martes, 20 de febrero de 2024

Meandros filosóficos

Este mundo es un ser viviente dotado con alma e inteligencia, una entidad única que contiene a su vez a todos los seres vivientes del universo, quienes por naturaleza propia están todos interconectados entre sí.
Platón. Timeo.

Cada persona es un ángulo desde el que ver el mundo.En este sentido, cada ser es el mundo entero metido  en una singularidad en la que no se cumplen las leyes de la física. La base de esta idea no es mía sino de Leibniz.


Válida en sí misma como exacerbada y perturbadora expresión del proceso y estado del mundo, la obra de Eduardo Nicol es el desarrollo de un filosofar que se desenvuelve y transforma en un diálogo permanente con la historia del pensamiento. En su "sistema" el diálogo siempre es necesario para discurrir con certidumbre; de hecho, para Nicol, "la idea de novedad absoluta, de ruptura con el pasado, o sea la creencia de que el presente cancela el pasado, queda eliminada en cuanto se percibe que la ciencia no es, ni podrá ser jamás, un sistema cerrado de verdades definitivas e inmutables. Es, por el contrario, un sistema histórico, o sea un sistema abierto, cuyas conclusiones tienen siempre el carácter de hipótesis"
 Esta noción de la constitutiva historicidad de la filosofía y del pensamiento y, más aún, de todo lo humano y del ser mismo del hombre, es un principio que Nicol incorpora de manera metodológica y crítica a su propio pensamiento. Parte del hecho de que la historicidad no es una hipótesis o una simple invención teórica que, por ello, pudiera llegar a desecharse críticamente . Está claro que las filosofías historicistas que han surgido después de la hegeliana pueden ser criticadas, pero siempre desde la historia misma; es decir, la crítica sólo puede versar sobre la manera como se haya comprendido la historicidad e integrado con otros conceptos en un cuerpo doctrinal. Ninguna crítica de los historicismos puede negar el fundamento de donde parten todos: que la historicidad es un componente del ser y el conocer, no un factor extrínseco. La existencia efectiva de una estructura en el pro- ceso histórico, que implica la revelación de que el tiempo mismo posee una estructura, trae consigo innumerables beneficios respecto de la verdad, el conocimiento, el ser y el ser del hombre. La cuestión no es baladí, pues lo que Nicol lleva a cabo a lo largo de su obra es una revolución en la filosofía que establece un giro, una vuelta, un cambio de perspectiva en la concepción de la historicidad y de su indisoluble nexo con el ser y el tiempo. Con la historicidad se confirma que es ella la forma específica que toma en el hombre la temporalidad universal del ser; con el devenir se comprende que también es un hecho su estructura racional, cuya objetividad hace posible la ciencia; y ésta tiene que entenderse desde ahora como transubjetiva, pues es algo que atañe a la intercomunicación. Así entendida, la intersubjetividad tiene que comprenderse como intercomunicación a través del tiempo, de manera sincrónica y diacrónica. Por ello, como señala Nícol,"un historicismo genuino no consiste en afirmar que la verdad es una expresión del tenor vital de la época en que se formula, y que cada época, por ser distinta, tiene distintas verdades. Una filosofía historicista tiene que investigar justamente cómo se pasa de una verdad a otra verdad, cuál es el nexo entre una época cualquiera y la época nueva y distinta que le sucede. La investigación ha de versar sobre la articulación interna, porque el objeto de estudio es un proceso, no es una serie discontinua de situaciones diferenciadas. Si cada época o situación histórica se concibe como una unidad estanca, desaparece justamente la posibilidad de la comprensión histórica, pues no hay manera de abordar el pasado desde el encierro del presente" 
En la estructura de la historicidad no existen preeminencias temporales: ni del presente frente al pasado, ni de éstos frente al futuro. Lo que se exige al pensamiento es subrayar el nexo que hay, se da, entre estos tres momentos. En la historia, el pasado no es lo que ya pasó, lo que fue; antes bien es lo que pervive y sigue proyectándose hacia el futuro. El pasado, para Nícol, es siempre y en todo caso un legado del cual no podría el hombre disfrutar si no existiese también, en la actividad del hoy, el propósito de una legación. Para Nicol, la historicidad no consiste simplemente en la capacidad de producir, de dejar en el mundo una huella que se consigna a la historia porque ya es algo pasado, algo que irre- misiblemente dejó de ser; sino, antes bien, es la capacidad que posee el hombre de transformarse a sí mismo y de legar al futuro algo que penvive cuando ya no vive quien lo creó. La historicidad, entendida como condición ontológica del hombre, no tiene como "destino" la muerte, tal y como lo señalara Heidegger en Sein und Zeit, sino, más bien, el de una pervivencia, el de"permanecer metá", más allá de la propia muerte, como nos lo dijera Platón en el Banquete. El legado es literalmente sobrevivencia, la permanencia cambiante del ser en la historia, porque en todo caso la historia es tradición y esto, para nuestro tiempo, significa continuidad consciente, en la medida en que esa historicidad es la