megalómano contribuyeron a la creación de un credo artístico propio gobernado por el énfasis y la desmesura: una suerte de nueva religión de raíces panteístas y metafísicas en donde los sonidos, los colores y las sensaciones olfativas debían convergir y fundirse a modo de exaltación mística, de éxtasis de los sentidos. Algunos de los títulos de sus composiciones (Caresse dansée, Désir, Plaisirs sensuels y, desde luego, su obra maestra Le poème de l'extase) explicitan el ingrediente sexual latente en un músico de quien Leonid Sabaneyev, gran estudioso de su obra y autor del artículo pionero “El fenómeno de la escucha colorista en Prometeo”, recordaría su forma de tocar el piano con términos tan elocuentes como “caricias voluptuosas y delicadas”, “ritmos espasmódicos” e “hipererotismo aterrador”.
 Si Rimski-Kórsakov, su sinestésico contemporáneo, elaboró una tabla de equivalencias entre notas y colores (Fa sostenido es gris verdoso, Re bemol es negruzco, etc.), Scriabin estableció un sistema de correspondencias entre los dos espectros –sonoro (total cromático) y luminoso (doce colores)– basado en la óptica newtoniana y ordenado según el círculo de quintas. Obsesionado por la transmisión de la luz mediante el sonido y viceversa, en la creencia de que los antiguos dioses griegos lanzaban sus mensajes mediante destellos luminosos, Scriabin concibe para su Prométhée, le poème du feu (1911), poema sinfónico para piano, gran orquesta, coro sin palabras y “clavier à lumières”, un acorde sintético o “acorde místico” formado por seis notas (Do–Fa sostenido–Si bemol–Mi–La–Re) que empleará a menudo en sus últimas obras, basadas en estructuras simétricas amparadas en proporciones numéricas (sección áurea y sucesión de Fibonacci). 
Para Mysterium, último proyecto de Scriabin, que a su temprana muerte quedó solo esbozado en su primera parte (el llamado Acte préalable), concibió una obra de proporciones colosales, culminación de las visiones delirantes con que el músico preparaba la salvación última de la humanidad: una liturgia cósmica y artística para orquesta, coro, bailarines y proyecciones luminosas que aunaría percepciones olfativas, táctiles y gustativas a las auditivas y visuales, donde Scriabin pretendía, en palabras de su amigo Rieseman, “encajar los fenómenos de la naturaleza: el susurrar de los árboles, el centellear de las estrellas y los colores de la salida y la puesta de sol”. La representación de Mysterium (un verdadero espectáculo multimedia avant la lettre) duraría siete días, transcurriría en un templo del Himalaya y debutaría con repiques de campanas suspendidas de las nubes. Sus vibraciones mortales destruirían el universo y una nueva humanidad, de seres más puros y nobles, liberada de desigualdades y limitaciones corporales, habitaría el mundo. Según el músico, “la catedral en la que tendrá lugar no será una construcción de piedras homogéneas, sino que cambiará continuamente con la atmósfera y el movimiento. Eso se hará con la ayuda de brumas y luces, que modificarán los contornos arquitectónicos”. En resumidas cuentas, música, color,  y misticismo en grado sumo. 

Quien se hallaba aquí, en este mundo real, era un individuo vulgar y corriente, que rondaba la mediana edad y que había perdido la facultad que le hacía especial en ese otro mundo, que no tenía los ojos dañados y tampoco podía leer ya viejos sueños.Yo ya no era más que una pequeña rueda dentada dentro del engranaje de una sociedad de tamaño descomunal, una diminuta pieza de su inmensa maquinaria, una mera pieza intercambiable. ¿Cómo no iba a sentir lástima de mí mismo ante tal panorama?
Haruki Murakami, La ciudad y sus muros inciertos

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martes, 26 de marzo de 2024

Chagall, más allá de lo simbólico

-¿Qué es? -me dijo. -¿Qué es qué? -le pregunté. -Eso, el ruido ese. -Es el silencio ... 
Juan Rulfo, Luvina

«Señor, […], haz que se revele mi alma, mi pobre alma de niño tartamudo. Muéstrame mi camino. No quiero parecerme a los otros, quiero ver el mundo a mi manera».
Marc chagall 

“De alguna manera intento llenar mis lienzos con objetos y figuras que son tratados como formas […], como formas que suenan igual que tonos musicales […], formas pasionales, cuya función es abrir una nueva dimensión no alcanzada por los cubistas con su geometría ni por los impresionistas con sus manchas” 
Marc Chagall


Llegué hasta el paseo de Recoletos con el recuerdo imperecedero de la mirada del maestro Currentzis sosteniendo una mañana sin nubes. Narcotizado todavía por el Réquiem  escuchado el día anterior, en mitad de la pista del circo, una yegua verde, de inconfundibles formas femeninas, que toca aplicada el violonchelo recibe al visitante ( me recibe) de la extraordinaria exposición de Marc Chagall en la Fundación Mapfre de Madrid. A su alrededor acróbatas, payasos y una vaca con alas que revolotea sobre una gallina. El equino y los demás personajes visten los más luminosos tonos azules, verdes, violetas, naranjas y rojos que se pueda imaginar. Con un recorrido que supera las ciento sesenta obras, la exposición presenta además, como novedad, un conjunto de más de noventa documentos, en su mayoría inéditos, procedentes del Archivo Marc e Ida Chagal, en los que puede contemplarse, por primera vez, una selección de los escritos del artista en yidis, su lengua materna, en la que expresaba preferentemente sus compromisos políticos y humanistas.
De entre los artistas nacidos y formados en Rusia, quizá sea Marc Chagall el que goce de mayor reconocimiento y popularidad en el mundo. Chagall es el pintor poeta, el pintor errante, el pintor solitario, el pintor de los mil adjetivos que remiten a su originalidad y a una producción artística difícil de clasificar. En sus obras , el pintor de Vítebsk, crea un mundo personal entre la realidad y la imaginación. Sus pinturas, siempre narrativas, están repletas de personajes a los que la felicidad y la alegría de vivir les hacen ingrávidos. Esta emoción que impregna la obra de Chagall es también una actitud ante la vida fuertemente impregnada de religiosidad. Como ocurre con otros pintores rusos, protagonistas de los movimientos de vanguardia, hay una serie de influencias de la tradición popular rusa que forman parte de su lenguaje plástico. En la obra de Chagall no es difícil reconocer cómo los personajes se mueven en un concepto de espacio y tiempo muy parecido al de la pintura medieval, libres de los convencionalismos de la perspectiva. Para Chagall, la vida nunca fue un monótono e idéntico discurrir de tiempo con una serie de acontecimientos recurrentes. 

