No cortaréis en redondo el borde de vuestras cabezas ni dañaréis la punta de vuestra barba"
Levítico,19:27-28
Siempre hay una fase en la que un hombre con barba se afeita. Pero esta etapa no dura. Siempre termina lanzándose de cabeza otra vez en su barba"
Jean Cocteau, (1889-1963)
Desconozco el momento exacto de su origen, si es cosa del barajado azar de los genes, de ciertas influencias culturales o el mero capricho, vaya usted a saber. Lo cierto es que mientras que no se atente contra la Ley, la Costumbre y si acaso ( por no cogérmela con papel de fumar) contra los principios generales del derecho, soy un profundo defensor de la doctrina que defiende que cada uno haga lo que le salga de los huevos. Yo, procuro aplicarla en mi vida, a rajatabla. Ancha es Castilla.
Y esta Máxima vital incluye el que cualquier hombre, mujer ( en caso de padecer hirsutismo) o hermafrodita, puedan decidir con libertad, y llegado el caso, cuándo dejarse barba ( si así lo desean) y cuándo determinar rasurarse.
Para vivir en sociedad con cierta organización, y evitar que en la defensa de nuestros derechos e intereses primen el empleo del acero toledano, la navaja albaceteña, o el cuerno de chivo ( AK 47) hemos acordado pactos, dictado normas, firmado contratos sociales. Sea pues.
Claro que, momentos extraordinarios requieren de medidas extraordinarias, de cierto sacrificio, y por ello entiendo la recomendación por parte de nuestras autoridades sanitarias, de sugerir a los barbudos que en aras del interés General y la Higiene Colectiva, renuncien a su Derecho a la intimidad personal, a su Derecho a la propia imagen, así como al resto de Derechos de la personalidad, que son inalienables, irrenunciables e imprescriptibles, y sacrifiquen sus barbas. Es de entender que en ciertas ocasiones las autoridades tienen que jugarse el bigote para ganar prestigio ante la masa incierta.
Cualquier medida es poca en la guerra contra el Covid- 19, y Doctores tiene la Iglesia. A grandes males grandes remedios. La cosa tiene, pues, bigotes.
Quizá la pandemia sea una oportunidad para la inauguración de un tiempo nuevo ( y una nueva tierra) en el que , además de a tantas otras cosas, nuestros mandos renuncien a reírse en nuestras barbas, y no sólo nos vigilen y corrijan sino que atiendan sus obligaciones y solventen con prontitud la falta de liquidez para afrontar los pagos pendientes y las nóminas por venir.
Desde la lejana edad de piedra en la que alguien decidió afeitarse por primera vez, la barba ha sido usada en multitud de textos y contextos con fines prácticos como la consigna de Alejandro ( el Magno) a sus hombres de rasurarse para no dejarse agarrar por el enemigo por la barba, u otros de índole moral y control social como la prohibición (Lev. 19,27; 21,5 ) de ciertos cortes ceremoniales de la barba que probablemente imitaban la superstición pagana. Por otro lado, al leproso se le ordenaba afeitarse (Lev. 14,9).
Asimismo los Sijs, ni se rapan la barba ni se cortan el pelo preservando así su dignidad y nobleza, y carear los avatares con toda la barba, o lo que es lo mismo, en plenas facultades. Del mismo modo, los judíos jasídicos ni se cortan las barbas ni se rasuran, pues según el Zohar fruto de la Cábala, los pelos de la barba son símbolo de los canales por los que fluye el subconsciente sagrado. Ahí es nada.
Sin ir más lejos, en España tenemos un Presidente del Gobierno que miente por la mitad de la barba ( es decir descaradamente), pero obligarlo a rasurar su conciencia sería una Bar-baridad. Si acaso, por higiene democrática, lejos del ánimo de subirse a sus barbas, sería exigible su dimisión.
Se puede raer la barba como se puede raer la esclavitud o un hábito.
Por consiguiente, adelante con los faroles ,y que cada cual haga con su barba de varios días, su bigote, su barba española, patillas largas ,o con su Estilo Van Dyke lo que le salga de los huevos con tal de que no descuide su atención cuando la navaja deslice el filo sobre su rostro.
Traspasado el umbral de cierta edad uno tiende a ser precavido , ya se sabe “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar…."; pero también conserva la dignidad intacta como para renunciar a subírsele a las barbas a toda aquella ralea de Ulemas, Rabinos, Arzobispos y Prebostes que gozosos en la prohibición pretenden dominarnos.
Tampoco soy partidario de posturas drásticas y es por ello por lo que mantendré cuidada mi barba de chivo. Tiempo habrá, Dios no lo quiera, de empuñar el kalashnikov.
Let's be careful out there.
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