miércoles, 9 de septiembre de 2020

Que quince años no es nada.


El deporte, escribe Roland Barthes en el guión de la película" Le sport et les hommes",es un lugar en el que el hombre no solo se enfrenta al hombre,sino a la resistencia de las cosas ".

Alguna vez he sufrido el infortunio de tener que dormir en una ciudad de esas a las que llaman dormitorio. La reserva apresurada de una habitación  a última hora fruto de un viaje impensado, precipitó la pernocta que me llevó hasta allí. Al día siguiente, durante el desayuno, mientras aguardaba la llegada de más café, acompañé los huevos fritos y la demora, con la lectura apresurada del periódico deportivo abandonado en la mesa de al lado.Hace ya muchos años de ello, pero recuerdo la crónica de un partido del Real Madrid en la que se desdeñaba la actuación de Sergio Ramos tildando su fútbol de  violento, agresivo y marrullero.

En demasiado pocas ocasiones, pensé  entonces y pienso ahora , el periodismo deportivo español, hay brillantes excepciones, es capaz de despojarse del corsé de prejuicios que constriñe su opinión.

 Al margen de que ésta sea más o menos respetable, me refiero a su valor, no al derecho de tenerla, la exigencia de saber de lo que se habla, va de suyo en el oficio. Es parte del sueldo.

Viene al caso el recuerdo, porque ayer el recio genio de Camas cumplió  15 años en el Real Madrid, mucho tiempo, y mucho Madrid. 

Sergio Ramos, mal que les pese a algunos, es, a mi juicio,  el mejor defensa de la historia del fútbol  y uno de los dos mejores zagueros centrales que yo haya  visto jugar, el otro es Franco Baresi. No vi  jugar, salvo en la televisión, a Franz Beckenbauer. Intentaré razonarlo. 

Sergio Ramos es capaz de jugar en varias demarcaciones de forma sobresaliente, así de lateral como de centrocampista o, si la ocasión lo requiere, como delantero centro.   Atesora todas las cualidades que definen a un zaguero y alguna de ellas  en grado sumo.

 Ramos es tan contundente como los nudillos enguantados de Roberto "mano de piedra" Durán, su colocación mejora cualquier posición del  juego medio de Boby Fisher, y es capaz de anticipar, camaleónico, el peligro y al rival. Cuando el espacio vacío aparece en la mente del pasador, Sergio ya lo ha okupado, esa es su contribución a la postmodernidad urbana fin du siecle. Ahonda la lentitud de quienes se creen rápidos cuando, como una chispa, recorre una diagonal o cubre la incorporación vehemente de un lateral incorporado al ataque. En cuanto al juego aéreo es un Santillana.

Cuando en la ceremonia inicial  del sorteo te da la mano no conviene dejarse engañar, su sonrisa gatuna es un disfraz de falso amigo; como esos  países frugales hechos de la sobria austeridad que otorga el esfuerzo, sabes que en el último saque de esquina se elevará sobre sus oponentes.

Pero es que, además de todo ello, Sergio Ramos es un agonista incansable que vive en el tiempo de los héroes, ese lugar donde lo inesperado sucede. Esa es su grandeza. Nadie compite como él, nadie es tan generoso en un juego colectivo. Cuando pintan bastos, y en el Madrid de los últimos años  han pintado muchas veces, el Capitán siempre aparece. Ramos es un titán venido de otro tiempo, un ejemplo de liderazgo, un maestro en barajar adversidades líquidas, un trapecista en el vórtice del agujero negro del espectáculo.Hace suyo el error  y comparte los aplausos. A veces quieren hacerle decir otras cosas, pero Sergio Ramos no está para ello.

Quince años de derroche y compromiso. Que no es poco. Gracias.

 Hala Madrid.

Perdura la verdad. Soleá por bulerías. José Merced y tomatito

Let's be careful out there. 

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