miércoles, 5 de abril de 2023

Música y Silencio.

Pero os sumos sacerdotes o mailos ancians persuadiron á xente, para que reclamasen a Barrabás e acabasen con Xesús. O gobernador insistiu:
¿ A quen queredes que vos libere?
Eles dixeron:
A Barrabás
Díxolles Pilato:
¿ E qué fago eu con Xesús, chamado o Cristo?
E responderon todos
¡ Que o crucifiquen!.
Mateo. 27,20.
Algunos dicen que ocurrió mientras pasaba por delante de una herrería, otros que fue mientras experimentaba con el monocordio, pero todos coinciden en atribuir a Pitágoras un singular descubrimiento: que las relaciones entre sonidos se definen por medio de proporciones matemáticas. Si se coge una cuerda y se parte por la mitad, lo que suena es la misma nota pero una octava arriba ; si se cogen las dos terceras partes de la cuerda, se obtiene un intervalo de quinta  y si se cogen las tres cuartas partes, la relación obtenida es una cuarta. A Pitágoras se atribuía también la afirmación de que el número era el principio de todas las cosas, un puente tendido entre el hombre y la divinidad. De ahí que los pitagóricos estableciesen la siguiente ecuación: si la música es intrínsecamente número y el número expresa la estructura profunda del universo, la música es la expresión más directa de la inteligencia matemática que rige el cosmos, una puerta hacia la comprensión del todo. La revelación funcionaba en ambas direcciones: bien el universo podía concebirse como una sinfonía de gran tamaño, bien los grados de la escala diatónica eran una suerte de ilustración del sistema planetario. El pitagorismo postulaba la existencia de un eje común entre sonido y materia, la correspondencia entre macro y microcosmos, el orden rítmico de eventos y cosas; de la trama transversal y ordenada de correspondencias traslucía un concepto de armonía como “unificación de muchos términos mezclados y acorde de elementos discordantes”, según afirmaba el pitagórico Filolao. El asunto tiene implicaciones más trascendentes todavía: la música se vuelve un ente abstracto, puede ser objeto de contemplación intelectual y especulativa. Ya no dependemos de los oídos. La música suena aun cuando no la oímos porque en ella suenan, al fin y al cabo, números. Es más. La música en su expresión máxima será precisamente aquella que nadie puede oír, porque es entonces cuando se manifiesta su verdadera esencia. Los sonidos, al nacer y morir, al aparecer y desaparecer, someten la música a una intermitencia que no es acorde con su naturaleza eterna e incorruptible.
En la música cristaliza la idea de que toda experiencia verdadera es una aventura de la profundidad, una profundidad física y mental que se hace evidente sobre todo en la vida atenta: ese laberinto de preguntas que se bifurcan hasta atravesar de parte a parte las dimensiones más íntimas del silencio que nos trascendiente. Entre la anticipación y el recuerdo creo no haberme ausentado practicamente nunca de la contemplación de la belleza.
Y ahí, J.S.Bach.

Let's be careful out there 




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