De joven reflexionaba sobre la vida como si de un elemento cósmico se tratara. Ya entonces le parecía que las personas podían volar. En su libro de memorias, Mi vida, describe sus visionarias fantasías infantiles: «Todos los sábados el tío Nej vestía un talit cualquiera y leía la Biblia en voz alta. Tocaba el violín como un zapa. [...] Se pasaba el día llevando las vacas al establo, las hacía caer tirándolas de las patas atadas y las degollaba, y ahora tocaba la canción del rabino. ¡Poco importa si lo hacía bien o mal! Yo sonrío ensayando con su violín, saltando dentro de sus bolsillos, sobre su nariz. Zumba como una mosca. Mi cabeza revolotea plácidamente por la habitación». De aquí surgen los violinistas de Chagall que sobrevuelan los tejados de las casas, las vacas voladoras, personajes con cabezas desgajadas del tronco y a veces puestas del revés. Todos estos elementos procedían de su infancia como ejemplifica el extraordinario "vionilista verde.
El cuadro es parte de la nostalgia por la tierra natal rusa, mientras, la conexión con lo religioso y cultural es representado con el violinista sobre los techos de una aldea. El jasidismo de la infancia de Chagall piensa como posible la unión con Dios a través del baile y la música. Chagall escribió que conocía bien a los animales, entre los que creció, la vida de la gente que lo rodeaba. Pero su arte no copiaba la realidad tal como se hacía en el siglo XIX. Zambullendo la vida en la atmósfera de sus fantasías, Chagall transfiguraba lo visto y conocido hasta el punto de que transformaba lo representado en un cuento maravilloso. Incluso en los retratos de sus parientes más cercanos -hermanas, hermano y padre-, añadía a sus semblantes individuales algo que los convertía en cuadros temáticos.Y así sucede casi en cada obra de Chagall. 
A pesar de la intención original en cuanto al género de sus cuadros (retrato, paisaje, naturaleza muerta, escena costumbrista), en ellos se funden realidad y fantasía, desapego y experiencia emocional directa.
Los iconos rusos y la iconografía bizantina también forman parte de esa tradición. Chagall estará influido por la riqueza cromática, la sencillez y la expresividad de esos iconos, y sobre todo por el repertorio de la iconografía. Asimismo, los lubkí,  estampas populares rusas en las que se mezcla la imagen con la palabra, con el objetivo de contar historias de manera sencilla son también un elemento clave en la obra de Chagall. Por otro lado, a lo largo de toda su trayectoria como pintor, mantiene un diálogo con sus raíces religiosas, con la cultura judía, especialmente la tradición jasídica que habla de la alegría y del éxtasis del corazón.
De pronto ,el dolor, esa punzada aguda en las lumbares, llega puntual y sin aviso, como siempre me ocurre cuando paso muchas horas seguidas de pie, la memoria sujeta mi hombros sobre mi cabeza, el recuerdo rompe sobre mi costado consiguiendo  que me encoja un poco  pero las sesiones diarias de abdominales lo mantienen a raya el tiempo suficiente hasta llegar al ibuprofeno que tengo en la mochila que dejé en la taquilla. Antes de abandonar la exposición, vuelvo al inicio. De nuevo estoy delante de la representación pictórica de la comedia del arte chagalliana: Colores intensos y luminosos combinados con un lenguaje plástico mágico y simbólico.
Algunos se convierten en pintores controlando o desviando sus cuamidades innatas, e incluso así, alcanzan la grandeza, Chagall nació en la pintura, en el lienzo, en el cuadro, y por eso, entre otras cosas, su pintura me conmueve. Las obras de Chagall conjugan el verbo sobrevolar. El cielo de Vitebsk, la ciudad de Bielorrusia donde nació Chagall, anula la ley de la gravedad. Sin embargo las figuras que el artista 'pega' sobre el lienzo por encima de casas, iglesias, lagos y parejas de enamorados no flotan, sino que hacen que todo lo que está sobre tierra firme lo haga. Y es que muchas de las obras del maestro ruso, están pintadas en Re, como un Réquiem. 
Ya en la calle, me pregunto qué regla   ordenará la música pictórica de Chagall oculta bajo la implacable geometría del caos que gobierna la atmósfera de Madrid 


Let's be careful out there 









sábado, 23 de marzo de 2024

Sólo se trata de los días

[...] Y se convenció, en efecto, de que aquel mundo que le rodeaba solo estaba sostenido en su existencia de fantasmal fijeza por la tensión cercana a su límite de alguna fuerza insospechada que lo mantenía de milagro por encima de la nada, y que aquellas frágiles apariencias, cuya tranquilidad misma formaba para el alma toda la realidad de su terror, debían dislocarse y volar en pedazos ante sus ojos a la menor disminución de la tensión [...]
Julien Gracq, En el castillo de Argol

Muchas veces, al subirme al sillín, la mediocre realidad, la negatividad de las palabras infames, los pensamientos y los sentimientos  elaborados por otros que nos sirven  con el desayuno desde ubicuas plataformas que expanden su miedo para amordazarnos, pretenden cabalgar conmigo. Pero entonces, el ciclista ascético que llevo dentro  se rebela, y la práctica, el ejercicio, la disciplina, y el entrenamiento toman gradualmente posesión de un horizonte más límpio y liviano .Asi, con cada pedalada, como por arte de magia, la radiofonía negativa se desvanece y la sintonía con uno mismo y su amada soledad, crece hasta una concentración extrema vacía de interferencias externas y llena de un yo íntimo. Entonces es cuando realmente soy sólo el aliento y el aire que me envuelve, sólo el aliento y el aire que respiro, sólo mi corazón y el esfuerzo que soy capaz de dominar, sólo el sudor y el sol que lo hace brillar, sólo mis piernas que se doblan, mis músculos que se contraen, mis manos que agarran, mi espalda  que se flexiona, mi pecho que se expande; plenamente consciente de que la vida solitaria no es cara en lo más mínimo cuando uno la relaciona con las siete felicidades que la acompañan. Sólo se trata de los días.

Let's be careful out there 

jueves, 21 de marzo de 2024

Kantorow, la búsqueda de la trascendencia.

[..] Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Antonio Machado, Soledades.

A luz mudava de lugar quando a linguagem mudava de lugar os objectos. O poder das palavras insinuava-se contra o inverno. As crianças corriam à beira do lume como se nas páginas de nenhum livro pudesse a tempestade acolher-se de novo.
José Carlos  Barros, Taludes Instáveis


La idea de la vida como viaje fue un lugar común entre los románticos del siglo XIX. Algunos de ellos, como Franz Liszt, fueron además incansables viajeros, con intensas experiencias vitales que luego se reflejaron en su obra. Después de dos años de estancia en Ginebra, Franz Liszt y Marie d’Agoult iniciaron un viaje por Italia, que duraría otros dos años. Para el verano de 1837 ya estaban instalados en los lagos de la Lombardía, y a orillas del lago Como, en Bellaggio, nacería su segunda hija, Cósima, quien con el tiempo se casaría con Richard Wagner. Los frecuentes viajes a Milán le permitieron a Liszt entrar en contacto no solo con la inmensa biblioteca de Ricordi y con el frenético mundo operístico de La Scala, sino también con la pintura de Rafael y su famoso Los desponsorios de la Virgen (de 1504, Pinacoteca de Brera, Milán).

