miércoles, 26 de febrero de 2020

Preludio sobre ruedas.



La filosofía  es una disciplina que nos incita  a pensar, a discernir, a cribar, a sostener  y enfrentar argumentos. Es una práctica cotidiana que nos libera del yugo del Patrón despótico y burlón de lo lineal  y nos mueve a roturar la tierra con nuestros propios utensilios.
Estoicos, epicúreos , socráticos  platónicos y aristotélicos enseñaban una doctrina, una vía luminosa,  una "forma de curarse": "El intento de encontrarse con uno mismo, el equilibrio justo que te protege del dolor y del miedo. "
Se trata de esculpir nuestra propia estatua. Se trata del arte de la sustracción, la habilidad manual para extraer una figura de un bloque de piedra mediante sucesivas detracciones. Entonces, la posibilidad de un mundo nuevo, explota con  cada esquirla que salta .
Una de esas posibilidades afloró  el 7 de Noviembre de 1869 cuando Richard Lesclide, futuro secretario de Víctor Hugo, creó la París - Rouen, inaugurando una nueva forma de tragedia deportiva moderna: las grandes clásicas del ciclismo
En el origen de la causa estaba la difusión de su periódico Le Vélocipède  Illustré y la venta de un velocipedo dotado de pedales.
Escribía Marinetti en el manifiesto futurista publicado  en Le Figaro en 1909:
“…afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido de una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras, con su radiador adornado de gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo… un automóvil que ruge, que parece correr sobre metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia”
Bien, para mí lo que puede correr y rugir sobre metralla y ser más bello que la Victoria de Samotracia no es un automóvil, sino un hombre montado en  bicicleta.

Las clásicas ciclistas surgen del espíritu ilustrado, de la imaginación de periodistas para abarcar nuevos lectores,( Eugenio Camillo  Costamagna y Emilio Colombo de la Gazzeta dello Sport, crearon la Milán- San Remo y el tour de Lombardía en 1905 y 1907 respectivamente,y Karel Streyaert  del Sportwereld idea el Tour de Flandes en 1913 ) , del desarrollo de la apología del esfuerzo deportivo surgido en los velódromos, ( Paris- Roubaix en 1896) de nuevos y desafiantes imperativos comerciales. Del nacionalismo y revanchismo que brotó tras la  pérdida de Lorena y Alsacia, se inició la París- Brest- París que pasaba por la línea azul horizonte de los Vosgos, de la necesidad de afirmación lingüística la Flecha-Valona en 1936 se afirma frente a la Gante- Wevelgem de 1934.
Todo en ellas remite a momentos  y lugares arrebatadores, a la Belle Èpoque, al romanticismo épico, a "París cuando era una fiesta".

Las Clàsicas huelen a camino,a fango, a polvo, a piedra, arena y barro. Son masculinas y proteicas . Son espacio, horizonte y aventura. Son un escenario para  Mavericks, extensiones para pistoleros que experimentan su némesis tras jornadas extenuantes de sacrificio; territorio que no sólo mide la valía de los discos  y la resistencia de los cuadros .( La Paris- Clermont - Ferrand de 1892 la organizó Michelin para para probar la resistencia a los pinchazos de sus neumáticos ) sino que vertebra  además la audacia de los héroes.
El próximo fin de semana, entre los intersticios del tiempo secular irrumpe la circularidad litúrgica de la epopeya ciclista: Omloop Het Nieuwsblad, Kuurne-Brusseles- Kuurne, Le Samyn, y Strade Bianche ( pura orgía agónica sobre el polvo), preludios sinfónicos  de la Tetralogía de Primavera.
Escribió Serge  Laget en L' Equipe" La Milán - San Remo y el Tour de Lombardía, tienen un alma y son las perfectas garantes, los pilares del universo clásico inventado a lo largo de los años: abren y cierran la temporada. La primera se dirige a un Campeón en forma precoz, a un Sprinter, a un cortador de hilo; la segunda a un hombre en forma tardía, bastante fuerte para dirigir una larga escapada en un entorno sublime."
Para forjar el anillo con el oro del Rin, el enano Alberich debe de renunciar al amor,  en el ciclismo se necesita mucho más que una renuncia para forjar una leyenda.

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