Peripatein sobre ruedas.
El mes de Noviembre es el mes de Moby Dick. Yo no me llamo Ismael, pero cada vez que en mi alma posa un Noviembre húmedo y lluvioso o que debo de acudir a un robusto principio moral para no salir a la calle y derribar metódicamente los sombreros de la gente, entonces comprendo que ha llegado la hora de darme a la bicicleta lo antes posible. Montar en bicicleta es para mí la manera más precisa y eficaz de someter todas mis certezas al sabio escrutinio del avatar. El pedaleo limpia mi mente de la roña del mundo. El pedaleo me fija a un equilibrio, disipa la congoja de los acontecimiento en las partículas de polvo refractarias a la luz, libres de la Covid y de la miseria moral de los hombres. Pero para pedalear se necesita espacio, y el espacio repudia la cuarentenas. Así pues, no voy a consentir que reduzcan mi vida a un espacio cerrado sin ofrecer resistencia. A lo largo de la historia los poderosos han encontrado Mil y Una noches para justificar el confinamiento, el gueto o la reclusión de poblaciones enteras. No iba a ser distinto en esta ocasión y la COVID además de invisible es calva.
Sucede que, en el tiempo que me secuestran, con mis impuestos sostengo a los sátrapas que han limitado mi teatro de operaciones con la excusa, esta vez, de unos criterios supuestamente científicos, que ni son científicos ni cosa que se se parezca. En lugar de tratarme como a un adulto responsable y convencerme de que cumpla con ciertas normas restrictivas de mis derechos y libertades, en aras de la fortaleza de mi salud y la de los demás, me tratan como a un tonto del haba.
No necesito las órdenes deslavazadas de trogloditas mentales que me cercan en un campo de concentración autonómico, para hacerme responsable de mis actos y saber que debo de ponerme una mascarilla, guardar la distancia de dos metros, lavarme las manos, cagar y mear en un water ( a ser posible dentro), y evitar el contacto con imbéciles para protegerme y proteger a mis vecinos del virus, mientras los mismos despóticos sujetos , encabezados por el presidente , ministros, señores del hampa autonómicos y demás fauna criminal formada por una horda de lampazos y barraganas irrefrenables, hacen lo que les sale de los huevos o del coño incumpliendo todo tipo de leyes y preceptos cada vez que tienen ocasión.
Hoy se hace imprescindible el toque de queda, mañana el cierre perimetral, pasado no comer carne, y al otro caminar sobre cristales, o lo que sea. Todos lo dicen, pero yo no fío. Por ello voy a pasarme los consejos de Sanidad, el Sergas y la OMS, por el orto, y voy a seguir al dictado los consejos de la John Hopkins, los inspirados en la ética a Nicómaco, y las directrices del buen gusto.
Hablando de gusto. Esta noche los estadounidenses eligen Presidente. Tanto Trump como Biden son dos votarates profesionales, pero he visto en el Vanity Fair las imágenes de Melania acudiendo a votar : bolso Kelly de Hermés, vestido de Gucci, y tacones Louboutin en un metro y ochenta centímetros de pura hembra. Trump no puede perder.
Let’s be careful out there.
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