Julien Gracq, En el castillo de Argol
Muchas veces, al subirme al sillín, la mediocre realidad, la negatividad de las palabras infames, los pensamientos y los sentimientos elaborados por otros que nos sirven con el desayuno desde ubicuas plataformas que expanden su miedo para amordazarnos, pretenden cabalgar conmigo. Pero entonces, el ciclista ascético que llevo dentro se rebela, y la práctica, el ejercicio, la disciplina, y el entrenamiento toman gradualmente posesión de un horizonte más límpio y liviano .Asi, con cada pedalada, como por arte de magia, la radiofonía negativa se desvanece y la sintonía con uno mismo y su amada soledad, crece hasta una concentración extrema vacía de interferencias externas y llena de un yo íntimo. Entonces es cuando realmente soy sólo el aliento y el aire que me envuelve, sólo el aliento y el aire que respiro, sólo mi corazón y el esfuerzo que soy capaz de dominar, sólo el sudor y el sol que lo hace brillar, sólo mis piernas que se doblan, mis músculos que se contraen, mis manos que agarran, mi espalda que se flexiona, mi pecho que se expande; plenamente consciente de que la vida solitaria no es cara en lo más mínimo cuando uno la relaciona con las siete felicidades que la acompañan. Sólo se trata de los días.
Let's be careful out there
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