"...El hombre que ves en la Nevski parece menos egoísta que si lo encuentras en la Morskaya, en la Gorójovaya, en la Litéinaya, en la Meshchánskaya o en las demás calles, donde la avaricia, la codicia y la necesidad se reflejan en las caras tanto de los que caminan como de los que vuelan en coche o en trineo..."
Nikolái Gógol, La avenida Nevski
(“Невский Проспект”)
Hay ciudades en las que uno ha nacido y vive y muere, y que apenas reconoce. Hay otras a las que uno anhela viajar y cuyas costumbres advierte complacido o desencantado. Hay ciudades que tienen rostros a los que se divisa desde lejos, las hay también en las que a uno le ha sucedido lo inolvidable: el abrazo de un hijo contra tu pecho en una calle petersburguesa, la furiosa belleza de una coreografía, el frío inconmensurable tras el aplazamiento de una cita, la luz de un mediodía muniqués quemándote el rostro, la desbordada alegría de una espera a la salida de la Opera .¿ Qué queda de ellas ya, del gozo o de la tristeza que fueron ?¿ Qué sería de ellas sin el amor y la memoria que les dejamos?. Porque la ciudad es cosa de sus hombres que al final terminan por pertenecerle no por haber nacido allí sino porque los ha absorbido y sellado.
Yo recuerdo tabernas con olor a serrín húmedo, cervecerías inagotables, el gesto lúgubre de bebedores taciturnos, el ansia y el jolgorio previos a un partido de fútbol, las hojas de los castaños sobre el asfalto en un amanecer de otoño.
Pero nuestra cotidianidad es trivial y hay que empeñarse en traspasarla, en beberse el aire que ha emborrachado a otros antes. Es necesario vivir, nunca lo ha sido tanto como ahora: sólo hay que levantar los ojos y saber mirar a tu alrededor. Y amar, sea como sea, amar para siempre. De lo contrario, estaremos perdidos .
Let's be careful out there
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