Una libélula: quitadle las alas, un grano de pimienta! Un grano de pimienta: agregadle dos alas, una libélula!
Basho
I.Andante comodo
II. Im Tempo eines gemächlichen Ländlers. Etwas täppisch und sehr derb (Al ritmo de un baile pausado. Algo torpe y muy tosco)
III. Rondo-Burleske: Allegro assai. Sehr trotzig (Rondo-burlesque. Allegro assai. Muy desafiante)
IV. Adagio. Sehr langsam und noch zurückhaltend (Adagio. Muy lento y contenido)
En julio de 1908 Mahler escribe a Bruno Walter: "Hablo de enigmas porque usted no puede saber nada de lo que he pasado y lo que pasa en mi interior..." Eso es precisamente La Novena Sinfonía de Mahler : un enigma, un límite a los que ayer en el Auditorio Nacional de Música nos aproximó Teodor Currentzis y su MusicAeterna, aun pese a la irrupción de dos criminales, prestos a desbaratar con el ruido infame de sus móviles la indescriptible emoción contenida en el adagio final. Y es que en un mundo como el nuestro lleno de crueldad y explotación donde proliferan sin cesar lo falso y la mediocridad con la sola meta del beneficio financiero es indispensable comprender por qué una sinfonía como la novena de Gustav Mahler es profundamente necesaria para la supervivencia del hombre. Acaso el mismo Mahler nos dio un indicio al hacer suya la idea de Schopenhauer, según la cual "la música es la única encarnación directa e inmediata de la voluntad del mundo ". En cuanto a los criminales con móvil conozco dos lugares para darles su justo acomodo: la carcel o el fútbol.
La Novena es paradójica. En esta sinfonía, Mahler parece volver a los orígenes del género abandonando las inclusiones vocales y corales que tanto le gustaban, el texto y el programa poético, incluso la gigantesca composición orquestal. Sin embargo, el ciclo de cuatro partes supuestamente tradicional se ha desviado tanto de los cánones clásicos y románticos de forma, armonía y tonalidad, que en él se escucha claramente el presagio de la música del nuevo siglo XX, y este es uno de los enredos más fascinantes de toda la obra. Enredo que Currentzis lleva al paroxismo captando toda la paradoja mahleriana hecha latido, todo el clamor, la imprecación, la ternura, la crueldad, el ímpetu, el encono, el temor, la misericordia...todo lo que habita en su imponente corazón preguntándonos qué es en nosotros lo que piensa, lo que actúa.
Alban Berg escribió sobre la Novena: “La primera parte es lo mejor que escribió Mahler. Esta es una expresión de amor inaudito por esta tierra, un deseo apasionado de vivir en paz en ella, una y otra vez hasta lo más profundo para disfrutarla, la naturaleza, hasta que llegue la muerte porque se acerca inexorablemente.
Mientras tanto, en la sinfonía hay lugar no sólo para el amor y la melancolía. En las partes intermedias del ciclo, el don musical críticamente irónico de Mahler encontró una salida. El scherzo-lendler, que el compositor ordenó tocar "torpe y groseramente", y, en particular, el tercer movimiento, el rondo-burlesque, que se convirtió en el centro dramático de la obra, son caleidoscopios temáticos coloridos, grotescos y duros, en la cual se ve la imagen de "una fiebre de actividad sin sentido, rumbo al abismo". Todo su pasado y todas sus búsquedas expresivas transitan por él: la banalidad, la violencia, lo siniestro, lo nostálgico, lo folclórico, los lieders y las marchas fúnebres, su mundo íntegro está ahí.
El final de la Novena se percibe como una “liberación del mundo de los hechos”: un coral contenido interrumpido por destellos de emoción, una textura cada vez más enrarecida y un largo desvanecimiento del tema inicial en la coda sirven como pasos en el camino que se puede describir con las palabras del propio Mahler: “¡Qué locura es dejar que un tosco torbellino de vida nos trague!. Idea en la que ahonda Rafael Ortega Basagoisti cuando escribe: [ “En los 27 compases últimos Mahler parece exprimir al máximo la agonía del pianissimo, la suya propia. Es como un final que tiene que llegar pero que se intenta alejar, por no deseado. Comienza ese pasaje indicando adagissimo – pp, con sordina. Apenas cuatro compases más tarde, marca “Lento y ppp hasta el final”. Apenas un par de compases después, pide a los violines primeros “ersterbend” (muriendo). Siete compases antes del final, prescribe “extremadamente lento – pppp”, y sobre el calderón final, aparece la indicación ersterbend (“muriendo”) para violines segundos, violas y chelos, porque la música en los violines primeros se ha apagado dos compases antes. Más que un recuerdo (por otra parte innecesario, porque la misma indicación aparece salpicada varias veces antes), parece casi una agotada rendición.]
No hay silencio indicado al final, pero es evidente la intención de que la música se desvanezca en un silencio que, para alcanzar la emoción buscada, debe prolongarse con un largo calderón imaginario.
Es un privilegio escuchar una obra tan archiconocida como la novena de Mahler en una interpretación de este nivel de tensión, con esta personalidad y con una solidez artística que admite poca discusión; una interpretación estremecedora, plena de matices, cercana al bloqueo del latido de un corazón sostenido por Currentzis en el silencio eterno del último acorde, ralentizando el tiempo hasta que el maestro bajó los brazos, y que la audiencia respetó enmudecida, conteniendo el aliento sin estropear la atmósfera creada en los pliegues mismos del abismo, en ese lugar donde la música como escribió Hegel, "es la revelación de lo absoluto bajo la forma del sentimiento".
En fin, triunfo rotundo del maestro greco-ruso y su enorme y titánico conjunto capaces de habitar esa atalaya metafisca desde la que nos conceden el acceso a la experiencia de lo imposible y su contrario. Una experiencia para la que no existe un nombre.
Let's be careful out there
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