 Esta pintura inspiró la composición de “Sposalizio” que abre el segundo libro de sus Années de pèlerinage. Italie, una pieza de espíritu sencillo, transparente y lírico, en sintonía con la simetría y pureza del cuadro de Rafael, y sin duda ,uno de los más importantes de la literatura pianística de todos los tiempos.
Entre la primavera de 1838 y el final de 1839, la pareja estuvo viviendo en Venecia, Roma -donde Marie dio a luz a su tercer hijo- y Lucca. Esta inmersión en la cotidianidad italiana impulsó un cambio en los hori­zontes artísticos de Liszt, intensificando su interés por la literatura y la pintura, y explorando con su música correspondencias entre las distin­tas artes. El segundo libro de Années de pèlerinage es la síntesis perfecta de este pensamiento. Así “Il penseroso” está inspirada en la escultura homónima realizada por Miguel Ángel para la tumba medicea de San Lorenzo en Florencia, una música melancólica, sombría y marmórea. Por su parte, la “Canzonetta del Salvator Rosa”, una pieza breve de aire popular, parte de un poema del polifacético artista Salvator Rosa ,mientras que las cuatro siguientes piezas del ciclo se basan nada menos que en los dos grandes poetas de las letras italianas: Petrarca (1304-1374) y Dante Alighieri (1265-1321). La pieza que culmina este segundo volumen de los Années, popularmente conocida como “Sonata Dante” es la más elaborada de todo el ciclo y anticipa en su concepción cíclica la monumental Sonata en Si menor.  Los tres sonetos de Petrarca se encuentran entre las obras más célebres del catálogo pianístico de Franz Liszt. El músico húngaro compuso estas piezas inspirándose en tres sonetos del poeta italiano, quien escribió aquellos versos a una joven de la que estaba enamorado platónicamente. Liszt comenzó a trabajar en estas composiciones para voz y piano en la década de 1830 pero no se publicaron hasta 16 años después. También realizó una versión para piano solo. Los tres sonetos de Petrarca son: el número 47, el 104 y el 123. Estas piezas sufrieron a lo largo de los años muchas revisiones y cambios, pero de lo que estoy seguro, es de que nadie los ha tocado jamás  con la  abrumadora exquisitez  de Kantorow. En su interpretación del  Soneto 104 ya introduce un discurso en el que pasión, amor y muerte se entremezclan, y que el genio francés fusiona con una precisión de filigrana, articulando con pasmosa claridad y ligereza las florituras, pero alambicando todo lo que hay en esta música de ominoso, como lo hay también en los propios versos del poeta.
 En uno de sus artículos publicados en Era Azul, Alvaro Cunqueiro escribió que "nada importa más que el hombre y es de él de quien hablamos, del hombre libre y caudal, el de la cabeza en alto, la luz en los ojos, la palabra en la boca y la riqueza infinita de los gestos y movimientos." De este modo, calado por la lluvia de ese espíritu, el jovencísimo francés camina por los senderos de este espectro discontinuo de múltiples frecuencias creado a partir de una luz única y total que es Liszt. Diré sin reservas que pareciese  no buscar ninguna sombra, ni anhelar nada, ningún pasado, ningún presente efímero, ningún tal vez, ninguna  forma que no tenga la concreción pulsante de carne y hueso reales, su vulnerabilidad al dolor o al placer. Kantarov se aproxima  a la búsqueda para desenredar algunos hilos de esa luz incisiva que brilla resplandeciente en medio del ajetreo como filamentos incandescentes enredados en cada día, en cada hora en la que casi todo esta por hacer,  llevándonos por  rincones laberínticos de sabores paladeados en resonancia con esas piezas luminosas que nos ofrece como manzanas de las Hespérides a traves de cuyas grietas podemos ver con nuestros oídos, la idea de la vida como un recorrido de ida y vuelta sin esperar la aparición resolutiva  de ningún 'Deux ex machina".

lunes, 18 de marzo de 2024

La poesía como reveladora del ser

Cuando miras un Rothko a 45 cm de distancia, te conviertes en color, te saturas totalmente de él como si fuera música. Los enormes murales de Mark Rothko son como los claros de un bosque.

R.Ferreira 

El drama nos conmueve,el conflicto  es un patrón inherente a la realidad. La armonía también nos conmueve, enfrentados como estamos con un desorden cada vez más inminente

Mark Rothko. 

Los claros del bosque, imagen originaria que en cierto momento se constituye en piedra de toque de la filosofía de José Ortega y Gasset, Martin Heidegger y María Zambrano, tiene en común en los tres filósofos el hecho de corresponder a una experiencia real: el encontrar un claro al deambular por un bosque. El bosque de Ortega y Gasset se inspira en la arboleda que rodea el Monasterio del Escorial cerca de Madrid, y se integra en su primer libro Meditaciones del Quijote, publicado en 1914. De Heidegger, también conocido como «el filósofo de la Selva Negra» que existe a las puertas de Friburgo, surge Holzwege en 1950, que reúne un conjunto de seis conferencias realizadas entre 1935 y 1946. Claros del bosque de María Zambrano, fechado de 1977, reúne los textos escritos entre 1964 y 1971, período en el cual la filósofa vivió en La Pièce, una pequeña localidad francesa junto a la frontera suiza. La casa donde vivió prácticamente aislada con su hermana Araceli (que allí murió y a quien el libro está dedicado) estaba rodeada de un bosque por donde la filósofa realizaba largos paseos. Sin embargo, importa dejar bien claro que no se pretende aquí establecer una conexión entre la teoría de la verdad en Ortega, Heidegger y Zambrano y establecer a partir de ella un vínculo entre sus pensamientos, sino más bien tomar el bosque y los claros del bosque como metáfora operante que ha podido originar horizontes de sentido bastante diferentes en los tres pensadores. 

1. αληθεια (aletheia) Imaginemos que nos adentramos en un denso bosque donde la luz tiene dificultades para penetrar. Mientras caminamos algunos árboles dejan de ser visibles y otros que estaban ocultos hasta ahora se presentan y así sucesivamente, sin que la mirada pueda nunca abarcar toda la arboleda. Debido a esta imposibilidad, dice Ortega: «El bosque verdadero se compone de los árboles que no veo», se escapa, tal y como las cosas insisten en no dejarse captar, parecen estar siempre un paso más allá de lo que vemos. El bosque representa entonces los diferentes planos de la realidad y, en consecuencia, los distintos modos de acceder a ella. Según el filósofo español, la efectividad de cualquier empresa cognoscitiva depende de la capacidad para reconocer los diferentes planos de la realidad sin pretender que algo de naturaleza oculta o latente se manifieste abierta o superficialmente. La metáfora del bosque en Ortega y Gasset expresa la función de lo que se manifiesta para dar cuenta de lo que no se manifiesta: «Se irá el bosque descomponiendo, desgranando, en una serie de trozos visibles. Pero nunca lo hallaré allí donde me encuentre. El bosque huye de los ojos"

Es precisamente para explicar esta concepción de αληθεια como revelación de una ocultación para lo que Heidegger utiliza la imagen del claro del bosque: En el centro del ente en totalidad existe un lugar abierto que es un claro. Pensado desde el ente es más existente que el ente. Este centro abierto no está circundado por el ente, sino que este centro claro rodea a todo ente como la nada, que apenas conocemos. El ente solo puede ser, en cuanto ente, si está dentro y más allá de lo iluminado por esa luz. Solo esta luz nos ofrece y nos garantiza un tránsito al ente que no somos nosotros y una vía de acceso al ente que somos nosotros mismos. Gracias a esta luz del ente está descubierto en ciertas proporciones que son cambiantes. Empero, solo en el espacio iluminado puede el ente estar él mismo oculto. Todo ente, al que hace frente y acompaña este espacio luminoso, guarda este raro antagonismo de la presencia, que se reserva siempre al mismo tiempo en una ocultación. La luz dentro de la cual está el ente es en sí, al mismo tiempo, ocultación.

