sábado, 1 de febrero de 2020

Poeta en Nova York



A veces, cuando veo lo que pasa en el mundo, me pregunto: «¿Para qué escribo?». Pero hay que trabajar, trabajar. Trabajar y ayudar al que lo merece. Trabajar aunque piense uno que realiza un esfuerzo inútil. Trabajar como una forma de protesta. Porque el impulso de uno sería gritar todos los días al despertar en un mundo lleno de injusticias y miserias de todo orden: ¡Protesto! ¡Protesto! ¡Protesto!

Federico García Lorca .1935

Poeta en Nova York


Kadish por la pena y el desamor. 

 

 


Valiente y novedosa, la propuesta escénica de Paloma Lugilde es
un artefacto teatral provocativo y resbaladizo que trajina al espectador sobre arenas movedizas y lo invita a adentrarse en un poema repleto de ecos y reverberancias subterráneas. La alquimia de los textos de muy difícil encaje dramático se pone al servicio de la acción escénica que no es más, ni menos, que el despliegue de la Trinidad surgida del interior del poeta, en la que  vierte todo su desamparo ante el amor perdido, ante la infancia desaparecida ,ante el anhelo de un hijo imposible; argamasa que une el paisaje de desesperación, dolor, ruina e intemperie que es la ciudad de Nueva York y el alma de García Lorca.
El expresivo mecanismo
escenográfico, dirige al espectador no sòlo hacia la intuición profunda de la esencia de la vida moderna, sino que también lo conduce a la intelección de la redención amorosa del hombre en el universo. Propuesta afín a las manifestaciones del surrealismo: eliminación del control lógico, ansia de comunicación, evasión de la realidad puramente sensorial, describe una realidad casi desaparecida en la que prima lo innombrable. La realidad exterior mana destilada en cada cuadro, alambicada en capas simbólicas que transpiran una realidad espiritual subconsciente, distinta.
Es una experiencia teatral exigente, aristocrática, confiada a la capacidad del espectador en propagar por contagio todo el desamor, la soledad, la angustia y la desesperanza, anidadas  en la chistera de un prestidigitador
La labor actoral es sobresaliente. La polivalencia de Sergio Zearreta ( Traje), la poderosa presencia escénica de María Roja ( Forma) y la delicadeza gestual y clara dicción de Sabela Eiriz ( Ceniza) crean un conjunto verosímil de personajes exhaustos, llenos de miedo y afectos rotos, reflejo oscuro de lo que no se dice,del hueco creado en la mente del poeta.
La imagen es el elemento dramático principal. En ocasiones, la velocidad modulada de la acción, se resiente de cierta arbitrariedad y barroquismo en los gestos dramaticos . Algunos cuadros ( abuso del tiempo en escena de la canción, cierto manierismo en los gestos ) cortan la fluidez y estancan un tanto el ritmo,  que, a pesar de ello, en líneas generales huye del automatismo psíquico y respira con el texto, abismando al público al mundo interior del poeta , desbordante de asociaciones subconscientes, y recuerdos de la infancia, donde lo onírico tropieza con la realidad. La ergástula escènica  lo domina todo. La abundancia de las visiones, hasta el punto de que es posible considerar al libro entero como un enorme ensueño, nos muestra una de las características fundamentales de la representación surrealista, y del ethos de la directora : la inexistencia de un plano real al que referir la imagen. Las imágenes no mencionan explícitamente en el poema a qué realidad se están refiriendo. Reflejan una verdad de índole espiritual, de contornos vagos no definidos. Son características de la visión surrealista la violación de las leyes de la materia y de la lógica, y, ambas, reverberan en la dramaturgia de Paloma Lugilde de forma  notoria. El enorme escollo que supone transferir a un  lenguaje teatral el logos poético lorquiano, se salva de manera acertada con la apuesta por un montaje en cuadros que reclama el escrutinio atento del espectador.
Las leyes del espacio y del tiempo se encuentran ineluctablemente violentadas, como también sucede con las leyes de la materia. El poemario se traduce en una 'mise en scène' anti-aristotélica, híbrida, binaria: racional e irracional, lógica y arbitraria. Un arrojado trabajo con escoplo  del que saltan esquirlas de verdadero teatro. Sobre las tablas del Gustavo Freire se delimita un espacio appiano, de geometría cuadrada, acotado por cuatro hiladas de tablones de madera sobre estructuras metálicas y dentro de él, con doble altura, otra estructura similar a las anteriores, lugar central del sacrificio y tuétano del rito: Erotismo gélido, fuego y agua,  danza pristina,  negritud, sacrificio animal,  pesadilla, disolución de la razón, desdoblamiento, discursos solapados.
Retengo la escena del cuerpo desnudo de Forma tendido e iluminado por un tenue albayalde zurbaranesco ( excelso trabajo de luces firma de la casa de Alfredo Sarille y David Regueiro) instantes antes de que el agua jabonosa y las manos de Traje y Ceniza lo fundan en la nada.
Un Lorca que nos aborda ,nos calibra, y nos refleja. Federico, siempre Federico ,renovado impulso para nuestro asombro. Inagotable.






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