viernes, 16 de febrero de 2024

Caminos de bosque

<Holz> [madera, leña] es un antiguo nombre para el bosque. En el bosque hay caminos [<< Wege»], por lo general medio ocultos por la maleza, que cesan bruscamente en lo no hollado. Es a estos caminos a los que se llama «Holzwege» [«caminos de bosque, cami- nos que se pierden en el bosque»].

Cada uno de ellos sigue un trazado diferente, pero siempre den- tro del mismo bosque. Muchas veces parece como si fueran iguales, pero es una mera apariencia.

Los leñadores y guardabosques conocen los caminos. Ellos saben lo que significa encontrarse en un camino que se pierde en el bosque.

Martin Heidegger, Caminos de bosque.  Alianza Editorial

Al llegar a Colonia, se encontró lo siguiente: un piano de cola que se utilizaba para los ensayos del coro y que estaba sin afinar, con varias teclas que no sonaban y un pedal derecho inservible. Como cancelar el concierto a esas alturas era imposible, Keith Jarret hizo lo que pudo —se limitó a las alturas del piano y eludió sobre la marcha, con maniobras similares a las del piloto que esquiva baches a 200 kilómetros por hora, las teclas mal templadas—, y “lo que pudo” fue nada menos que el Köln Concert, una pieza hermosísima en do mayor (Keith escogió la escala a propósito para mostrar que la temprana ironía de Schönberg sobre las armonías tritónicas era más que discutible) que terminó convirtiéndose en el disco más vendido de la historia del jazz.
Ese mismo año, Glenn Gould grabó dos bagatelas de Beethoven, sin saber muy bien quién era ese pianista excéntrico del que se había empezado a hablar en todas partes, una actitud propia de alguien que, como Gould, difícilmente salía de su casa, donde el insomnio que padecía lo habilitaba para ensayar hasta altas horas de la madrugada, o solo lo hacía conduciendo su auto con unas anteojeras como las de los caballos, para no tener que cruzarse con nadie. Si la diligencia era a pie, recorría las calles de Toronto cubierto con un gorro y unos guantes de lana, incluso en verano, cargando como único equipaje la silla plegable que su padre le había confeccionado cuando era niño y que, a causa de que era cuatro o cinco centímetros más baja de lo recomendado, lo hacía verse sobre el piano como si se estuviera trepando a un balcón.


Lo cierto es que a Gould sus contemporáneos no le interesaban, a excepción de Petula Clark sobre quien escribió una crónica formidable acerca del día en que tuvo el privilegio de conocerla.  Por tanto el de Pensilvania no le interesaba en absoluto.Jarrett, en cambio, sí daba la impresión de seguirlo, tanto en el modo performático de tocar el piano como en un manojo de misteriosísimas coincidencias: los mismos dolores de espalda, que ambos pianistas cargaron como una cruz a lo largo de toda la vida; el mismo boxeo contra las teclas, que ambos pulsaban con delicadeza pero también con una reserva de malestar, de inconformismo con “vista exclusiva”, y sobre todo el final, el mismo final, un súbito derrame cerebral que dejó a Jarrett sin poder tocar más el piano y a Gould desparramado para la eternidad sobre su Steinway de cola.
En El malogrado, la exquisita y desenfrenada novela que Thomas Bernhard destinó a Gould, pero con la que apuntó más que nada a probar que el mundo no vale la pena y que la vida es un accidente largo y desesperado, se atribuye a la fragilidad que habita en el alma de los inconformistas esta clase de finales tan súbitos y desconsoladores. Asimismo, resulta evidente que Keith Jarrett estaba hablando de sí mismo cuando señaló, en la misma línea que Bernhard, que la conducta de Gould, a ratos incomprensible y sumida en un sufrimiento infinito, no era sino el efecto de la frustración artística. De pronto, pienso ahora, fue esa frustración la que los unió y en la que mutuamente se disolvieron.


<Holz> [madeira, lenha] é um nome antigo para a floresta. Na floresta existem caminhos [<< Wege"], geralmente meio escondidos pela vegetação rasteira, que cessam abruptamente no não pisado. Estes caminhos são chamados "Holzwege" ["caminhos da floresta, caminhos que se perdem na floresta"].

Cada um deles segue uma rota diferente, mas sempre através da mesma floresta. Muitas vezes parecem ser os mesmos, mas isso é apenas uma aparência.

Os lenhadores e silvicultores conhecem os caminhos. Sabem o que significa encontrar-se num caminho que se perde na floresta.
Traducción, R.Ferreira 

Let's be careful out there 

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