forma específicamente humana de la temporalidad. En la historia no hay saltos ni rupturas epistemológicas. Lo que hay es continuidad, pero ésta no es homogénea, lineal y progresiva, como tampoco es irreversible. La estructura del tiempo histórico es, pues, dialéctica. Conlleva la presencia del pasado, presencia que se manifiesta como diálogo constante, nunca acabado, cabal, completo. El presente no elimina lo que ya pasó: lo que ha pasado es en todo momento un componente actual del presente. Esto significa que su presencia viva no depende de la evocación del re- cuerdo, como dice Heidegger, sino de un acto genuino de adopción vital, sin decir con ello que haya una reproducción literal del pasado. De ser así, tendríamos asegurado el futuro y cancelado el pasado. En cambio, nuestra incertidumbre existencial es el resulta- do de la estructura del proceso mismo; ya lo dice Nícol:" El futuro es imprevisible porque no prolonga una línea, sino un haz de muchas líneas. El presente gesta el futuro; pero no hay un presente, sino una comunidad de muchos presentes individuales, que son interdependientes, pero cada uno de los cuales proyec- ta libremente novedades". 
Aquí cabe destacar el factor moral como componente de la historicidad, pues, como señala Nicol, "sólo un filósofo puede ser irresponsable en cuanto al ethos filosófico" justo porque uno de los aspectos de la objetividad es el ethos. Pues corres- ponde a la vocación científica una peculiar "actitud frente al ser"; la vocación científica es, sin lugar a dudas, una forma de vida y no sólo una mera actividad profesional. Su crisis, cuando el interés pragmático perturba los fines de la ciencia, es más grave que la crisis epistemológica que puedan producir los hechos nuevos, o el derrumbe de viejos esquemas teóricos. Los errores son parte de la vida y más de la vida teórica, pero la desviación del ethos compromete los cimientos de la ciencia porque lo que se pone en juego es la excelencia humana que ella se propone. Por ello, la responsabilidad (que no es sino una forma de dar respuesta de sí mismo ante el otro, y que es una nota de la esencial eticidad del hombre en tanto ser comunitario) también es retroactiva, es decir, se da la cara no sólo al presente y al futuro sino también se responde al pasado. El proceso histórico consiste en la introducción de novedades y éstas son siempre una combinatoria, una alquimia de lo nuevo con lo viejo, de lo sabido con lo inesperado. Por ello, dice Nicol, "no hay novedad sin filiación. Tampoco hay una reproducción literal del pasado". El pasado ya fue pero aún es en el presente, actúa en el presente y en dirección hacia el futuro, aunque no de manera determinista. Es cierto que el hombre puede ser definido como una "flecha del anhelo hacia la orilla", como decía Nietzsche, y que significa una apertura radicalmente humana hacia el futuro. Pero ese "éxtasis" (como lo definía Heidegger) es correla- tivo al "éxtasis" hacia atrás de la memoria: cuanto más tensa el sujeto su memoria hacia el pasado, cuanto más afina y selecciona, clarifica o verifica su propio memorizar, más factible se le hace ese "salto" hacia la novedad, mayor posibilidad se le abre a la perpetuación diferenciada. Se ha dicho de los pueblos que si no memorizan su propia historia, están condenados a repetirla. Lo mismo afirma Freud respecto del sujeto: si éste no carga con su propia historia, si no logra revivirla en el recuerdo, se ve en la fatalidad de repetirla. Pero ¿realmente la podemos repetir? Si somos estrictos, el pasado nunca se repite; sin embargo, y a pesar de lo anterior, lo que se puede afirmar es que la ausencia de una memoria hace al sujeto actuante esclavo de su "destino", pues el pasado se vuelve programa o "predestinación" que desde un pretérito indefinido dictamina órdenes respecto de acciones y pasiones futuras. El pasado memorizado no es sino la selección producida por la memoria, de aquello que encierra aún virtualidades de actualización histórica. La tradición cultural es, entonces, el fondo virtual de posibilidades de futuro en donde la experiencia es una trama y un tejido, una labor artesanal en la que ella va tejiendo y destejiendo la tela de la vida misma. La experiencia hace referencia a actos que se repiten según una pauta interna. Memoria y experiencia son términos que se exigen mutuamente. La memoria constituye el suelo nutricio que guarda y custo- dia un acervo comunal, un legado y una herencia de generaciones, un depósito de tradiciones. Esa memoria arraiga en lo inmemorial, espacio del mito de cuyo fondo extrae sus mo- tivos. Esa memoria marca una pauta de comparecencias de lo mítico e instaura una ley de recurrencias, compone por lo mis- mo una suerte de calendario. Nacemos en un aquí y en un ahora, y es la tradición la que nos envuelve y abriga; es la tradición, su legado, ese acervo de leyendas y de costumbres, ese laberinto geográfico de íconos y símbolos, de señas y signos secretos, los que constituyen nuestra heredad, nuestra historia; la tradición es nuestra más íntimo espacio de tierra, la heredad es la incorporación del día de ayer en el de hoy, es el sordo rumor donde acontece el presente. 

Let's be careful out there 

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