martes, 11 de abril de 2023

Camino, palabra y pan: Vigilia Pascual en Sobrado dos monxes.


Ne respirez plus!
Je n'etais pas chez le photographe. J'etais dans le service de radiologie de Reykjavik. C'est le mot de toute societé à ses citoyens: "Ne respirez plus".
 No respire.
No estaba con un fotógrafo. Estaba en el servicio de  radiología de Reykjavik. Es la frase de toda sociedad para sus ciudadanos: " No respire ".
Pascal Quignard, Les ombres errantes.


En la crepitante esperanza del fuego prendido en el jardín del atrio del Monasterio de Sobrado la noche del sábado pascual, las manos de mi alma, al tiempo que portaban la luz del cirio, palparon con la claridad de las perlas, el espacio sin retorno recorrido a lo largo de mi vida en la absoluta certeza de Jesús resucitado. Esperanza. Esa es la palabra que cruzó toda la homilía del impostor Bergoglio  para una Vigilia Pascual en la que convocó a la reflexión para superar las que llamó las "tumbas selladas" de las desilusiones, amarguras y desconfianzas. El papa lamentó así que en el mundo "prevalecen las leyes del más astuto y del más fuerte". Con el malhechor argentino no hay tutia  pues no cabe más procacidad en ese delator de compañeros, en ese canalla que promociona y maneja la agenda globalista como un ídolo en manos de bantúes, amparando las ocultas  intenciones de ese sequedal de latrocinio (verdadera tumba de la humanidad civilizada), no cabe más oprobio para sus fieles estupidizados  con su adormidera ecológica, no cabe más trápala, para poner de relieve que la Esperanza está lejos de las húmedas paredes de San Pedro.
En la granítica piedra sepulcral no arraiga semilla alguna, no es ahí donde germina el misterio: la resurrección no es un hecho empírico como lo son la gravedad o la mecánica, el misterio y la gracia de Cristo germinan en una  absoluta realidad que incide sobre  nuestro mundo, pero que sólo es perceptible desde su naturaleza propia, una naturaleza gestada en el acto de amor y fe que nace de la libertad por un lado, y que es fruto de la revelación por otro. Así, lo eterno no es más que una experiencia de plenitud, algo que se vive pero no se explica ni se conceptualiza. La naturaleza se convierte en refugio del espíritu porque es lo que dura, lo que permanece, mudada en transición hacia la inmanencia y hacia la misma trascendencia. 
La resurrección corporal de Jesús,  forma parte fundamental de la proclamación kerigmática del Nuevo Testamento, y constituye una afirmación esencial de la fe cristiana;  pertenece al mundo que viene y no puede ser situada dentro de las coordenadas de nuestro tiempo y  lugar pues la resurrección de Cristo es un acontecimiento escatológico que trasciende el tiempo, y quienes sienten la luz del resucitado, se abren a ese futuro nuevo y viven para él porque quedan iluminados por esa experiencia, no presos de ella como creen la mayoría de quienes viven sin esperanza. En este sentido, fruto de la inteligencia iluminada por Dios,  la resurrección funda la fe para que pueda descubrir nuevos horizontes y adherirse a ellos.  Por otra parte, conviene recordar en estos tiempos tan reacios a la solemnidad y al detalle, que casi todas las cristofanías del Nuevo Testamento van asociadas a contextos litúrgicos. Por ejemplo, la fracción del pan es el lugar por antonomasia para el encuentro con el resucitado. En este sentido, Lucas utiliza un vocabulario litúrgico, habla de la fracción del pan ( Hch 2, 42.46; 20,7.11) y afirma que lo mismo que aquellos dos peregrinos de Emaús, le reconocieron en la fracción  del pan( 24, 35) en adelante todos le podran reconocer en la eucaristía donde él reparte el pan y es el pan repartido. En cada eucaristía Cristo es anfitrión y  comensal, comparte el pan con nosotros y nos lo reparte a  nosotros. De este modo, recibir el pan eucaristico es recibir su vida y conocerle: " Quedou con eles. E mentres estaban na mesa, colleu o pan, bendiciuno e partiuno e déullelo. Entón abríronselle-los ollos e recoñecérono; pero el desapareceu"( Luc 24, 30). "Mira que hai tempo que estou a petar na túa porta. Se alguén escoita a miña voz e abre a porta, eu entraría cabo del e cearía con el e el conmigo"(Ap 3, 20).
En conclusión, para que la resurrección sea pensable y vivíble, no bastan una metafísica ni una historia: son necesarias una existencia sólida y una moral a prueba de bergoglios, que arraigen. En todo caso, la fe en Cristo resucitado no es una proyección de nuestros deseos como han teorizado Feuerbach y Freud, ni tampoco la compensación anhelada  de nuestras impotencias o fracasos segun interpretación de Marx y Nietzsche. Frente a estos autores que rechazaban el cristianismo por pesimista  y desconfiado con el hombre, y frente a Schopenhauer que lo acusaba de lo contrario, Unamuno escribió que "la esperanza de la resurrección final es el más poderoso resorte de la acción humana y Cristo el más grande creador de energías". 

Let's be careful out there 


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