miércoles, 30 de septiembre de 2020

Esperanza del mundo

Desde un punto de vista físico el sonido es una vibración que se propaga en un medio elástico.

Faltan 60 km para el final.  Los favoritos no tardarán en moverse. No creo que lo hagan antes de que vuelvan a subir Mazzolano, tiempo más que suficiente para un café.

( Mateo) 

 Su voz viene a través de la onda sonora del pasillo. No grites, le digo, no hace falta gritar para jugar. Nada, ni caso. Decido  ir a su encuentro. Me acerco al salón. Al verme, aparta uno de los dos auriculares que sobresalen de la densidad cartilaginosa de sus  orejas y con un gesto de aprobación, me despacha. 

Está  jugando en línea con unos amigos, absorto, concentrado, no vaya a ser que se despiste, y pierda la pista del asesino al que buscan.

Miro las palabras que intercambian, su ambigua dialéctica, su risa desahogada ,y considero la extraordinaria lección contenida en ese pequeño recorte de cotidianidad.¿Qué cuál es esa lección?

 Pedalea, muévete, escribe. Deja detrás de ti a todos los hijos de la gran puta que pretenden ladear tu vida. Vamos, hazlo. Ahora. No esperes a ser más viejo. No dejes que te sometan, todavía no.

La cafetera ha empezado a silbar en la cocina desde hace un rato. He llegado a tiempo de evitar que se quemara, por los pelos; el aroma del café reconforta el alma y activa el pensamiento.

Ahora, es desde la sala donde se elevan las voces, Pogacăr ha pasado  a la acción. Aparco la lección y me pego a la pantalla. Qué solidez la del  esloveno. No sé hasta dónde le llegarán las fuerzas, pero tengo claro que este mundial, tan cercano a la finalización  del Tour, lo ganará alguien que acabó bien la última semana de la ronda francesa

Imola es una ciudad de la región italiana de Emilia-Romaña. Pero lo que Imola representa son dos  cosas: Enzo y Dino Ferrari y un autódromo. Y en la meta de ese autódromo un francés, Alaphilippe descorchó el champagne.

No es santo de mi devoción el ciclista galo, me desagrada todo su despliegue gratuito de gestos y muecas:  Me parece innecesaria esa  peculiar forma suya de vanidosa  apariencia. Toda esa gratuita teatralidad, esas falsas muecas de reo en el potro cuando estás a pocos kilómetros de proclamarte campeón del mundo en el autódromo de Imola, sobra: basta con ir rápido y alzar las manos al traspasar la meta. Como hubiese hecho Cancellara

No obstante, el que se encuentre en las antípodas de mi estética, no impide que deje de admirar la limpieza de su arrancada en Galisterna (casi kilómetro y medio al 10,6%, con un máximo del 14%), en el inicio de cuyas  rampas, como si de un mosquetero del rey  se tratase, desenvainó la espada, y la sostuvo hasta el final de la escabechina.

Con un gesto, estoqueó  a Roglic, Van Aert, Hirschi y Fuglsang, que no son precisamente unos cualquiera manejando  los aceros.

En el descenso, se echó la capa al hombro, y si te he visto no me acuerdo. Fulgurante, un ciclista de una pieza tomando las  curvas con elegancia: un francés al volante de un ferrari camino de Imola. 

Una vez más, con este mundial, el ciclismo ha demostrado su especial plasticidad para la épica, su capacidad para organizar un evento de esa dimensión en tiempos del cólera, y también que no todo pelotón tiene la misma función simbólica, ni están llenas de muertos todas las cunetas.

Ahora, lo que escucho, son los tercetos de Dante (enterrado en la cercana Padua) : "Libertad va buscando, que le es tan cara, como lo sabe quien la vida por ella deja.“ (Purgatorio), el pulso de los maestros canteros labrando la basílica de San Apolinar: La bella Italia, el latido de un paisaje y unas gentes que llevan el ciclismo en la sangre.

(Mateo)

De un tiempo a esta parte el tono de su voz se ha  vuelto más grave, como  la confesión de un secreto antiguo  devuelta desde el eco de un pozo, y su timbre, en ocasiones, te envuelve  en ese rumor de alborada del que puede estallar cualquier trueno: Mateo en dos meses cumple 14 años. 

 let's be careful out there 



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