"Me atrae de Wagner lo que me atrae de Schopenhauer, la atmósfera ética, el aroma fáustico, la cruz, la muerte y la tumba"
Nietzsche a Rhode.
"Sólo el consagrado a la muerte puede verme. Extínguese la luz de la vida a quien me contempla. En el campo de batalla me aparezco ante los heroes. Elijo al que me percibe.
Die Walküre, acto II escena IV ( Brünnhilde)
A veces, la vida nos regala momentos extraordinarios, instantes errantes que colisionan con nuestra alma ligando sus heridas. La belleza repara.El viernes pasado,en el Teatro Real de Madrid, asistí a uno de esos momentos en los que lo asombroso sucede. En la tarima del coliseo madrileño flotó, literalmente la fuerza armónica de Wagner expandiendo su melodía Infinita.
Desde el estreno de " la Forza del destino" de Verdi en 1860 habrán sido muchas las oportunidades para el pasmo , así lo refleja Rubén Amón en su libro" Sangre, poesía y pasión" haciendo referencia a la Trinidad Verdiana. Pero el viernes era Wagner, el Anillo, La Valquiria.
La puesta en escena de Robert Carsen ( a destacar la exquisita sutilidad en la expresión de la idea de abandono cuando Wotan y Sigmund cubren con su chaqueta a Brunilda y Sieglinde respectivamente, en un gesto común ,y la metáfora visual del rencor y la cólera cuando Wotan tira la bandeja de manzanas al suelo, arrojando el amor y la felicidad de Freia-) ubica la acción en una tundra inhóspita, un refugio desventurado, entre cajas de munición y un fuego mísero, en una época de guerra e infortunio cuya rueda no deja de girar impelida por el corazón lleno de tinieblas, en el que, víctima de su incontenible ansia de poder, se ha convertido el hombre.
Podríamos reconocer el paisaje gélido de Stalingrado plagado de cadáveres en el invierno de 1943, o la escena del lienzo en el que se refleja la retirada del Mariscal Ney al frente de La Grande Armée pintada en 1856 por Adolphe Yvon. Una panorámica de la devastación.
Si a ello añadimos el frío salón central de la (Kehlsteinhaus) residencia de Wotan tenemos un cuadro completo de los lugares en donde se desarrolla la trama, una red tejida en torno a cuatro pares de parejas cuyas desavenencias se imbrican anudadas en un fuego cruzado.
Wotan- Fricka: egoísmo y rencor.
Sieglinde- Hunding: Imposición y maltrato.
Wotan- Brunilda : relación paterno- filial con complejas tensiones no resueltas, verdadero motor de la acción.
Siegmund- Sieglinde: relación incestuosa, de cuyo encuentro amoroso nacerá Sigfrido.
Teatro Real. Madrid.28/02/2020 |
De la fuerza de la Naturaleza del Oro del Rin pasamos ahora en la Walkiria, al mundo de las vocaciones pasionales de los hombres, siempre sobre un trasfondo de seres fabulosos y prodigiosos acontecimientos. Un entramado de presiones destiladas en torno al eje de la relaciones de poder que se precipitan en el instante anagnórico en el que los gemelos se reconocen, se quiebra el Status Quo, y se alza el verdadero héroe de la Tetralogía que no es otro que Siegmund.Todo el andamiaje Wagneriano se sostiene en la idea de que música y acción son una sola cosa. Las pautas dramáticas están en la música ,de ella procede cada escena, cada gesto, todo regresa a ella. Es la música quién ejecuta la voluntad de los personajes , la que describe los sucesos; de ahí toda su riqueza de efectos aislados, su colorido su extraordinaria fuerza. En este sentido el trabajo de la Sinfónica de Madrid y del maestro Pablo Heras- Casado es un ejercicio de equilibrio gozoso, más brillante y musculado en los momentos atemperados y algo más desbocado en las pasajes impetuosos.
Tomasz Konieczny exhibe una voz brillante, quizá un tanto monótona en algunos pasajes que le impiden mostrar el egoísmo de Wotan.
La Fricka de Daniela Sindram resulta convincente en su desabrido carácter, en su particular idiosincrasia de Diosa de la maternidad, la fertilidad y las artes domésticas. Ricarda Merbeth expresa de manera notable la enorme dimensión vocal que exige Brunilda.
René Pape hila el malvado carácter de Hunding con timbre atinado, y Adrianne Pieczonka , difusa al principio, se afianza en el acto segundo como una Sieglinde notable. Sobre todos ellos destaca Stuart Skelton que ofrece un registro de agudos fuertes y generosos: enorme su Siegmund.
La esencia del drama en el Anillo es el enfrentamiento entre el poder y el amor.
En un mundo sin amor, toda injusticia emana del enorme error que supone la persecución egoísta y soberbia del Dominio que otorga el poder.
En todo momento y lugar se hace imprescindible la búsqueda irrefrenable del amor que nos libera de la insufrible soberanía de la sinrazón abyecta y esclavizante de los poderosos.
Mantengámonos activos y alerta mientras esperamos la llegada de Sigfrido.
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