"...Salté a Francia. ¡Buen país!,
y como en Nápoles vos,
puse un cartel en París
diciendo: «Aquí hay un don Luis
que vale lo menos dos..."
y como en Nápoles vos,
puse un cartel en París
diciendo: «Aquí hay un don Luis
que vale lo menos dos..."
Escriben en diagonal con una letra adusta y una caligrafía ilegible. Escriben palabras que no son suyas unidas como si fueran siameses. Escriben descarríos gramaticales de toda índole en un desierto absoluto de ideas sin acentos. Llenan cuartillas con todo tipo de tropelías léxicas, desatinos acerca de tal o cual detalle del devenir insustancial de no sé qué influyentes que se forran a costa de vender su vida como si fuera un producto manufacturado.
No lo he imaginado, lo he visto porque tengo esas cuartillas delante de mí. Ahora bien, quienes achaquen este desamparo escolar a la simple desidia y el conformismo de una generación que ha nadado en la abundancia sin guardar la ropa, incurren en un grave error: este abandono tiene nombre y apellidos, el último de ellos, Isabel Celaá.
No saber por qué no quita que el último gran adefesio legal en materia educativa pueda reducirse a uno aunque ese porqué nos disguste y podamos enjuiciarlo. Supongamos, por un momento, que amparado por la Lomloe ese Sísifo cuartillero consigue mantener su inmutable mundo de cartón piedra arriba, ¿qué hará el resto de su vida con la piedra?
¿Qué pintan en un instituto quienes no tienen el más mínimo interés por lo que allí se enseña impidiendo, además, el progreso de quienes sí quieren aprender?. Y sobre todo, ¿ por qué no se les exige a quienes garabatean el BOE la más mínina decencia moral?: todo aquel que ha contribuido a que esos chaveas hayan llegado a cursar el bachillerato es un canalla que merece el más firme de los repudios y la más dura de las condenas.
Por otro lado, ¿qué sueños pueden ambicionar unos jóvenes a los que les han limado el futuro convirtiendo las aulas en albergue para autómatas, negandoles las herramientas necesarias para que aprendan, se equivoquen y maduren, y a los que se les exige menos que a cualquiera de los engendros artísticos al que llaman instalación para ser expuesto en el Museo Reina Sofía?.
Claro que también es cierto que ni el instalado ni el bachiller quieren saber de otros problemas que los que les mantengan en su instalación: buscan la seguridad, el sillón de Ikea, los walkies que los aislan del rumor del mundo mientras tragan a pequeños sorbos la caliente "gallina blanca" de su ruina humeante.
Da miedo contemplar la realidad de una generación sin esperanza que ha renunciado al anhelo de crecer, al disfrute de contemplar paisajes, al reto de fomentar reformas sociales cabales que mejoren su existencia, al compromiso fiel con un proyecto propio; causa pavor verla embestir a cuantos señuelos ponen delante de su cara para distraerla entretanto la vida palpita en otra parte. ¿Qué otra opción les queda sino la desobediencia civil?
El historiador romano Suetonio atribuye al emperador Augusto la siguiente frase «Caminad despacio si queréis llegar antes a un trabajo bien hecho». Y en este sentido, todavía son muchos los que como Mate ( arriba en la foto) aceptan el desafío de vivir con la audacia y el sentido de la proporción del equilibrista que templa sus destrezas sobre un vertigo de inseguridad e incertidumbre, todavía son muchos...no dejemos que su energía se malgaste.
Dice Javier Gomá que la dignidad es " aquello inexpropiable que hace al individuo resistente a todo, interés general o bien común incluido". Pues bien, si dejamos que además de nuestras viviendas continúen okupando también las meninges de nuestros hijos sin oponer ningún tipo de resistencia, mereceremos todas las desgracias que tienen preparadas para nosotros.
Let's be careful out there
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