 Nos encontramos en un modo de acceso a la verdad que consiste en desocultamiento y experiencia de la presencia, lo que solo es posible si hay algo, un ente, una cosa que se presenta. A su vez, para que cada cosa o ente se haga presente hace falta que se vuelva existente, esto es, que sea, que participe del ser. Así, todos los entes, conocidos o no, participan del ser. Sin embargo, cada ente que aparece oculta el ser aunque para él aluda al modo de una indicación. El ser nunca se da a ver, se manifiesta ocultándose cuando el ente se ofrece a la presencia, hecho en virtud del cual la presencia es en sí misma ocultación, mientras apunta al ser que no se da a ver, y, simultáneamente, revelación, mientras permite la visibilidad del ente. Luego, la verdad como αληθεια, según Heidegger, no es solamente des-velar, des-ocultar, sino que es, sobre todo, evidenciar que alguna cosa –el ser– se oculta. En este sentido, «la verdad es no verdad».

El claro del bosque es para Heidegger el lugar donde acontece la verdad pero esta verdad es también, simultáneamente, no-verdad en la medida en que apunta hacia aquello que se esconde. La αληθεια ejerce, entonces, esta función de apuntar hacia el encubrimiento congénito a todo el acto de pensar. En este punto el filósofo de la Selva Negra y el filósofo de El Escorial coinciden, pues Ortega define el bosque como «una suma de posibles actos nuestros» y enfatiza que «lo que del bosque se halla ante nosotros de una manera inmediata es solo pretexto para que lo demás se halle oculto y distante». Heidegger –para quien, αληθεια (aletheia) es al mismo tiempo, ocultación, escondimiento, sombra– se pregunta entonces por el elemento no conocido y no pensado que subyace a esa esencia de la verdad así entendida. Por haberse vuelto una expresión familiar en el vocabulario filosófico, Heidegger sospecha que se trata de una noción ya gastada, que olvida algo fundamental por basarse en un conjunto de presuposiciones de las cuales no nos damos cuenta; veamos: para que el objeto del conocimiento se pueda vincular a la presuposición que se enuncia, tiene que mostrarse en cuanto tal; dicho objeto no se encuentra en estado de desocultación ni está capacitado para acceder a ese estado por sí mismo; una presuposición se considera verdadera cuando se ajusta correctamente a lo desocultado; sin embargo, parece no existir tal cosa como lo «completamente desocultado». Volverse a eso no pensado es, según Heidegger, la tarea actual de la filosofía. 

Para María Zambrano, la verdad es interior, corresponde al descubrimiento que el hombre realiza de su propio ser, acontecimiento que solo ocurre en el claro del bosque. El objetivo de la filosofía zambraniana consiste precisamente en este despertar del hombre a su ser que habitualmente se le oculta. El hombre vive en un desconocimiento respecto a sí mismo que urge solucionar. El claro del bosque es para Zambrano un centro que se constituye en medio en el cual se vuelve posible al hombre acceder a su ser. Este acceso solo ocurre cuando se reúnen una serie de condiciones que, en Zambrano, también se encuentran simbolizadas en el claro del bosque. Sin embargo, no siempre se encuentran claros y pasear por un bosque no garantiza ese hallazgo. En Heidegger, la misma palabra Holzwege apunta hacia el no garantizado hallazgo del claro, pues se refiere a los caminos creados por los madereros que sirven para transportar fuera del bosque los árboles que cortaron. Estos caminos no conectan de ninguna forma el punto A con el punto B, son una especie de caminos perdidos que no conducen a ningún sitio, y nada garantiza tampoco que nos lleven hacia un claro. Transportando esta imagen a la actividad del pensamiento, puede significar que no siempre se constituye una apertura del punto de vista que vaya más allá de la presencia de los entes. Normalmente experimentamos la verdad solamente como adecuación entre un concepto y un dato, olvidando por completo que cualquier dato remite siempre y cada vez a algo de lo que participa y es su condición de posibilidad: el ser del propio ente. Habitualmente vivimos en una situación de doble ocultación: desconocemos las cosas y olvidamos que cualquier cosa apunta a algo que ella misma encubre, hecho en virtud del cual «la esencia de la verdad, es decir, la desocultación, está dominada por un rehusarse en el modo de la doble ocultación».Según Zambrano, el claro es un centro, un lugar intacto en el cual no siempre es posible entrar. Como en Heidegger, el punto de vista correspondiente al estado del claro del bosque no es frecuente ni habitual, sin embargo se diferencia de la concepción de αληθεια (aletheia) heideggeriana en que apunta a un ocultamiento que permanece impensado. Si, en Zambrano, encontrar un claro en el bosque no está garantizado por el simple hecho de pasear en él, esto se debe a una cuestión de método: es condición sine qua non para encontrar un claro el hecho de no buscarlo. Si se busca, se actúa y Zambrano defiende un método pasivo en el que el conocimiento se produzca al modo de un encuentro, de forma gratuita: «No hay que buscarlo. No hay que buscar. Es la lección inmediata de los claros del bosque». Si se aplica esta imagen al procedimiento filosófico lo que se requiere es la suspensión de la pregunta: «Suspender la pregunta que creemos constitutiva de lo humano. La maléfica pregunta al guía, a la presencia que se desvanece si se la acosa, a la propia alma asfixiada por el preguntar de la conciencia insurgente, a la propia mente a la que no se le deja tregua para concebir silenciosamente, oscuramente también, sin que la interruptora pregunta la suma en la mudez de la esclava». La cuestión del ser asume, desde el principio, un planteamiento distinto en ambos pensadores, diferencia fundamental de la que la misma filósofa se da cuenta cuando afirma: «Extraña este comienzo de la filosofía de Heidegger; su planteamiento sobre la pregunta del “ser” reprochándole a la ontología de todos los tiempos el no haberla planteado a fondo. Pero, en realidad, el “ser” no ha sido la pregunta, sino la respuesta hallada por la filosofía, y toda la ontología ha partido de ella». En Zambrano el ser es la respuesta. Esta respuesta es encuentro. Para que el encuentro se produzca es necesaria una actitud de disponibilidad atenta, una actitud de acogimiento solo posible a través de la suspensión de la pregunta. La pregunta, como sabemos, es el instrumento de trabajo del filósofo; sin embargo, para Zambrano, se trata, justamente, de invertir este procedimiento habitual inquisitivo de la filosofía. Se propone, entonces, una actitud filosófica pasiva: la realización de una εποχη (epojé) de la pregunta. 

