La cortina de mi cerebro se ha descorrido.
Ludwig Wittgenstein
Ludwig Wittgenstein escribió estas palabras en 1921 en su Tractatus Logico-Philosophicus: "De lo que no se puede hablar, hay que callar". Bajo su exterior filosófico, ¿podrían ser estas palabras la profesión de fe de un avezado espía? Esta es la línea trazada por Kimberley Cornish en su polémico libro El judío de Linz (1998)
Un espía, por qué no, pero ¿en nombre de quién? Para averiguarlo, Kimberley Cornish se remonta a la juventud del fundador de la filosofía analítica. Era 1904, en la Realschule de Linz, Austria. Allí Wittgenstein conoció a un chico que compartía su gusto por Wagner y Schopenhauer. El adolescente no era otro que Adolf Hitler. Se dice que Wittgenstein (1889-1951) es el joven judío mencionado en Mein Kampf (1925) con el que el futuro Führer entabló amistad antes de ser "traicionado" por él, el punto de partida del antisemitismo de Hitler, según el autor. También se dice que Hitler pensaba en su ex amigo, un "pequeño topo" convertido en filósofo, cuando en un discurso en 1938, justo después del Anschluss (anexión) de Austria, describió a los judíos como "buscadores internacionales de la verdad".
El odio entre los dos hombres siguió creciendo en los años veinte. Lejos de la reputación apolítica que había dejado atrás, Wittgenstein era considerado ahora, según el escritor, un "izquierdista" (1926) que, desde Viena, donde vivía entonces, observaba con preocupación y disgusto el ascenso del nazismo en Alemania. A partir de ahí la historia se vuelve mucho más compleja y controvertida y hay quienes critican a Cornish por sus deducciones. Entre otras cosas, Cornish sugiere que el odio de Hitler por los judíos tiene su origen en el despreció que sentía por Wittgenstein. Entre otros muchos, uno de los problemas de las conjeturas del australiano, es que la familia Wittgenstein, una de las más ricas de Europa cuando Adolf y Ludwig coincidieron en el colegio, había cambiado su nombre de Meier a Wittgesnstein desde principios del siglo XIX y se convirtieron al protestantismo en la generación de los abuelos de Ludwig quien, en términos prácticos, no era un judío para sus compañeros sino sólo un insoportable niño extremadamente rico y, lo que es peor, extremadamente inteligente. Su conclusión es clara: Ludwig Wittgenstein había sido reclutado como espía por la Comintern soviética en aquellos años. Cornish cita como prueba que en 1935, tras aprender unos rudimentos de ruso, el filósofo viajó a la URSS, primero a San Petersburgo y luego a Moscú, y le ofrecieron un puesto en la Universidad de Kazán, la misma en la que había estudiado Lenin. ¡Inesperado, sin duda! Sin embargo, Wittgenstein lo rechazó y regresó a Inglaterra tras un viaje de tres semanas. Ahora bien, ¿Cómo podríamos explicar el hecho de que Wittgenstein, tras un interludio en Viena donde se desencantó un tanto con la filosofía, volviera para enseñar filosofía en la Universidad de Cambridge? ¡Debía de tener otras intenciones! Pero, ¿cuáles eran? Reunir a otros espías para la causa de Moscú. Según el exégeta australiano,
Wittgenstein fue el reclutador de los "Cinco Magníficos", antiguos alumnos del Trinity College conocidos por haber trabajado para la URSS durante los años treinta y la Segunda Guerra Mundial: Kim Philby, Guy Burgess, Donald Duart Maclean, Anthony Blunt y John Cairncross.
Fue esta red de espías la que transmitió al Ejército Rojo las técnicas desarrolladas por los Aliados para descifrar los mensajes alemanes. Una ventaja decisiva que aceleró el avance de las tropas soviéticas hacia Ucrania y Polonia y, en última instancia, la capitulación del régimen nazi.
Esto fue todo lo que Cornish necesitó para convertir a Wittgenstein en un "gran héroe de la Shoah". Con poco fundamento e inverosímil, el fantasioso relato de Kimberley Cornish ha sido vehementemente criticado por muchos historiadores de la filosofía, lo cual, por otra parte, no puede extrañar a nadie que haya leído al autor de" Las investigaciones filosóficas" . Así mismo, Cornish considera que Wittgenstein fue el responsable de descifrar el código secreto de la máquina alemana Enigma y que lo pasó a los soviéticos, lo que permitió alcanzar las victorias en el Frente Oriental, la liberación de los campos de concentración y finalmente, la derrota nazi.
A pesar de la gran cantidad de material que ha surgido de los archivos de la KGB desde el colapso de la Unión Soviética en el que no hay evidencia de que Wittgenstein fuera uno de los agentes soviéticos más importantes en el Reino Unido, o un agente estalinista en absoluto.¿Excluye esto la posibilidad, por mínima que sea, de que Wittgenstein fuera un espía?. Sea como fuere y cual sea nuestra posición al respecto, lo que sí es una verdad irrebatible es la genial multiplicidad del pensamiento del filósofo austríaco que convierte su obra en clásica.
Antes de perder definitivamente la conciencia, meses despues de la composición de los casi 400 fragmentos con los que concluye " Sobre la certeza", la noche de su muerte, Wittgenstein hizo una última confidencia a Jean: "dígales que he tenido una vida maravillosa",pero lo cierto es que pasó etapas de un intenso sufrimiento como cuando decidió volver a renunciar a la vida social y refugiarse en una cabaña noruega.
En sus diversos diarios, refleja una dimensión mística y religiosa que choca con la imagen que daba de sí mismo. Creía en el imperativo categórico kantiano y luchaba por la redención personal a través de la austeridad y una soledad elegida como la de Kierkegaard. Quizás ésta sea la óptica adecuada para comprender su gigantesco desafío intelectual.
Let's be careful out there
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