domingo, 25 de febrero de 2024

Jerusalém

Claras mañanas de esperanza henchidas, serenas tardes del vivir desnudo,
noches calladas de sosiego dulce, ¿cuál vuestra lengua?
Y luego... ¿qué? ¡no sé! Y eso, ¿qué importa?
[...]
¡Oh, no busquéis la letra, la que mata, lo que vida nos da, buscad espíritu! ¿qué ha querido decir?, prosigue... ¡déjalo! ¡busca lo íntimo!
[...]
Si os dejara en el alma un vago trémolo
y se abre el cielo, como el que baja de esa vieja torre, que a la oración nos llama, os dejaría mi alma toda.
Miguel de Unamuno, poesías completas 1907


Só se aprende quando as coisas tremem e as catástrofes podem assim ser vistas como avisos, como algo mais forte que não tem outra forma de ensinar a não ser assustar--nos. Trata-se de uma “pedagogia pela catástrofe” em que se acredita que “há conexões imperativas entre a desgraça e o entendimento” e “energias didácticas e transformadoras da opinião que irradiam das tragédias” […] Para aprender com os destroços é necessário estar no meio deles.[...]

Gonçalo.M.Tavares,Sobre a bruta aprendizagem”. In: Fundação Saramago (ed.). Palavras para José Saramago. Lisboa: Caminho, 2011

En su tetralogía El Reino, Gonçalo M. Tavares indaga en el comportamiento y las actitudes de los hombres sumidos en los abismos del mal. Su escritura construye una trama novelística que mezcla la ficción con el ensayo, para indagar en el hombre contaminado por la violencia en diversas experiencias límite. En Jerusalém, la tercera novela de la tetralogía, Tavares invita al lector a reflexionar sobre los límites de la razón y la locura, trazando paralelismos con la memoria de la Shoah. Como escritor posterior a Auschwitz, Tavares escribe para causar extrañeza e inquietar al lector: sólo a través de una escritura violenta, cruda y cuestionadora es posible narrar el horror, darse cuenta de la barbarie cometida y despertar las conciencias de las generaciones que no fueron testigos de la Shoah. Compuesta de capítulos cortos que exploran la fragmentación del tema en un estilo casi fílmico que evoca el cine del expresionismo alemán, la novela reflexiona sobre los tiempos oscuros de los seres inadaptados para evitar que se repita el horror de los campos de concentración. De acuerdo con el pensamiento de Sloterdijk, el texto de Jerusalén forma parte de la cultura del pánico, ya que puede entenderse desde la "enseñanza de la catástrofe: "sólo la enseñanza práctica de lo que es malo puede iniciar un giro hacia lo que es mejor" desde una narrativa que allana el camino a la experimentación entre el texto-fragmento y el ensayo. El texto de Jerusalén está escrito en un "estilo pánico", donde se expone el derrumbe de la esperanza y se revela la catástrofe del hombre desarraigado en un mundo negro y sin sentido: sólo se aprende cuando las cosas tiemblan y las catástrofes pueden verse así como advertencias, como algo más fuerte que no tiene otra forma de enseñar que asustarte. Se trata de una "pedagogía a través de la catástrofe" en la que se cree que "existen conexiones imperativas entre la desgracia y la comprensión" y "energías didácticas y transformadoras de opinión que irradian de las tragedias" [...] Para aprender de los escombros hay que estar en medio de ellos ( dice Tavares) aunque  el mensaje no afecte a Netanyahu y sus fanáticos sionistas que lo han olvidado todo excepto el fanatismo y la irracionalidad de la que provienen ( esto lo digo yo, no Tavares).
En los caminos que se cruzan el psiquiatra Theodor Busbeck, representante del discurso científico, y su esposa Mylia Busbeck, encerrada dentro y fuera de su esquizofrenia, hay una difusa intersección que nos implica y nos alienta a no permanecer neutrales ante el dolor del mundo. Aunque intentan experimentos para dar sentido a sus existencias, ambos personajes llevan la marca del movimiento de la caída, en un texto fragmentario que revela los fragmentos del ser.
Así, Jerusalén, además de  una obra  maestra, es una profunda reflexión sobre el mal que se extiende como una pulsión destructora, amparando los dispositivos disciplinarios del poder-saber que alienan. Partiendo de la pedagogía de la catástrofe de Sloterdijk y de la intertextualidad que articula la reescritura del campo de concentración nazi y de la Biblia, el texto cuestiona la evolución del horror y el enigma de la esquizofrenia de Mylia, que deconstruye los fundamentos de la psiquiatría, en la estela de Foucault. En forma de ensayo, la ficción se apoya en el pensamiento de Arendt para crear una conciencia crítica en el lector. La locura es la alegoría de la decadencia de los valores éticos y la lucidez de una demanda plural de sentido basada en la afirmación de la memoria creadora del pasado. Un pasado que los fanáticos sionistas, la OTAN y demás canallas han olvidado, o peor aún, han obviado para su propio derrumbre moral amparados en un delirio destructivo con el consentimiento y apoyo del resto de occidente. 
Al hilo de esto, se preguntaba Adorno cómo podríamos escribir después de Auschwitz, pues escribiendo que es gerundio, escribiendo sobre la sangre y el olvido de miles de civiles palestinos,  yemeníes, armenios y tantos y tantos otros olvidados , sobre los cadáveres de niños  esclavizados en las minas del Congo para sacar el  cobalto rojo con el que construir el soporte físico desde donde escribo, escribiendo para seguir denunciando una y mil veces el genocido allí donde se produzca,  financiado y silenciado por tanto hijo de la gran puta.
Jerusalén forma parte de la cultura del pánico en la medida en que surge como una lectura nihilista de una sociedad que ha experimentado las catástrofes de las guerras y los desastres degradantes de los campos de concentración: se sumerge en lo peor para desatar la voluntad de construir la ética de la lucidez. El lector se proyecta en la novela para interpretar el mal como un ácido lento que corroe la humanidad del sujeto, transformándolo en un ser escindido, empobrecido y perdido en el caos de la ciudad. Al indagar en la locura como alegoría de la decadencia de los valores éticos, el lector reescribe la memoria del pasado de la Shoah, impregnándola de su posicionamiento crítico y de su demanda plural de sentido.
La estructura narrativa de Jerusalén enseña al lector a convivir con la catástrofe que traza la memoria del horror, construyendo la imagen de un siglo XX desprovisto de valores trascendentales como Dios, la Verdad, la Justicia, el Bien y lo Bello. Se trata de enseñar a la gente a tomar conciencia crítica de la existencia del mal, que contamina el pensamiento humano y lo transforma en un ser reducido a la nada. En un estilo híbrido de escritura que absorbe la voz de la filosofía, Tavares plantea preguntas para inquietar al lector con el fin de explorar obscenidades, zonas de penumbra y manipular los materiales de los que se ha retirado la conciencia.
Como bien señala Miguel Real, el "proyecto de ficción de Tavares construye una filosofía de la nada: ninguna acción colectiva o individual, ninguna palabra colectiva o individual es capaz de llenar, si no ilusoria y efímeramente, el vacío de lo absoluto que se ha instaurado en el corazón del hombre en estos momentos terminales de una civilización que, habiendo conocido el paraíso de la creencia inocente, se ofrece ahora el infierno de una aceleración histórica tan hecha de un presente fugaz como de un futuro sin sentido".

Let's be careful out there 



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