 2. Luz 

El claro es un espacio abierto y luminoso pero difiere de la luz en sí misma. Ortega y Gasset es el primero en postular la existencia de diversas especies de claridad referidas a distintos planos de realidad: «claridad de superficie» y «claridad de profundidad», que corresponden respectivamente al mundo considerado patente, o mundo de las puras impresiones, aquellas que se encuentran en primer plano y se nos imponen de forma casi violenta, como ocurre con los colores y sonidos, por ejemplo, y el denominado trasmundo, constituido por las estructuras de las impresiones latentes en relación con el primer plano, sin que con ello sean menos reales. Para alcanzar este trasmundo el hombre tiene que realizar un verdadero esfuerzo de voluntad y por ello la αληθεια (aletheia), en sentido orteguiano, coincide con el culminar de todo un proceso intelectual que al final produce una revelación que se da como una iluminación súbita. La filosofía tendría como función no el sumergirse en este fondo, sino más bien el traerlo a la superficie, hacerlo patente, manifiesto en aquello que define como una gigantesca voluntad de superficialidad que conduce a tornar patente, claro, manifiesto, todo lo que se hallaba latente o sumergido. Manifestar no es sino hablar –logos–, insiste: «si el misticismo es callar, filosofar es decir».Oponiéndose ferozmente al místico declara que la filosofía consiste en un «enorme apetito de transparencia»,en una «resuelta voluntad de mediodía». Este planteamiento orteguiano constituye uno de los momentos principales de la divergencia de caminos que separará definitivamente a María Zambrano de su maestro: la filósofa asume desde siempre una especial consideración por las zonas de tiniebla y oscuridad, ensanchando el horizonte del filosofar hacia estos territorios de sombra, mientras Ortega establece una barrera entre la oscuridad mística y la claridad filosófica. Para Zambrano, por el contrario, por un lado las fronteras entre misticismo y filosofía no están tan claramente definidas, y, por otro, la verdad no es el resultado de un gran esfuerzo metódico. De acuerdo con la filósofa, el momento de irrupción de la verdad es irreductible a todo método y a todo esfuerzo que se haga para alcanzarla; ese instante es siempre una dádiva, una ofrenda de la sabiduría. Mientras el conocimiento es el resultado de un método, la sabiduría es el fruto de una pasión, de un «padecer la verdad de la vida». La discípula se distancia una vez más de su maestro en lo que conlleva al instante de la revelación al afirmar que esta no coincide con el surgimiento de la verdad. Por el contrario, la verdad es preexistente, es el contacto con ella lo que se produce en un instante privilegiado, que mucho tiene de semejante al éxtasis místico. Buscar, perseguir la verdad es una tarea inútil pues ella, en realidad, «llega», «viene a nuestro encuentro como el amor, como la muerte». En realidad, la verdad está ahí desde siempre, son las deficiencias inherentes al punto de vista del sujeto lo que la encubre, son los prejuicios, las pseudo-comprensiones, en fin, la doxa platónica lo que obstaculiza este encuentro. ¿Qué hacer, entonces? Precisamente, no hay que hacer. No hay que hacer, no hay que preguntar. Sí hay que callar y sosegarse. La pasividad de la palabra poética, que respeta los lugares sombríos de las entrañas, no puede corresponder a un momento de luz brillante, de irrumpimiento súbito de la iluminación que provocaría dolor y heridas en las realidades en vías de nacer. Si en Ortega αληθεια (aletheia) corresponde a una claridad de mediodía, en Zambrano la verdad no es necesariamente luz, y cuando lo es se reviste de toda una serie de matices que incluyen la sombra: las condiciones ideales de acceso a la verdad ocurren en «la penumbra tocada de alegría». También para Heidegger el estado de apertura, el claro en sí mismo, es anterior a sus condiciones de luminosidad, es decir, la luz surge siempre ya después de esta apertura primordial. Es el claro lo que permite tanto la luz como la sombra, por consiguiente, el claro es el lugar abierto tanto para la presencia como para la ausencia. De acuerdo con el filósofo, el claro del bosque parece consentir el juego de lo luminoso con lo oscuro, el juego entre la luz y las sombras que adquiere una calidad lúdica también en Zambrano. Retomando la concepción heideggeriana, αληθεια (aletheia) es siempre la presentación de algo que se oculta, a lo cual solamente accedemos a través del medio abierto que el claro del bosque proporciona. Esta apertura primordial –la Lichtung– Heidegger considera que permanece impensada, por lo tanto, a ella la filosofía se debería dedicar de ahora en adelante. Este lugar de lo abierto en el que ser y pensamiento son el uno para el otro, así como son la una para la otra las sombras y la luz, como presencia y ausencia constituyen, de ahora en adelante, el territorio filosófico como estudio de sus condiciones de posibilidad. Precisamente por esta razón Zambrano pretende un método filosófico que permita concebir oscuramente, un método apenas posible en el claro del bosque, pues este claro, como para Heidegger, no es el espacio de la luminosidad por excelencia, sino más bien un espacio donde la luz y la tiniebla se hermanan para acoger al conocimiento. Este nuevo método zambraniano debe permitir descender a las profundidades abismales, a los infiernos donde reina la oscuridad para después subir de nuevo a la luz, pasando por todas sus gradaciones: el alba, esa claridad indecisa que es como un estadio intermedio entre noche y día, la aurora donde nace el color, y, por fin, la mañana. Este doble movimiento de descenso y subida realiza el desentrañarse del ser. Zambrano pretende un método que se haga cargo de todas las zonas de la vida y no solamente de aquellas a las que la claridad lógica abarca, pues, en primer lugar, el pensamiento no siempre sigue a la lógica y, por otra parte, la vida, por muy consciente y amante del conocimiento que pueda ser, no siempre está ocupada en la tarea de conocer. Como para Ortega, según Zambrano la vida humana conlleva una inmensidad de aspectos que no pueden reducirse a la vida teorética. En común con Heidegger, Zambrano presenta aquí la estrecha relación de la luz con la oscuridad, por un lado, y, por otro, la necesidad intrínseca de la constitución anterior de una apertura donde cualquier entidad se pueda hacer presente o ausente. 

