domingo, 21 de marzo de 2021

La Classicissima.


Con la disputa de la Milán-San Remo renace la primavera. Su cita anual nos convoca a la vita nuova  con la elegancia propia de lo que parte de Milán.

Todo comenzó en un mes de agosto de 1906 cuando  un grupo de notables de la ciudad de San Remo, Marcelo Ameglio( abogado), Stefano sghirla( ingeniero) y Giambattista Rubino( banquero) se reunieron en el Café  Rigole con el objeto situar a San Remo en primera línea  del panorama europeo. Para ello, esperaban persuadir a Camillo Costamagna, co- propietario de La Gazzetta Dello Sport para que patrocinara una carrera ciclista entre  Milán y San Remo. 

De tal  propuesta y  semejantes perfiles puede colegirse que  aquellos hombres no eran unos canallas tocados con barretina, ni hubieran rubricado  el manifiesto futurista de Marinetti, según el cual un coche era más bello que la Victoria de Samotracia.

No era ni mucho menos una  tarea fácil, pues aún estaba reciente el fracaso de la carrera de coches en la que sólo dos de los vehículos  de los treinta y tres que habían salido de Milán llegaron a San Remo.

 Así pues, cómo podría completarse esa distancia en bicicleta en un solo día, no era el menor ni el único de los múltiples problemas por resolver.

  Sin embargo, contra todo pronóstico, Costamagna aceptó el reto y el 14 de Marzo de 1907 a las 4.30 de la madrugada bajo una lluvia torrencial 84 hombres partieron de Milán a lomos de sus caballos de hierro dispuestos a  completar los 286 km que los separaban de San Remo. Delante de ellos los esperaba el viento, el sudor y el barro. Lobos con la virtud del león, sin coches de apoyo, sin puntos de avituallamiento, y sin otros recursos que los proporcionados por su ingenio, atravesaron La Pavía y los apeninos de Liguria en pos de la gloria vana y un premio de 330 liras. Venció Ganna. 

Con el tiempo, vinieron las gestas de Costante Girardengo con seis entorchados, los duelos fratricidas entre Bartali y Copi y la tiranía de Eddy Merckx( 7 victorias) para quien la San Remo fue el inicio y final de su despótico reinado.

La classicissima tiene fama de una carrera sin grandes cotas, nerviosa ,dirigida a los sprinters, en la que si pasas el Poggio tienes tantas posibilidades como el que más; como si el ganarla fuera cuestión de cierta mezcla  de azar y suerte. Nada más lejos de la realidad: el cansancio actúa sin que te des cuenta, te va vaciando las piernas como te sorbe el cerebro   un mitin del Psoe.

  " Ya se decía en mi época, señaló un día Merckx, pero ¿conoce a muchos tíos que ganan siete veces el gordo con el mismo billete?

La selección, este año, comenzó en la  Cipressa cuando el Ineos puso una marcha infernal para la mayoría de los hombres. Los favoritos se mantuvieron alerta rumiando dudas antes  de decidir cuándo, cómo y dónde atacar. Se despejaron pronto. En el 9%  de lo más empinado del Poggio atacó Alaphilippe seguido de Van Aert. Era el momento de la verdad, pero no el definitivo. El acelerón del campeón no bastó para desprenderse de sus más peligrosos rivales y arrastró a los mejores precipitándolos con él a un descenso a cara de perro.

 En numerosas ocasiones en el descenso del Poggio se ha forjado el éxito. Fue lo que intentó Pidckok, sin éxito, en un extraño virtuosismo reservado a los audaces, demostrando adonde puede llegar si la cabeza lo acompaña y deja el Ineos a tiempo.

 El desenlace estaba próximo, tras 297 km, se dice pronto, a la  victoria sólo se interponía la luz de Via Roma.

 Y en esa luz, la sombra de la alargada figura del belga Jasper  Stuyven se extendió poderosa para alzarse con la victoria en unos últimos metros agónicos. "Fueron 30" de dolor" declaró en línea de meta. No es necesario añadir nada más. Segundo fue Ewans y tercero Van Aert.

La classicissima.

Dice Philippe  Brunel que " más allá del túnel de Turchino y los humos negros de Voltri espera otra luz, más  abajo, en las riberas despedazadas de la Riviera. Ahí están el mar[...] las palmeras, la primavera que renace, los "ristorantes" y las " pensione" del borde de la ruta; un pequeño aire de vacaciones."

A mi modo de ver la vida, lo suyo,  sería subir el Poggio con un traje de Valentino cortado a medida, y tras  la bajada, en uno de esos bordes, estuviera esperándote Monica Belluci al volante de un Aston Martin. 

Dicho lo cual, como sé que el interés de la Belluci en esperarme en algún lugar, al igual que el de la casa Valentino en confeccionar un traje a mi medida es el mismo que el que tengo yo en asistir a una charla- coloquio con Ada Colau, me dispongo al pedal: c'est  mieux que rien.

Me dispongo al pedal como ayer lo hice en  compañía de mi amigo Daniel, ese  irrefrenable " gallo francés " al que esperan todavía por cubrir, sirva como ganzúa  la metáfora, muchas carreteras. 


azzuro. Adriano Celentano
Let's be careful out there. 



 




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