También yo he sentido la inclinación a obligarme, casi de una manera demoníaca, a ser más fuerte de lo que en realidad soy.
Sören Kierkegaard
Marco Goecke creó su coreografía "Hello Earth" para el NDT en 2014. Después de caminar por las estrellas con 'Supernova' (2009), Goecke aprovecha lo que le resta de ingravidez para en esta pieza tomarle el pulso al mundo terrestre desde el espacio. El coreógrafo la describe como una vista de nuestra tierra y sus habitantes desde muy arriba. Alude a ello en la medida en que su único elemento escénico tiene forma de corazón, aunque compuesto únicamente por palomitas de maíz, palomitas que incluso se pueden oler dentro del magnífico recinto teatral de la capital de la Baja Sajonia.
De esta manera, desde el umbral mismo del proscenio nos inunda la mágica horizontalidad de un campo de palomitas en el que cada palomita de maíz es el símbolo de un estallido a escala muy pequeña como si Goecke pensara en una especie de Small Bang. Para abundar en el símbolo, ninguna otra forma de arte como la danza para hablar tan directamente sobre nuestro frágil y temporal paso por el latir del mundo y sobre el instinto humano de trascender esos lazos y aspirar a ese anhelado tiempo de Kairós lo que también invita a la audiencia a pensar qué queremos hacer con el tiempo que se nos otorga. No existe un sobrero para nuestras vidas parece querer transmitirnos el coreógrafo de Wuppertal." ¿Adónde decides ir? Somos solo un abrir y cerrar de ojos en el universo".
Asimismo el cuadernillo del programa, manifiestamente mejorable, explica el revestimiento del suelo como la Madre Tierra vista desde el espacio, y en él se hace una interpretación de la actuación de los doce bailarines como si fueran marcianos iniciando su invasión, lectura errónea de Hello Earth, que no pretende" ir más allá de un grito" ocupando el miocardio blanco dibujado sobre la superficie negra del suelo, cuya idea remite a ciertos trabajos constructivistas de el lissitzky, consiguiendo que uno se atreva a entrar en el corazón de las emociones de golpe: las palomitas salpican como si alguien hubiera saltado a un charco. A mi entender, algunas de las frases que Goecke les dijo a los bailarines durante los ensayos no pueden ser más significativas de la verdadera intención del coreógrafo, y suenan como si se tratara de consideraciones intempestivas:" a qué esperas, hazlo, ahí fuera se encuentra todo; intenta huir con tus brazos; pasa página, vive y muere; sólo nosotros estamos aquí; sosten con la mano el mundo, siente su pulso; eres un extraterrestre; no hay un segundo elenco para tu vida."
En otro orden de cosas, varios rasgos de carácter como la timidez o el exceso de confianza se presentan en solos, dúos y escenas grupales. Los protagonistas bailan a través de la superficie de las palomitas de maíz, a veces de forma grotesca, a veces alegremente, con interesantes efectos ópticos creados por las partículas que vuelan alrededor sin perder de vista que el cosmos de Goecke es siempre críptico y que con Hello Earth construye una pieza de teatro físico exigente.
Aún sin haber visto la versión del 2014 , me atrevería a afirmar de todas formas, que en esta actualización llevada a cabo por el ballet de la Opera de Hannover, Goecke trata de mostrar un espacio sin límite, abierto, sin bordes fijos pese a que los bailarines del Staatsballett de Hannover aparecen en el escenario de la nada y bailan gradualmente a abriendo brechas en las arterias y venas del enorme corazón hecho de palomitas de maíz. La obra de Goecke funciona como un embate óptico a través de una sobrecarga sensorial gestual y a veces también musical del más acrisolado expresionismo. La pura velocidad de los movimientos combinada con algunos elementos de exigente técnica clásica demandan del espectador la máxima atención por el detalle. Pero: ¿dónde está el contenido, la conexión con el tema?. La respuesta carece de palabras: está implicita en el puro acto de bailar. Goecke siempre es singular pero nunca ha estado tan cerca de un icono coreográfico como el de Pina Bausch como en esta pieza. Por último, pero no menos importante, también es único en su elección de la música. Se pueden escuchar las "Variaciones sobre un tema de Frank Bridge" de Benjamin Britten, con lo que no es de extrañar que los bailarines sigan aferrándose a algo con las manos que no se puede ver, y mucho menos explicar. Y hablando de lo inexplicable, nada más elocuente en este sentido que el solo del bailarín gallego Raúl Ferreira. Raúl trae siempre esperanza y deja en segundo plano la bruma. En un escenario que es es seco, áspero, leñoso, un mar sin ruido ni movimiento en una tensa calma, la brillantez de lo que baila se sostiene en su propia forma de ocultarse. La presencia del bailarín gallego altera el latir del corazón blanco, confunde la calígine y la vuelve más vulnerable. En su solo no sabes si hay un límite en el horizonte o si es todo fruto de una ensoñación, la luz se vuelve espesa materia, como si la tierra se hubiese puesto blanca de pensativa, preludio de un acontecimiento, dando indicios de esperanza en una futura claridad. Como si dijese: hola tierra, con mis manos en alto puedo borrarte fuera de mi vista, con sólo mi corazón y mis gestos puedo formar una tormenta y hacerte balancear, hola tierra, estoy aquí y ahora para encarar grávida pesadez. Cuando Raúl se sube a un escenario, el aire parece luz, la luz parece agua.
Definitivamente esta tierra de Marco Goecke tiene algo de frío. Uno se pregunta: ¿esto es danza? ¿O es más bien la defensa permanente de los límites del propio cuerpo de manera contemporánea? Goecke siempre tan refinado con el tempo y la dinámica nos sume en un asombro inalcanzable y en el intento de romper el muro humano con las coordenadas que le han sido asignadas, logrando ejercer una gran fascinación en los espectadores.
El extraordinario pintor gallego Manuel Colmeiro, sostenía que " El Arte es ante todo una relación profunda del hombre con la vida”.En un mundo hipertecnologizado, el concepto mismo de humanidad está en constante evolución. ¿Cómo llamarnos humanos hoy? ¿Cómo seguir llamándonos humanos a pesar de la evidente evolución histórica y el futuro incierto al que nos enfrentamos? ¿Estamos asistiendo a una transfiguración tan radical que su propia definición, además del horizonte humanista, queda desfasada? ¿Cómo podemos imaginar las nuevas figuras de lo humano en el futuro?
Marco Goecke va aún más lejos: ¿cómo vivir la vida para estar, no solo en paz con la idea de volver a vivirla otra vez, sino para desear volver a vivirla otra vez? ¿ Cuánto tenemos que amar la vida y amar nuestro presente para estar no solo tranquilos con la idea de volver a vivirlos, sino querer vivirlos una vez más?
La siempre inquietante danza de Goecke irrita el sentido de la vista a través de movimientos de aleteo constante de sus manos y brazos, sin desdeñar en ningun momento el manejo coreográfico y el diseño de las secuencias de baile en el espacio. Después de casi media hora de un disfrute que raya el delirio, habiendo tratado de seguir con la mirada todos "los juegos de cámaras y perspectivas", salimos del teatro dudando de todo y afinando nuestra capacidad crítica, casi con ganas de volver a entrar de inmediato, de pasar de nuevo por la experiencia pero siendo más astutos, pues sentimos que la obra –como toda buena obra– nos ha mostrado una mirada inteligente acerca de quienes somos y cómo queremos vivir, enseñándonos que para tomarle la medida a la tierra no siempre hacen falta vastos horizontes.
Let's be careful out there
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