miércoles, 6 de mayo de 2020

Liberté



Por eso, entre otras cosas, guardarè en mi memoria los nombres de los municipios  entre cuyos límites me confinan y así no olvidar el rostro de quien me desposeyó de la libertad, de quien me quiso someter y confinar, de quien me intentó imponer su  raya, y el de sus adláteres.
Tengo querencia por el ciclismo. A lo largo de muchos años he atravesado paisajes, bordeado cercos, y contemplado muchos rostros. Mi corazón se ha  acostumbrado a manejar ritmos distintos, mis piernas habituado a exigencias dispares, mis ojos han escrutado multitud de horizontes, y en ocasiones, sufrido el polvo. 
He guardado en mi memoria nombres de lugares olvidando otros. Sin embargo ayer sentí , por  primera vez, que el camino tomado no era fruto de mi voluntad resuelta, de una decisión abortada por la aparición del  aguacero repentino, del relámpago que anticipa la tormenta, o del empeño feliz por demorar la jornada, sino de la imposición abusiva  de una ley que me obliga a pedalear por caminos pautados durante el tiempo, pautado también, en el que se permite la práctica deportiva. El ciclismo, un suponer.
El gobierno, al amparo del  declarado estado de alarma prohíbe  aventurarse fuera de los límites de cada respectivo  ayuntamiento. Una medida que es parte de un plan que, lo confieso con franqueza, no soy capaz de comprender  sin cierto repudio. Por eso, entre otras cosas, guardarè en mi memoria los nombres de los municipios entre cuyos límites me  confinan y así no olvidar el rostro de quien me desposeyó de la libertad, de quien me quiso someter y confinar, de quien me intentó imponer su  raya, y el de sus adláteres. 


En un Estado de derecho democrático desposeer o limitar la libertad de los ciudadanos, aun cuando se den unas circunstancias excepcionales como las que nos toca vivir, no es algo que se pueda tomar a la ligera, pasar por alto y mucho menos consentir, sin más.
Por todo ello  siento la obligación de plantear las siguientes y necesarias preguntas, cuya respuesta dejo a criterio de cada cual:
 ¿cuál ha sido el espíritu del legislador?,¿cuál es su objetivo?, y sobre todo, ¿a quién beneficia? 
Decía Juan de Mariana que: "A medida que crecía la maldad de los hombres, creció la multitud de las leyes, de tal forma que hoy nos preocupan más las leyes que los propios vicios que reprimen, sin que baste ya el esfuerzo y el trabajo de Hércules para limpiar los establos de leguleyos".
Ahora bien, estas  juiciosas palabras no pueden servir de subterfugio  para escurrir el bulto y evitar la reflexión sobre el problema de la conciencia moral, lo verdaderamente sustancial en este asunto.
Siguiendo el principio de la epiqueya, "las leyes han de interpretarse de acuerdo con el sentido, y no a tenor de la letra, y ha de evitarse el rígido enfoque legalista de cada caso particular"
Aun esgrimiendo la utilidad pública y el interés general como pretextos, un Gobierno debe de poner un especial cuidado cuando asume el manejo de las riendas de la libertad de sus ciudadanos.   Debe de examinarse con detalle la situación y tenerse en cuenta una pluralidad de circunstancias, consecuencias y alternativas de la acción. Asimismo, debe de contrapesarse la aplicación de  normas de preferencia y principios de ponderación de bienes.
Con todo, no olvidemos que cuando el fondo de la conciencia moral es inauténtico puede ser desenmascarada tan pronto pierden vigencia las conveniencias sociales que la sostienen, y que Pedro Sánchez es un personaje amoral. Ahí lo dejo.
Ahora bien la libertad es exigente; requiere de una conciencia no embridada que  apele a la prudencia. Esa virtud tan aristotélica, que en cualquier asunto público está por encima de la ley,  exige cierto grado de madurez y una responsabilidad que no todos tenemos.
En su magistral ensayo "el Enjambre" Byung- Chul Han escribe lo siguiente: " la actual multitud indignada es muy fugaz y dispersa. Le falta toda masa, toda gravitación, que es necesaria para acciones. No engendra ningún futuro."
Allá cada uno.


Let's be careful out there.


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