miércoles, 19 de febrero de 2020

Tempus Fugit.

Soy la copa de Néstor, buena para beber, el que bebe de ella inmediatamente es poseído por el deseo de la hermosa Afrodita…"
Copa de Néstor.

Estaba incorporado en la cama  con el estupor propio de los que no saben qué pasó. Su compañero, angustiado, nos mostró la carta. En ella,le  echaba en cara la falta de atención durante los últimos años, las más que escasas caricias, la frialdad de su roce. Decía que se tiraba por la ventana porque la vida  ya no valía la pena, sin embargo, el amplio ventanal estaba sobre su hoja, las cortinas corridas y en el entorno imperaba el orden; no había en la estancia ninguna prueba capaz de anticipar el fatal  desenlace. No obstante, los indicios de lo inexorable  se encontraban en el intenso gradiente de la niebla que se extendía lentamente en el interior de su mente como una inmensa marea de pez. En sus ojos glaucos anidaba la aflicción, la zozobra capaz de adelantar la decadencia y el olvido, ahí se hallaba la bocana del metrónomo fugaz de la vida que lo fijaba a  un pasado inmarcesible al que volvía en busca de amparo y refugio.
 Tomamos sus constantes vitales y le hicimos un electrocardiograma. Todo normal salvo el ligero temblor de sus manos delatando  la silenciosa sombra del Alzheimer extendiéndose sobre su memoria,  como las alas de la enorme águila tatuada en su espalda.
Se habían conocido  en La Habana -nos dijo- el verano anterior a la caída de Batista. Habían reído y llorado mucho, se habían disfrutado: el viaje a Anatolia en busca de la ciudad de Príamo, la huida accidentada de un mundo pleno de goce cuando los Barbudos bajaron de la Sierra,  el trajín de Nueva York a Néjar. Habían comerciado con ánforas, cráteras, cálices, esculturas,vasijas de pinturas negras, con el deseo de los hombres. Habían arriesgado su vida para sacar de la Isla a familiares y amigos, se habían enriquecido y arruinado varias veces. De toda aquella tormenta que había sido su vida , conservaba el sabor de la langosta, la  carne fina, compacta, blanca y delicada dentro de su boca, el estallido rosa de la luz en el crepúsculo de Cayo Jutías,la blanca arena de su playa inabarcable, las gotas de perlado sudor salidas del infinito turquesa del mar resbalando por su pecho, y los grabados de su primera etapa-colgados en el cuarto - que lo habían encumbrado y de los cuales conservaba las planchas en la caja fuerte.
Al lado de una taza de café ,encima del escritorio del salón, dentro de un álbum desplegado ,había un recorte de prensa de un artículo firmado por Leila Guerriero del que destacaba subrayado este poema de Gonzalo Milàn:
"No sé si viajo fuera o dentro de mí mismo ./ Ya no sé si busco el centro o la salida./ Ya no se detrás de quién avanzo / como un paralizado peregrino."
De común acuerdo, dispusimos su traslado al hospital para una consulta con Psiquiatría.
Tempus Fugit. Miles Davis.


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