Médée est debout dans le temple d’Héra.
Midi Médée médite.
Elle voit sur la droite, au loin, les ruines du palais qui a été brûlé, surmonté par la poussière et la nuée.
Elle a un air étrange, recueilli. Elle tient ses paupières baissées. Ce qu’elle médite monte en elle. Elle n’a pas encore d’intention. Elle hésite. Elle aime les petits. Elle hait son époux. Quelle est la plus grande joie pour une femme ? Se venger de son époux ? Préserver ses petits ? Elle est partagée : elle médite. Elle est déchirée : elle médite. Elle est extraordinairement belle. »
Extracto del texto de Pascal Quignard, Medea, collection Ritournelles, mars 2011.
Medea está de pie en el templo de Hera.
Medea medita.
A la derecha, a lo lejos, ve las ruinas del palacio incendiado, coronadas de polvo y nubes.
Tiene un aspecto extraño y contemplativo. Tiene los párpados bajos. Lo que está meditando surge en su interior. Aún no tiene intención. Duda. Ama a los pequeños. Odia a su marido. ¿Cuál es la mayor alegría para una mujer? ¿Vengarse de su marido? ¿Proteger a sus hijos? Está dividida: medita. Está desgarrada: medita. Es extraordinariamente bella.
Pascal Quignard nos ofrece su propia versión de Medea, inspirada en la tragedia de Eurípides y en dos de los frescos que representan a la heroína en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, siendo el principal aquel en el que aparece, espada en mano, dispuesta a cometer el asesinato de sus hijos.La pequeña joya de Quignard empieza con una danza, una danza perdida (Danse perdu) en el escenario que ha sido su obsesión: el ámbito intrauterino: “En el agua del vientre se desplegaban, tocaban, exploraban, / gravitaban apoyándose en un pie, / giraban y se daban vuelta, / casi danzaban”. Pero el destino trágico en toda la obra es ineludible: “De pronto danzan de verdad, de pronto surgen y caen en la luz, el aire, el frío;” (…) “Ya no son fetos sino niños”. Es decir, comienza la muerte con la vida. Como la mayoría de los textos de Pascal Quignard, Medea es una mezcla de erudición, reflexión y testimonio. El autor retoma los principales episodios de la tragedia de Medea, al tiempo que adentra al lector en las tinieblas de su propia historia. Qui est cette femme, dont je tombe, la fuerza evocadora de esta línea, nudo del libro, revela el poder de las palabras cuando están animadas por el pensamiento de un gran escritor. En este relato mitológico excepcionalmente denso y bañado por el sol, Pascal Quignard vuelve a las mejores páginas del primer volumen de Dernier royaume: Les Ombres errantes. La historia de Medea, figura femenina de la oscuridad y la angustia, es una de las más oscuras de los mitos griegos. Es ella quien mata a su hermano por Jasón. Luego, repudiada por él, elimina a su rival ofreciéndole una túnica envenenada. Expulsada de la ciudad y rechazada por todos, Medea mata entonces con sus propias manos a los hijos que tuvo con Jasón. Esta dimensión monstruosa y transgresora, este miedo ligado a un acto que rompe todas las leyes de la ciudad, hace de Medea una verdadera figura de la alteridad. Es este aspecto del personaje el que interesa a Pascal Quignard. ¿Cómo expresar este dolor y esta angustia tan humanos? El texto, incisivo y sobrio, expresa el amor y la premeditación, el miedo y el carácter complejo y contradictorio de esta mujer que representa a la vez la humanidad por su pasión y la inhumanidad por sus actos.
Las descripciones de Quignard tienen una cualidad pictórica, como si intentara encontrar una metafísica de la imagen. Es el valor ritual de la danza lo que desentraña en su texto pero lo hace a partir del mito trágico. Si Pasolini, cuando imagina su Orestíada africana, sentencia que las guerras existen para que los padres puedan matar a sus hijos, Quignard encuentra la síntesis de ese filicidio. Nacer es también aprender a sobrevivir gracias a un uso intuitivo del cuerpo.
La distinción entre filosofía y literatura, reflexión y contemplación, inspiración y experiencia, resulta innecesaria en una obra que ha trenzado magistralmente el nervio conceptual, la ilusión poética y el flujo musical de una prosa inagotable y efervescente.
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