domingo, 12 de abril de 2020

La sala 058.

La vida del espíritu no es la vida que se aterra ante la muerte y preserva  su pureza frente a la devastación, sino la que sabe afrontarla y mantenerse en ella.
Hegel, La Fenomenología de espíritu

El  Descendimiento.Antes de 1443.Óleo sobre tabla .Weyden, Rogier Van Der.



El  Descenso  de la Cruz  es una escena  que forma parte  del ciclo de la Pasión  y que se sitúa entre la Crucifixión  y el Llanto sobre Cristo muerto.  
El  episodio  es narrado  sucintamente por  los cuatro evangelistas,  que coinciden en que José  de Arimatea pidió permiso a  Pilato para descender el cuerpo  de Jesús y enterrarlo: Mt. 27, 5758;  Mc. 15, 4246; Lc. 23, 5053; Jn. 15,.
 El Descendimiento de Roger Van Der Weyden es la expresión pictórica más intensa del dolor, la desolación, la angustia y el amor que jamás he contemplado:  una profunda incisión en el corazón del hombre. Nada en él es atroz.
En un espacio imposible tiene  lugar un drama cuyos protagonistas más que figuras pintadas al óleo sobre una tabla parecen esculturas de bulto redondo.
 El desenclavo del maestro de Tournai te  clava literalmente al suelo sin darte tiempo a que te preguntes  por qué permaneces ahí clavado, ausente. Desde el primer momento, sientes  como la inquietud se graba en la dimensión de tu asombro.
 La pudiente  cofradía de la  Gran Guilda de los Ballesteros de Lovaina fue  quien encargó El Descendimiento a Van Der  Weyden para la Iglesia de Santa María Extramuros. En las esquinas de El Descendimiento, colgando de cada una de las tracerías de los extremos, aparece una pequeña ballesta pendiendo de una argolla.


 Es el momento de la revolución del óleo en Flandes. Esta técnica ofrecía frente al opaco temple  una fabulosa transparencia y, gracias a ella, una profundidad antes desconocida. 
Van der Weyden explora hasta la saciedad la ordenada distribución de los personajes, el realismo expresivo de las figuras, los límites de las veladuras que permiten llegar al fondo del detalle  hasta ser capaz de pintar el reflejo de una lágrima. Y lo hace, con la precisión de un orfebre.
Dentro de un nicho de madera se representa un drama pétreo repleto de figuras yuxtapuestas, pero sin precipitarse unas sobre otras. 

La escena central la ocupa el cuerpo lívido y arqueado en forma de ballesta ( como el de su Madre) de un Jesús descoyuntado, y de cuyo costado mana un reguero de sangre que atraviesa el paño de pureza, sin mancharlo. Lo sostienen José de Arimatea, Nicodemo, y un joven, incrustado de forma inverosímil detrás de una cruz de dimensiones ridículas, a la que no  crees capaz de albergar el tamaño de sus brazos. Las manos de Madre e Hijo caen juntas, buscándose.
Y de repente, en ese punto de la diagonal, entre esa llaga y esos dedos apoyados sobre el bellísimo manto de lapislázuli, en ese rostro desvaído, en la  fría piel del desmayo de la Madre, el instante se detiene. Se clausura un tiempo, otro se inaugura.


Entre los misterios de la tabla ,el ritmo de la escena no es el menor de ellos: sinuoso, quebrantado, lleno de mensajes, de líneas y de miradas que te atrapan. Como si se tratara de un proceso alquímico , se dan las paradojas de sensualidad y roca, quietud y conmoción, conmiseración y crueldad, cadencia y geometría:  El trabajo tenaz de un perfeccionista.
A la izquierda, con la  cara enrojecida por el llanto,un joven San Juan sujeta a la Madre ayudado por otra joven,  María Salomé, de similar rostro al de La Virgen
Detrás de Juan, María de Cleofás, rostro de marfil  tachonado por siete lágrimas.
Del  lado derecho de Cristo, la luz rebota contra el cuello  y la espalda de María Magdalena, como queriendo empujar toda la sensualidad de la parte superior de su pecho descubierto hacia  los pies ensangrentados del hombre al que ama, mientras que ahora el dolor, con igual delicadeza que antaño el deseo, la impeliera,  con premura, a regresar a sus sus pies con el ungüento perfumado de nardos 
.
El Descendimiento es una experiencia de desdoblamiento, desarma toda la potencia de tu yo,  te subyuga, te somete. Pero también y por encima de cualquier otra cosa te redime. Te libera, porque cuando admiras esa tabla, sabes  de forma cierta que sólo el amor los ha llevado allí. Que solo el amor es capaz de soportar toda esa cadena de dolor y desamparo. Que solo el amor es capaz de sustentar esa escalera. Que sólo el amor es capaz de esperar la redención a través del sufrimiento. Que solo el amor es nuestra esperanza.
Qué solo el amor nos salva.
Stabat Mater. Arvo Pärt.

Let's be careful out there.





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