martes, 12 de marzo de 2024

Sonreir a través de las lágrimas

No tengo palabras para expresar la emoción que sentí cuando Teodor Currentzis me devolvió, con un gesto  de  exquisittez que no he visto  nunca en nadie, el rotulador con el que firmó mi disco:  una sonrisa enre las lágrimas. Спасибо. Gracias Maestro

Entrar donde se está, ha de hacerse al oído.
Chantal Maillard

El Réquiem de Mozart. Un soplo del más allá planea sobre él. ¿Cómo se puede pensar, después de semejante audición, que el universo no tiene ningún sentido? Debe tener uno. 
Emil cioran, Cuadernos, 1957-1972, «27 de mayo de 1961»

Puede que el Réquiem de Mozart sea una de las obras más admiradas de la música occidental, pero también ha sido objeto de las más deplorables  fantasías interpretativas y lecturas al borde del surrealismo.
Acudí a Madrid, a oir a Teodor Currentzis y su MusicAeterna con unas expectaticas muy altas, pero lejos estaba de  imaginar que lo que ocurrió ayer en un Auditorio Nacional hasta los topes: no fue la interpretación de un Requiem sublime entre lo sublime sino un momento áureo una ola sobre el agua, un plop sobre el fondo del alma: la más impactante actuación que ha contemplado quien suscribe
La simbiosis entre Currentzis y el Réquiem de Mozart  es tal, que pareciera como si el misterioso  hombre de negro, que fue al encuentro del genio salzsburgués para  encargarle una misa de difuntos, no hubiera sido otro sino el maestro greco-ruso, pero sería errónea la analogía, pues el grado de comprensión de la obra  por parte de Currentzis es de tal magnitud, que roza el milagro de una forma conquistada a partir de lo que queda depositado  en la condición humana, sin explicación objetiva . 
Desde los primeros compases, el greco-ruso instaló un ritmo sin aliento, dividido entre la sombría melodía de los fagotes y los cornos di bassetto y la respuesta sincopada de las cuerdas. Inhalar, exhalar: apenas parcialmente liberados de ese espasmo creciente por la entrada del coro. Por turnos, cada una de las voces evocó el descanso eterno, Requiem aeternam, mientras la orquesta perseguía sin descanso ese leve pulso de vida, aún más fuerte que la muerte evocada en el texto. Incluso el radiante himno de alabanza de la soprano solista (Te decet hymnus) quedó convertido en un mero paréntesis antes de que se reanudara  el conjunto coral angustiado y sin aliento.
La secuencia Tuba mirum ( sucesión de breves episodios, desde la enigmática aria del bajo con trombón hasta el cuarteto final que expresa la angustia de quien teme el Juicio Final( fue sencillamente indeleble preparando  este conjunto el camino para la grandiosa visión del Dios majestuoso que emerge, fortissimo, en el Rex tremendae. 
Tras abrirse con una solemne triple aclamación de la palabra Rex, Currentzis afrontó los dos episodios del  doble canon con una  fuerza abrumadora, sostenido por el incesante ritmo punteado de las cuerdas, para evocar al Rey del poder, y la frágil imploración de los pecadores sobre las palabras Salva me. 
Currentzis genera  un nuevo clima con un sonido claro en los forte y  una brisa en los pianísimos con un kyrie abordado a gran velocidad , creando una hábil transición hacia el soberbio Recordare, confiado a unos solistas inigualables : la soprano Elizaveta Sveshnikova de voz bella y esmaltada,  Egor Semenkov, tenor profundo y desenvuelto en los pasjes de máximo compromiso y el  bajo  Alexey Tikhomirov y  el contratenor Andrey Memzer acerados al máximo, en un mundo de dulzura y calma con las palabras del contralto y el bajo, Recordare Jesu pie (Recuerda, dulce Jesús), retomadas inmediatamente por la soprano y el tenor. Aquí el hombre toma conciencia del sacrificio de Cristo. Suplica y gime, pero su plegaria parece cernirse sobre este mundo, permitiéndole encontrar la calma y el apaciguamiento. Rompiendo súbitamente esta calma, surge un soplo de tragedia con las primeras palabras del Confutatis: exacerbación de las partes de cuerda, puntuada por agudos golpes de timbal, agitación del coro masculino, contestada dos veces por el humilde Voca me de las mujeres. Finalmente, todo se calma y nos conduce suavemente al máximo  momento de la gracia.
 La ya de por si bellísima Lacrimosa fue convertida por Currentzis en uno de los lamentos musicales más bellos de la historia,  con su melodía sublime y lastimera, puntuada por los ritmos sincopados de las cuerdas. Entre nanas y sollozos, el maestro , nos ofreció aquí una visión familiar, casi amable, de la palabra para proseguir con un dinámico Domine Jesu, con su poderosa fuga (Quam olim Abrahae promisisti et semini ejus) , en la que el piso del auditorio vaciló bajo todo el peso del talento de Currentzis, en  contraste con el vehemente Ofertorio con una Hostias bañada en una suave luz. Un Sanctus solemne en su aliento, surfeó la fuga sobre el Hosanna y el reposado paréntesis del Benedictus. para  elevarse a un Agnus Dei sincerísimo y terminar en una  lux aeterna sobreacogedora, favoreciendo la visión trágica y dolorida del Cordero inmolado.

