lunes, 21 de septiembre de 2020

Ciclismo metafísico.

Los filósofos del llamado Círculo de Viena consideraban la metafísica como una rama de la literatura fantástica. Dando por buena esta idea y asumido lo fantástico como algo extraordinario, el pasado sábado en la cronoescalada de la Planche des Belles Filles, un joven de 21 años, sentó las bases del ciclismo metafísico. Además, no conforme con ello, Tadej Pogacar, ganó el Tour de Francia. 

Lo hizo a modo de ofensiva, no lejos de Mulhouse en donde entre el 7 y el 10 de agosto de 1914, Francia recuperó Alsacia de las garras alemanas. Esta vez, la guerra era entre eslovacos y la batalla contra el tiempo.

 A lo largo de 84 horas de competición el equipo Jumbo Wisma había inmolando hombres en beneficio de Primo Roglic, su líder.

Todo estaba saliendo conforme al plan previsto. La situación en carrera unida a la baja forma de alguno de los favoritos, era un excelente caldo de cultivo para la estrategia holandesa. 

Un todo es mecánico si sus elementos están unidos solamente en el espacio y en el tiempo mediante una relación externa y no están impregnados de la unidad interior del sentido. Las partes de un todo semejante, aunque estén juntas y se toquen, son ajenas en sí una respecto de la otra. Pues bien, la imagen en televisión de los rostros de Van Aert y Dumoulin mientras Pogacar completaba el último tramo del recorrido, eran la expresión de ese todo mecánico en el que se había convertido el equipo holandés. Y es que, por mucho equipo que se tenga, el ciclismo de verdad, el que nos deslumbra, es la gesta de un hombre solitario, como esa hazaña de 55'55" protagonizada por un joven eslovaco en la emboscadura de los Vosgos.

 Las declaraciones y los análisis son una parte necesaria del circo, material para la hormigonera de la prensa especializada: es necesario vender el espectáculo, enfrentar tácticas, polarizar ideas, fomentar la discusión. Sin embargo, de los muchos significados que pueden verse en un acontecimiento de la dimensión de la Grande Boucle, me interesan sobremanera dos: el sinfín de posibilidades que ofrece el ciclismo para albergar historias, casi un sinónimo de narración, y su extrapolación con la vida política, porque el ciclismo profesional, muestra al individuo dentro del  movimiento de una colectividad.

Ajeno al fango  gramatical en el que se mueven los discursos, al ciclista, las palabras y la propaganda  le pesan como iridio. El ciclismo es una recompensa de libertad a un esfuerzo agónico, el ciclismo es una grieta en la linealidad del tiempo. Y en esa grieta abierta en la representación del mundo, radica la importancia de la proeza de Tadej Pogacar. 

Frente a quienes nos  pretenden enajenar  en la  densidad irrespirable de un confinamiento, la grieta eslovaca nos brinda la posibilidad de retornar a una mirada mitológica del mundo, una mirada en la que el viento sopla de nuevo en nuestro rostro y el suelo huele de nuevo a posibilidad. Esa es la lección escondida en el corazón de su hazaña.

Ma liberté. George Moustaki

Let's be careful out there. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario