jueves, 12 de marzo de 2020

Ècrasez l' infâme

¿A qué espera la  Conferencia Episcopal Española para suspender todas las procesiones  y celebraciones de semana Santa? Tendrá que hacerlo, debería de hacerlo ya, sin más demora. De lo contrario, habrá contribuido no solo a la propagación de la pandemia sino que será culpable directo del contagio de miles de personas ( como ya lo son todos los ministros/as que asistieron y consintieron las manifestaciones del domingo) que movidos por su fe ciega y analfabeta asistan a cualesquiera de las celebraciones.
Asimismo, deberían cancelarse las misas diarias y demás oficios. Es un imperativo moral que cabe exigir a quienes  tienen las riendas de la Iglesia y cuyos mandatos, recomendaciones , y normas influyen de forma tan poderosa en el comportamiento de sus feligreses. Además, puesto que la edad entre los habituales suele ser avanzada, el imperativo es exigible a fortiori.
 Las recomendaciones, hasta el día de hoy, son ridículas.  Cuesta imaginar ,que se encuentre entre los sapiens el tiñalpa  ( adjetivo revertiano)  que ha propuesto medidas como las que siguen: ( transcribo de forma aproximada) "La conveniencia de retirar el agua bendecida de la entrada de las iglesias.
Ni besos ni estrechar las manos en la paz. “En el momento de ofrecer el signo de paz, puede utilizarse otro gesto más reverencial de inclinación de unos a otros”. Besapiés y besamanos, en cuarentena. “Los gestos de devoción a las imágenes pueden realizarse de distintas maneras. Por ejemplo, que tome protagonismo la mirada a la talla o la inclinación del cuerpo.Higiene en las manos antes y después de misa, especialmente los sacerdotes. “Los ministros que distribuimos la comunión, hemos de lavarnos las manos antes y después de distribuir la comunión”.
Después de esta lista  de pautas incongruentes, Monseñor se se ha quedado de una pieza, como si nada. No  ha descompuesto su gesto tras haber defendido, de manera criminal, "mantener las iglesias abiertas y echar mano de la fe para combatir el virus del miedo". No  los tiene más grandes el caballo del General Espartero. Pero el irredento Monseñor se viene arriba y continúa diciendo: 
 “Nos parece importante mantener los templos abiertos. Quizá este virus mundial nos sorprende y genera situaciones de preocupación y angustia”. “Ha aparecido el virus de los miedos, de las falsas noticias”, por lo que considera necesario “mantener abierto un lugar donde la confianza y el significado de la fragilidad”.
En la última época de su vida, Voltaire (1694-1778),  solía terminar sus cartas con la consigna Écrasez l’infâme, nunca una consigna ha sido tan necesaria. En una sociedad abierta y libre Monseñor Argüelles estaría en prisión preventiva (con una camisa de fuerza ) por atentar contra la salud pública.
SIC TRANSIT GLORIA MUNDI.

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