sábado, 23 de diciembre de 2023

Licht, das uns leuchtet.( luz que brilla para nosotros)

Apareció la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres» (Tit 3,4).


Si la Pascua representa desde la perspectiva teológica el centro del año litúrgico, la Navidad es la fiesta más humana de la fe, puesto que nos hace sentir de la manera más profunda la humanidad de Dios. En ningún otro lugar se puede percibir como en el pesebre lo que significa que Dios ha querido ser Emanuel, «Dios con nosotros», un Dios con el que nos tratamos de tú porque nos sale al encuentro como niño. Así, la Navidad es también de manera especial una fiesta que invita a la meditación, a la contemplación interior de la palabra (véase Lc 1,29; 2,19; 2,51). Por Navidades nos deseamos de corazón que, en medio del ajetreo en que vivimos actualmente, este tiempo festivo nos regale un poco de contemplación y de alegría, contacto con la bondad de nuestro Dios y, así, nuevos ánimos para seguir adelante. Desde el inicio mismo del Adviento , me viene cada año a la memoria la invitación del salmista: "Callad y mirad" /Sal. 46.11).Invitación que también es una incitación a guardar silencio, al recogimiento y a la contemplación, como si la oración de los siglos hubiera permanecido presente con el único objetivo de ponernos en camino, como si los ámbitos más silenciosos del alma, que de otro modo quedan empujados a un lado por el torbellino de las preocupaciones y cotidianidades, se viesen liberados cuando nos abandonamos al ritmo de Dios y al de su mensaje.
Pero ¿cuál es dicho mensaje? Ese mensaje no se puede transformar en una entrada de diccionario a la que se pudiera recurrir rápidamente. Propio de él es la exigencia de salir del fuego cruzado de los interrogatorios para en su lugar llamarnos a una permanencia en la que la escucha y la visión del corazón despiertan: a una permanencia que conduce más allá de lo que se coge rápidamente para a continuación volverlo a tirar. 
Dice el ángel: "No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy… un salvador que es el Cristo Señor…" (Lc. 2, 10s) a la que responden  los pastores: "Vayamos… y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado" (Lc. 1, 15). Así, sería de esperar que la imagen de la Nochebuena fuera el centro de ese lugar  del alma y de sus caminos.
  "Como uno a quien su madre le consuela, así yo os consolaré", nos dice Dios a través del profeta Isaías (66.13).El consuelo maternal revela plenamente a Dios preferentemente a través de las madres, a través de su madre. ¿Y a quién podría extrañarle? Ante esta imagen se desprende de nosotros la fatuidad: se diluyen las crispaciones de nuestra soberbia, el miedo ante el sentimiento y todo lo que nos hace enfermar por dentro. La depresión y la desesperación se apoyan sobre el hecho de que el ámbito de los sentimientos se desordena o falla completamente. Ya no vemos lo que hay de cálido, consolador, bueno y salvador en el mundo -todo lo que podemos percibir únicamente con el corazón-. En la frialdad de un conocimiento al que se le ha privado de su raíz, el mundo se vuelve desesperación. De ahí que la aceptación de esta imagen sane. Nos devuelve la tierra de la fe y de la condición humana, siempre y cuando aceptemos desde dentro su lenguaje, no nos cerremos a él. 
Feliz Navidad .

Let's be careful out there 


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