3. Sonido 

El claro del bosque no es solamente un medio privilegiado de visibilidad sino también de audición. En el claro del bosque, el oído parece especialmente preparado para captar cierto tipo de conocimiento más sutil, pero no menos importante, pues «de oído se recibe la palabra o el gemido, el susurrar que nos está destinado». Esa calidad de sutileza auditiva, no menos que la densidad de los árboles con su inherente penumbra, confiere al bosque su halo de misterio. No es casualidad, nos dice Ortega, que los antiguos hayan «poblado las selvas de ninfas fugitivas». ¿Cómo darse cuenta, entonces, de tan frágiles y sutiles realidades que nada más son que un ligero temblor? Cuando las cosas alrededor callan por completo, la ausencia del rumor hace que el oído se dirija hacia dentro y se escuche entonces el pulsar del corazón, es innegable que uno está vivo. En Ortega la atención auditiva al rumor del bosque constituyó la antecámara de su descubrimiento fundamental: la vida como realidad radical. Es él uno de los primeros filósofos en darse cuenta de la discontinuidad existente entre la vida y la actividad intelectual, acusando el absurdo de tal situación. En consecuencia, se empeña en intentar solucionar el impasse en el que tanto el realismo como el idealismo, incluyendo el idealismo trascendental kantiano, habían desembocado, intentando superar la contradicción entre ambos. Semejante empresa se desarrolló en dos momentos principales: primero Ortega rehace el concepto de ser, dejando de atribuirle la que fue desde siempre su característica fundamental, a saber, su naturaleza fija e inmutable. Sea lo que sea, este tan complejo concepto posee, de acuerdo con el filósofo, una naturaleza dinámica. En un segundo momento, Ortega analiza el pasaje del realismo al idealismo y la supremacía de este último que, a su entender, urge superar. El realismo antiguo, o la creencia aproblemática en la realidad del mundo exterior, dejó de ser posible desde el momento en el que el hombre se dio cuenta de la existencia de la realidad primordial de la conciencia. Desde entonces, el idealismo ganó proporciones cada vez más grandes hasta el punto de hacer peligrar la salud humana, debido a la desconfianza ontológica que se instala. La originalidad orteguiana se inscribe, justamente, en este segundo momento en el que el idealismo dominaba. Sin perder el estado de intimidad del yo que el descubrimiento de la conciencia había venido a proporcionar, era urgente fundamentar de modo vigoroso la legitimidad del mundo exterior. Era necesario derrotar los análisis fenomenológicos, que considera paradójicos, según los cuales las cosas tan solo eran contenidos de la conciencia. A partir de la correlación permanente entre el «yo» –subjetividad– y el mundo –objetividad–, Ortega concluye que la verdad radical consiste en esa coexistencia entre el sujeto y el mundo, un mundo que le surge como su vida, vida que es ese acontecer de la presencia, ese ver cosas, sentir, querer, moverse, etc. Todo esto que surge espontáneamente como «mi vida» constituye para Ortega la realidad radical. Este descubrimiento orteguiano de la vida como realidad radical produce una mudanza de perspectiva no menos importante que la que se realiza con el giro de la cabeza desde la pared de las sombras hacia el camino ascendente hacia el sol en el mito de la caverna de Platón. La filosofía no puede continuar ejerciéndose contra la vida porque ella misma es ontológicamente menor: la filosofía es apenas un modo de ser, un modo de darse dentro de algo bastante más grande a lo que llamo «mi vida». Para dar cuenta de ella es necesario un nuevo tipo de razón, una razón que acoja la no permanencia inherente a todo vivir: una razón vital. En vez del «pienso, luego existo» de Descartes, que postula el primado de la res cogitans sobre la res extensa, tenemos, en Ortega, el primado del «martilleo del corazón» y la irrefutable verdad de la vida. Según Heidegger lo abierto de la Lichtung no es solamente el lugar abierto para la luz y para la sombra, sino también lo abierto para la voz y todo aquello que produce sonido; la presencia o la ausencia, tal como en Ortega, son también sonoras: «Sin embargo, lo abierto no está libre tan solo para la luz y para la sombra, sino igualmente para la voz que repercute y cuyo eco va perdiéndose, y para todo aquello que suena y que resuena y cuyo sonido va extinguiéndose. La Lichtung es el claro o lugar despejado para la presencia y para la ausencia». De acuerdo con el filósofo, la poesía entendida en sentido etimológico, como poiesis o acción creadora, tiene la capacidad de hacer acontecer lo abierto –el claro del bosque– en lo no existente. Todo arte es, en esencia, poesía, pues «la verdad como iluminación y ocultación de lo existente, sucede al poetizarse. Todo arte es como hacer suceder la llegada de la verdad de lo existente; como tal es por esencia poesía. [...] lo que la poesía despliega de desocultamiento en el esbozo iluminador y lanza de antemano en la escisión de la figura, es lo abierto que ella hace acaecer y precisamente de suerte que es ahora cuando lo abierto en medio de lo existente hace brillar y sonar lo existente».También para Zambrano es el claro lugar de la escucha, lugar de la voz y no solo de la visión: «Y se recorren también los claros del bosque con una cierta analogía a como se han recorrido las aulas. Como los claros, las aulas son lugares vacíos dispuestos a irse llenando sucesivamente, lugares de la voz donde se va a aprender de oído [...]». La analogía que establece la filósofa entre los claros del bosque y las aulas se basa en la suspensión de la pregunta de la cual ya hablamos anteriormente. Nos dice Zambrano que al claro del bosque no se va a preguntar, como tampoco va a clase el buen estudiante para preguntar. La pregunta tiene ya una orientación pre-definida y al claro del bosque solamente llega quien está disponible, quien no pone condiciones, quien nada espera y está dispuesto a permanecer en silencio. Por otra parte, la analogía con la voz y con las clases se establece a través de la discontinuidad de la atención: «[...] la palabra perdida que nunca volverá, el sentido de un pensamiento que se partió. Y queda también en suspenso la palabra, el discurso que cesa cuando más se esperaba, cuando se estaba al borde de su total comprensión. Y no es posible ir hacia atrás». La incapacidad de mantener la atención podría considerarse un fallo, un defecto más a añadir al ya de por sí precario ser humano, pero para Zambrano el desfallecimiento de la atención no es necesariamente un fallo, por el contrario, es esa quiebra lo que permite que otro modo de saber se manifieste y el hombre se embeba en él. Aprender de oído es más inmediato que a través de la palabra escrita. La filósofa, a semejanza de Platón, apunta aquí a las ventajas de la oralidad en detrimento de la escritura que está apenas a medio camino, el lector tendrá que andar la otra mitad. En el lenguaje hablado la vitalidad del discurso, la cadencia, la entonación, incluso el timbre de la voz, van directamente al encuentro de aquel que escucha, mientras que la escritura mantiene una rigidez inanimada, una frialdad que el lector tendrá que superar, devolviendo el sonido al texto que lee. El habla, y por lo tanto el escuchar, son más fieles a la vida: «Discontinuidad irremediable del saber de oído, imagen fiel del vivir mismo, del propio pensamiento, de la discontinua atención, de lo inconcluso de todo sentir y apercibirse».

De acuerdo con la filósofa la revelación ocurre en un momento privilegiado, en el cual el sujeto consigue acceder a sí mismo, sentir que la realidad se le ofrece porque establece con ella un contacto primigenio, el contacto con lo sagrado, con la physis anterior a todo concepto. En este instante privilegiado el sujeto entra en comunión con el todo y es él mismo uno con ese todo, pues todos los límites se fusionan y se percibe que, verdaderamente, nada está separado, aunque habitualmente lo vivamos de ese modo. Ese instante es anterior a la palabra pues no existen nombres cuando tampoco existen realidades configuradas, limitadas. Pero el momento de la revelación es también el momento de la creación por la palabra: después del contacto con lo indiferenciado, con la fuente desde la cual todo brota, el hombre habla. Es la palabra manifestándose, creando existencia, creando mundos a través de la mediación humana. La verdad, en este caso, consiste en este balbuceo, en esa palabra anterior a la inteligencia y a la intención, «[...] la palabra en vías de decirse, de tomar cuerpo». Esta es la palabra poética, porque solo ella es capaz de sintonizar con el ritmo propio y ajeno, dándose cuenta del aletear de las cosas a punto de nacer, sin forzar el acontecimiento de la presencia. La palabra poética acoge, se deja impregnar pasivamente por lo que viene hasta ella, y solo después, manteniéndose fiel, ajustada a esa experiencia, se atreve a expresarla. La poesía se convierte en método de acceso a la verdad, sin embargo, mientras que para el filósofo alemán, la verdad ocurre en la poesía en sentido lato, como actividad creadora, como arte en general, para Zambrano, si bien la actividad creadora desempeña una importante función en su método, el rol de la poesía es aquí entendido en sentido estricto. La razón poética consiste en un modo de acceso en el que la palabra poética, por su naturaleza musical, crea las condiciones necesarias para que se pueda acceder a un determinado tipo de realidades de otro modo inabarcables. Solo el claro del bosque se constituye en medio en el cual significante y significado son uno solo, conocimiento y vida ocurren sin distinción entre ambos: «los claros del bosque ofrecen, parecen prometer, más que una visión nueva, un medio de visibilidad donde la imagen sea real y el pensamiento y el sentir se identifiquen sin que sea a costa de que se pierdan el uno en el otro o de que se anulen». Es en el claro donde el ser recibido del hombre se le revela, se produce una sincronización entre su tiempo interior y su tiempo exterior, vida y sabiduría producen un acorde unísono.

