sábado, 21 de marzo de 2020

De Rerum Natura.


LA HISTORIA NO HACE CONCESIONES. LO QUE SOMOS HOY SE PUEDE CONSTRUIR SOLAMENTE CON PACIENCIA
Tullio Campagnolo.


 He perdido diez minutos de  valioso tiempo vital ( valioso porque es mío) escuchando el insustancial monólogo interior de un soberbio. Ninguna sorpresa.
La abyección del personaje es abisal, su amoralidad posee la densidad  de la pez, su capacidad política para resolver problemas, al margen de su Don natural  para la intriga, nula: Es un botarate, un botarate peligroso. Vive al margen de cualquier tipo de virtud. No obstante, ¿a quién cojones le puede importar lo que siente o deja de sentir Pablo Iglesias?, ¿ quién, en sus cabales, puede valorar en algo su opinión, darle el más mínimo crédito? Estamos saturados de discursos. Basta ya. 
Repentinamente hemos abandonado el lenguaje inclusivo. Contamos infectados, muertos, desatendidos. De manera natural , los políticos utilizan el masculino genérico "para designar la clase que corresponde a todos los individuos de la especie sin distinción de sexos". Gramática, RAE. 
¿Estará inoculando el virus cierto grado  de inteligencia en las reblandecidas meninges de quienes  ( valga la ironía ) nos dirigen?.
En un sentido político, Aristóteles define sociedad como "una agrupación de individuos humanos constituida sobre un territorio-nación que participando de una cultura común y de las mismas instituciones sociales, se relacionan entre sí para el desarrollo de sus intereses comunes y la consecución de sus fines".
 Necesitamos decisiones concretas, los Seminarios están vacíos, los locales  sindicales cerrados: qué buenos espacios para improvisados hospitales. Obispos y  marxistas del mundo, arrimen el hombro- no les pido que rompan  el metro de distancia, abandonen la cuarentena, o se salten a la torera, sin más, ningún Real Decreto ley-, les pido que aporten algo, que sean por una vez útiles a la sociedad que los mantiene: venga anímense, unidos podemos.
En el año 1707, en su carta sobre el entusiasmo ( libro de cabecera) Shaftesbury describió de forma precisa la naturaleza de la mezquindad inscrita en el alma de  ciertos hombres en párrafos como el que sigue: " La solemnidad está hecha de la misma esencia que la impostura: no solo nos lleva a engañarnos sobre otras cosas, sino que es propensa a engañarse a sí misma."
Sin embargo, (dejando a un lado la Hez  de la tierra) hoy realmente quiero acordarme de un visionario, de un espíritu audaz, intrépido , de un gentilhombre, que desarrolló piezas de ingeniería precisas y eficaces. Un hombre a quien debo horas de absoluta felicidad, de goce pleno, pues, cada vez  que monto en bicicleta, sé, con absoluta certeza que ninguno de los componentes fruto de su ingenio fallará. 
Pedalear, respirar el paisaje, disfrutar de la compañía de mis amigos, mirar, sentir el latido del mundo( del mío) sin preocupación . A todo ello ha contribuido y en no poca medida  Tullio : soy deudor de su ingenio. Y es que no hay nada más fiable, que el mecanismo de precisión de un cambio Campagnolo.
El 11 de noviembre de 1927,Tullio Campagnolo, en plena ascensión de la Croce d’Aune,se vio en problemas. Sus manos ateridas no tenían fuerza para  aflojar las tuercas de mariposa de la rueda trasera de su bicicleta y darle la vuelta a un piñón diferente.
Ocurrió en el transcurso del Gran Premio Della Vittoria, y debido a este percance, quedó cuarto. Lejos de refugiarse, amedrentado, en un discurso, Tullio buscó soluciones, y en el año 1930 creó el cierre rápido ( mecanismo que sujeta una rueda a una bicicleta de manera rápida, sencilla, y sin necesidad de herramientas.). Fue la primera  de las 135 patentes con su nombre. 
Del bronce cromado al titanio, todos y cada uno de los componentes Campagnolo son extraordinarios.
No menos extraordinarios resultan sus nombres, desde el humilde Centauro al sofisticado Super Récord ( EPE).
 De Bartali a Nibali, no son pocos los campeonisimos que han optado por Campganolo para montar sus bicicletas. Campagnolo nace de la competición, desarrolla el ciclismo, lo lleva a su pura expresión. 
 Cada vez que mis  dedos acarician una maneta Campagnolo, lo hacen de forma  intuitiva, rápida, y decidida. Cada vez que al activar el cambio suena ese click inconfundible, cada vez que percibo el  susurro único de una cadena Campagnolo, me llena con su plenitud una de las formas más elevadas del goce. Sé que es así porque me rio y advierto  la risa de quien pedalea mi lado ( conmigo), la complicidad de quien habla mí mismo idioma.
Le debo a la vieja Italia muchas cosas, le debo el civilizador  Derecho, le debo los versos de Virgilio, le debo a Buonarotti, a Leonardo a Mantenga, y a tantos otros, inabarcables, pues son legión; le debo la exquisitez  de los tercetos de Dante y su Comedia, le debo a Petrarca, le debo las leyendas forjadas en el otoño Lombardo de hojas muertas, y las sobremesas de Dolomitica emoción ante la televisión. Le debo  también la elegancia de Del Piero con un balón en los pies, y la fascinación ante la historia  de la rivalidad Copi- Bartali. Le debo ciertos planos de Visconti, los sueños surgidos de Cinecittà, le debo a Lucrecio, y todas las posibles fugas contenidas en las Metamorfosis de Ovidio. Le debo la belleza hipnótica de Sophia Loren,el temblor de Verdi, la demora del tiempo delante de un café, las curvas del circuito imaginado por Baricco en  Questa Storia. 
Le debo muchas cosas porque gran parte de mi universo estético y filosófico tiene su origen en Italia. Entre todas ellas, hoy  he querido rescatar a Tullio Campagnolo.









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