En palabras de Marie-Aude Roux, esta música, con una fuerza y una transparencia sin precedentes, pone de manifiesto "esta mezcla de renuncia y energía, esta aceptación del silencio que se niega a ser silenciado, este estallido de llama que no quiere extinguirse". 
De acuerdo con teorías recientes, tanto las partículas que componen la materia como los quanta de energía pueden entenderse como diferentes modos de vibración de otras entidades llamadas cuerdas: el universo emerge así como la acumulación de incontables armónicos. ¿Es el cosmos una entidad musical, el resultado de las resonancias de ciertos sonidos o acordes inconcebibles para nuestro oído, pero cuya incomprensible actividad percibimos como espacio, tiempo y conglomerados de materia? La música como metáfora del universo: un regalo de Dios destinado a hacernos reflexionar sobre el sentido del mundo. Y a esa metáfora nos llevó ayer Teodor Currentzis y su MusicAeterna con el despliegue de un Requiem que sonó voluminoso, transmundamo, pleno de Fe y de Esperanza  sobre la  triste realidad más que sombría que nos atosiga.

El Réquiem de Mozart impone exigencias extremadamente altas a sus intérpretes. Después del Réquiem de 2019 con el coro Byzantina, la exposición y el riesgo eran mayores, sin embargo,  Teodor Currentzis, con la magia de su genio musical, amplió los límites de la experiencia anterior y el Réquiem sonó aún más voluminoso, "transmundano", de una manera que rara vez lo hacen los laicos, a algunos se les permite sonar, y a otros se les permite escuchar esto.: música universal.
Humildad, asombro, esperanza, la desnudez de la indefensión del alma humana, una súplica de misericordia para los débiles: todo se escuchó ayer con una  limpieza vocálica prístina  en el canto de los textos de la partitura. Pero, en mi opinión, esta música es mucho más que los significados expresados ​​​​en palabras, y en la sala del Auditorio Nacional, ayer,estaba sucediendo algo cataŕtico, casi un misterio:, y es que los sentimientos nacidos de la música,  se precipitaron hacia lo alto.¡Bravo, Maestro!. Bravi, musicaeterna!

Realmente amo a este grupo de excelsos músicos Y  desde ayer al sentimiento de gratitud se le ha sumado la ternura y la admiración. Ternura  y admiración para quienes, a través del servicio y la dedicación, aportan altas experiencias a quienes los  escuchan y que también son frágiles e indefensos ante la Eternidad.
En declaraciones previas a la actuación  Currentzis afirmó que "el Réquiem  tiene  un objetivo principal: brindar a las personas la oportunidad de liberarse del pozo oscuro de su duelo y salir a otro espacio, calmar el dolor y disipar la tristeza del duelo. Devuelve a las personas afligidas la esperanza y la fe en una vida espiritual diferente, que de alguna manera se cruza con nuestro mundo mortal; el  Réquiem no trata de la muerte, va de la vida. Es una súplica por la vida eterna, no un lamento por la muerte. Es una invocación de personas que quieren crecer en la fe para prolongar esta vida. Este Réquiem tiene una arquitectura muy compleja y es una tarea desalentadora recrear esta asombrosa estructura musical. Pero ahí radica la segunda dificultad: cómo no perder la esencia espiritual de este trabajo. Para ello, es importante tener fe y amor en el corazón. Cuando amas y crees en lo que estás haciendo, el resultado será completamente diferente que cuando abordas la música de forma racional, incluso si has estudiado todos los detalles de la partitura. Lo realmente importante para mí es abrir mi corazón a la belleza y la compasión, y transmitir este amor al público para intentar calmar las heridas emocionales que son el motivo de nuestro encuentro."

Carisma es una palabra griega. Χάρισμα significa regalo. Y un regalo inexplicable,  además de una huella indeleble, fue lo que nos dejó ayer en Madrid, en forma de ofrenda, Teodor Currentzis.  
Спасибо, маэстро. Gracias, maestro.

" El tiempo ha desaparecido. Otro tiempo, completamente distinto, acaba de nacer."
De vuelta en el AVE, llegando a Ourense a 11 de marzo de 2024

Let's be careful out there 

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