Para Monique Dorang, una de las críticas especializadas en la obra de Zambrano, Claros del bosque plantea el acercamiento a la divinidad de parte de la filósofa malagueña, un acercamiento que está basado en un saber de experiencias con connotaciones místicas, de manera que la ontología que Zambrano propone es el resultado de un descifrar el sentir sobre el ser oculto. En esta misma línea, apostilla Ana Bundgaard que en Claros del bosque se inscribe la mística de la penumbra y de la metafísica y, por consiguiente, este libro expone múltiples reflexiones en torno al misticismo como creencia y como expresión poética, además de presentar una suerte de ideología o cosmovisión, ya que si bien la mística sucede dentro del alma, también está fundada en la naturaleza propia del hombre y en modo alguno es ajena a lo humano. 

El místico para Zambrano es un verdadero revolucionario que se autodestruye mediante un doloroso proceso de autofagia y da como resultado a la otredad en su interior, a la heterogeneidad que conduce a la divinidad.  Claros del bosque presenta, en opinión de Ana Bundgaard, una vuelta atrás en relación a la filosofía de Heidegger ya que los temas centrales del libro revelan la emergencia del ser del ente ante la existencia, al tiempo que se acerca al género literario de la confesión y de la guía, tan frecuentados por Zambrano. Esta obra intenta mostrar cómo crear «claros» en la conciencia para que sucedan visiones de lo que está oculto, o, parafraseando a Heidegger, el ser oculto se hace ver en imágenes y destellos, que han de ser recogidos en unidad por el sentimiento originario. Afirma Zambrano que «El claro del bosque es un centro en el que no siempre es posible entrar; desde la linde se le mira y el aparecer de algunas huellas de animales no ayuda a dar ese paso. Es otro reino que un alma habita y guarda. Algún pájaro avisa y llama a ir hasta donde vaya marcando su voz. Y se la obedece; luego no se encuentra nada, nada que no sea un lugar intacto que parece haberse abierto en ese solo instante y que nunca más se dará así. No hay que buscarlo. No hay que buscar. Es la lección inmediata de los claros del bosque: no hay que ir a buscarlos, ni tampoco a buscar nada de ellos». En suma, nos encontramos ante una obra que dialoga con la mística, la filosofía racionalista y la mitología, pero también con la filosofía órfica y gnóstica, y en la que la poesía juega un papel insoslayable como reveladora del ser.

Anton Bruckner, Sinfonía N°9 , Teodor Currentzis , SWR Symphonieorchestra

Let's be careful out there 


sábado, 16 de marzo de 2024

Viaje Infinito



Polos teus ollos quen pasou, amiga,
deixóu unha ollada de amore perdida
Nos ollos teus.
Deixóu de amore perdida unha ollada
polos teus ollos quen  pasóu, amada.
Nos ollos teus.
Cinza levás nos ollos,  amiga,
daquela ollada de amore perdida.
Nos ollos teus.
Borrallo nos ollos levás, amada,
que non miraches a quen te ollaba.
Nos ollos teus.
Alvaro Cunqueiro, Cantiga nova que se chama Riveira

A  finales de octubre de 2023 y  tras más de cuatro décadas como uno de los principales conjuntos de música de cámara del mundo, el Cuarteto Emerson se disolvió."
Con músicos como éstos", escribió un crítico en The Times, "debe haber esperanza para la humanidad": la hay, en efecto, aunque cada vez sea más dificil respirar entre la inmensa masa de mediocridad que se extiende por el universo mundo. 
El cuarteto ha realizado más de treinta aclamadas grabaciones y ha sido galardonado con nueve premios Grammy (dos de ellos al mejor álbum de música clásica), tres premios Gramophone, el premio Avery Fisher y el premio Ensemble Viena del año de Musical America.También ha encargado obras a algunos de los compositores más estimados de la actualidad y ha actuado con solistas tan eminentes como  Renée Fleming, Barbara Hannigan, Evgeny Kissin, Ax, Yefim Bronfman, James Galway, Edgar Meyer, Mstislav Rostropovich, Menahem Pressler, Leon Fleisher, André Previn e Isaac Stern.
La extensa discografía del cuarteto incluye los cuartetos de cuerda completos de Beethoven, Mendelssohn, Brahms, Bela Bartók, Webern y Shostakovich. En octubre de 2020, el cuarteto publicó un CD de los tres cuartetos de Schumann en Pentatone. Deutsche Grammophon ha reeditado recientemente su caja de grabaciones completas del Cuarteto Emerson, ahora ampliada a cincuenta y cinco discos.
Formado en 1976 y con sede en Nueva York, fue uno de los primeros cuartetos en los que los dos violinistas se alternaban en lugar del primer violinista. El grupo, que toma su nombre del poeta y filósofo estadounidense Ralph Waldo Emerson, es el cuarteto residente de la Universidad Stony Brook. En 2013, Paul Watkins, distinguido solista y galardonado director de orquesta, se unió a los miembros originales del cuarteto tras la marcha del violonchelista David Finckel. Pero, como dijo San Juan de la Cruz. entremos más adentro en la espesura de esta su última grabación.
 "Dinamitar": volar algo con dinamita.  aniquilar, arrasar, exterminar, vasolar
Ésa es la palabra, tan de actualidad, (hay que ver que singulares coincidencias tiene tantas veces la vida)?, que Anton Weber utilizó en 1933 para resumir su abandono del sistema tonal que había mantenido unida la música durante tres siglos. ¿La obra que lo puso todo patas arriba? Los historiadores nos hablarán del Opus.10 de Schoenberg, un cuarteto para cinco voces, cuyo final, sin clave de armadura, suelta amarras para liberarse de una gramática cuyo cromatismo en constante expansión llevaba tiempo resquebrajando sus costuras. "Huelo el aire de otros planetas", reza el poema de Stefan George (1868-1932) cantado en su cuarto movimiento. La metáfora parece clara. Además, fue al oírlo cuando Kandinsky se armó de valor, en 1911, para escribir al gran Arnold y hablarle de su convergencia de pensamiento. Pero es el espectro de otro pintor el que planea sobre la obra.
Richard Gerstl (1883-1908), que vivía en la misma calle que los Schoenberg en Viena y a quien conoció en 1906, había pintado el retrato familiar e introducido al músico en el manejo de los pinceles. También mantuvo un apasionado romance con su esposa Mathilde, hermana de Zemlinsky,( no confundir con el criminal liberticida ucraniano), que insistió en que amaba a su marido e impidió que el psicodrama conyugal acabara en divorcio, a pesar de que  finalmente se separaron durante unos días en el verano de 1908. Aunque no se conoce la fecha exacta de composición del finale , lo único cierto es que el primer esbozo del tercer movimiento se terminó el 11 de julio, y que la "huida" de Frau Schoenberg con su amante tuvo lugar a finales de agosto, la ansiedad que sentía el compositor por aquel entonces no parece del todo ajena al giro que toman las partes finales de la obra.
Pero la despedida de lo que fue es difícil. En algunos aspectos, la pieza, cuyo comienzo se fijó en 1907, no va tan lejos como algunas de sus predecesoras. Su estructura no es tan avanzada como la del Cuarteto de cuerda nº 1 (1904-1905) o la Sinfonía de cámara nº 1 (1906), que son con diferencia las obras más avanzadas de este género. Es una obra laberíntica, y su atonalidad es menos radical que la de las páginas escritas poco antes. ¿El escándalo del estreno? Principalmente causado por el amargo scherzo en re menor. Dadas las circunstancias ,y aunque las interpretaciones de lo que se quiere decir difieran por completo, no es de extrañar que el segundo violín cite la famosa canción vienesa O du lieber Augustin, un estribillo en el que casi todos los versos repiten Alles ist hin [todo está arruinado].
El disco está compuesto por 4 piezas extraordinarias de dificil escucha, no apto para habituales del tik-tok y demás plataformas para Me-mo/s y Me-ma/s , desgranadas de la siguiente manera:
In memoriam
El increible baño de sangre que supuso  la Primera Guerra Mundial también dejó su huella en la música de  Paul Hindemith :no cabe duda de la identidad del propietario de esta ejemplar colección de piezas,  Melancholie (1906), firmadas por Christian Morgenstern, en las  que están marcados cuatro textos con la fecha del 29 de septiembre de 1917. Pronto se utilizarían para la Opus 13, que el futuro autor de Cadillac dedicó a su amigo Karl Köhler, muerto en el frente en 1918 - "Todo es aburrido y vacío. Triste hasta la muerte", escribió el artista tras su pérdida. La forma ABA del primer lied refleja la del poema, cuya última parte no cree en la promesa de un futuro mejor de la estrofa central. Las ondulaciones de las cuerdas que doblan  en la segunda parecen la lanzadera de la "niebla del tejedor" - ¿gas? - que envenena el aire. El postludio instrumental parece decir que nada la disipará. Bajo el ritmo punteado con el que la soprano y el primarius marcan el paso de un cortejo fúnebre, los pizzicatos muy secos de la tercera pieza son las "oscuras gotas de la muerte" que caen en la "copa de la vida". Luego está Traumwald, donde las armonías que acompañan al pájaro mientras duerme siguen siendo tristanescas.
En la segunda pieza,  Alban Berg compuso su Cuarteto op. 3 (1909-1910) al mismo tiempo que terminaba sus estudios con Schoenberg. Sin embargo, al mismo tiempo soñaba con casarse con Helene Nahowski, en contra del consejo del padre de la joven. Mirando al futuro La obra también conserva un vínculo ambivalente con el pasado: el primer movimiento del díptico aún recuerda a la forma sonata, mientras que el finale revisita el rondó, no sin ocasionales atisbos de Tristán e Isolda, un mensaje apenas críptico a la amada.
Con sus poderosas disonancias aquí y su seducción lírica allá, la obra maestra augura, no obstante, un buen futuro. La pieza, cuyos motivos estructurantes se transforman, combinan y crecen, tendiendo hacia el atematismo, consigue resolver el problema de la forma a gran escala y dar dirección a la abstracción sin tener que recurrir a la tonalidad ni a ningún texto que mantenga unido el conjunto. Todo ello mientras anuncia, en el apogeo de estos veinte minutos de música, la locura asesina de Wozzeck, ópera terminada en 1922.
Liebestod ( Morir de amor)
La narradora abandonada por su amante en la Chanson perpétuelle de Chausson también se prepara para el suicidio, según las rimas abreviadas del Nocturno del Coffret de santal (1873) de Charles Cros. Si el músico omite (entre otras cosas) los dos últimos tercetos, es para terminar evocando mejor "l'absent ", sobre un sol sostenido nunca superado en los agudos "enlacement "había subido previamente a esta dominante. Ernest, en este momento solo con la palabra, se lleva...perfectamente bien. Sin embargo, "siento el dolor que sentiría si me encontrara en esta situación, y lo siento tanto más cuanto que me encuentro más feliz", escribió a su cuñado Arthur Fontaine durante el trabajo.
Para finalizar, el inclasificable Segundo Cuarteto de Schoenberg, compuesto cuando se encontraba en el apogeo de su periodo atonal libre, diez años antes de la llegada de la dodecafonía. El estreno mundial provocó un alboroto sólo superado quizá por el que estalló en el estreno de La consagración de la primavera.
En resumidas cuentas, junto a Schoenberg, esta joya discográfica  nos ofrece la sensual obra temprana Melancholie de Hindemith, la conmovedoramente romántica Chanson perpétuelle de Chausson y el fascinante Cuarteto juvenil Op. 3 de Berg. 
Lo que une a estas obras estilísticamente dispares es la expresión de un deseo insatisfecho, y quizá insaciable, y el apego absoluto de los compositores a su ideal estético, todo  un viaje musical inspirador.

Entrückung (Sehr langsam) Ich fühle luft von anderem planeten. Mir blassen durch das dunkel die gesichter Die freundlich eben noch sich zu mir drehten.

Und baum und wege die ich liebte fahlen Dass ich sie kaum mehr kenne und du lichter Geliebter schatten - rufer meiner qualen -

Bist nun erloschen ganz in tiefern gluten Um nach dem taumel streitenden getobes Mit einem frommen schauer anzumuten.

Ich löse mich in tönen, kreisend, webend, Ungründigen danks und unbenamten lobes Dem grossen atem wunschlos mich ergebend.

Mich überfährt ein ungestümes wehen Im rausch der weihe wo inbrünstige schreie In staub geworfner beterinnen flehen:

Dann seh ich wie sich duftige nebel lüpfen In einer sonnerfüllten klaren freie Die nur umfängt auf fernsten bergesschlüpfen.

Der boden schüttert weiss und weich wie molke. Ich steige über schluchten ungeheuer. Ich fühle wie ich über letzter wolke

In einem meer kristallnen glanzes schwimme - Ich bin ein funke nur vom heiligen feuer Ich bin ein dröhnen nur der heiligen stimme.

Y los árboles y caminos que amé palidecen
Que apenas los conozco ya Y tú luz Amada sombra -llamadora de mis tormentos-

Se extingue ahora por completo en un resplandor más profundo
Para hacer señas con un temblor piadoso tras el tumulto de la furia pendenciera.

Me disuelvo en tonos, dando vueltas, tejiendo, Gracias insondables y alabanzas sin nombre Al gran aliento me rindo sin deseo.

Me alcanza una ola impetuosa
En la embriaguez de la consagración Donde los gritos fervientes suplican en el polvo de las plegarias lanzadas:

Entonces veo cómo se levantan nieblas fragantes 
En un espacio abierto y claro lleno de sol 
Que sólo abraza en lejanos resbalones de montaña.

El suelo tiembla blanco y suave como el suero.
Subo por desfiladeros inmensos.
 Me siento por encima de la última nube

Nadando en un mar de esplendor cristalino 
 Soy una chispa sólo del fuego sagrado 
Soy un rugido sólo de la voz sagrada.


Let's be careful out there