martes, 31 de diciembre de 2019

Come back to forever

Lo que mueve a Fanto a la fuga es “la viva necesidad de la libertad, de beber el vino que le placía, de soñar los sueños de Fanto”. Y nunca halla reposo para su espíritu de fugitivo, porque allá donde vaya lo persigue “esa tristeza pacífica de la soledad insondable de los prisioneros”.
La leona herida. Palacio de Assurbanipal.
Vida y fuga de Fanto Fantini.

Álvaro Cunqueiro.




Contemplar el Paisaje y reflexionar sobre su significado està al alcance de cualquiera que se demore atravesàndolo con la lenta libertad de quien se desplaza sobre dos ruedas.Pedaleando absorvemos la emotividad , nos inspiramos en la creatividad inscrita en el Paisaje,en el tiempo y en la historia forjadas en él; los hombres filetean la tierra y anonadan su alma sugiriendo sentimientos líricos, religiosos, reflexivos cantos de vida y esperanza.
Todo lo inhóspito, con su terribilitá, nos enseña a comprender lo efímero y banal de la ambición desmesurada regresando al deleite venturoso de los días y las horas.
En " paisaje e historia" Unamuno, sin proponérselo, al describir viajes y paisajes, introduce el concepto de memoria cultural, esa huella que nos posee, y nos marca. Esta tarde,mientras enmudece el año , contemplo sus ruinas no como una inscripción pronto olvidada en el acartonado papiro del destino,sino como la experiencia del tiempo, del efecto combinado de la aceleración de la historia, de la retracción del espacio sobre la individualización de los destinos -creo que sería más claro denominarlo particularización del consumo, pues el destino del individuo de esta época se resume en modalidades de compra. Me esfuerzo en analizar lo propio como si fuera ajeno, en dotar mi análisis con la perspectiva y la distancia suficiente que me permita , por ejemplo, detectar tempranamente la aparición de lo que Marc Auge denominó no-lugares. Quiero situar mi escritura en un virtual no- lugar, escribir el concreto tiempo puro en la tensión de las ruinas de mi memoria personal. Frente a la homogeneización del paisaje urbano en todas las ciudades del planeta, frente a la falsificación de la realidad para convertirla en bien de consumo, frente al turismo que tiene programadas cada una de las emociones de su recorrido, las ruinas son un testimonio de verdad; más que la descripción de lugares y la narración de hechos, nos abisman en la intuición y el sentimiento de la sorpresa. Quiero escribir desde la sobriedad cuya monotonía no cansa, frente a esos paisajes de postal que, como la música pegadiza, «empachan pronto».
En mi infancia, recuerdo que, dentro de la austeridad, existía una cierta armonía próxima a mi universo cercano. Los pueblos y ciudades todavía disfrutaban de viejos monumentos, conventos, monasterios, casonas y casas dignas, pobres acaso, pero de una sencillez y austeridad de líneas, volúmenes y colores que hoy echamos de menos; el paisaje puro, intocado, y eso cuando no es productivo y no se ha sometido a la agroindustria de plásticos, a las urbanizaciones o a los bloques de tantas ciudades medias. El paisaje como un mero decorado, sin más, salvo cuando se utiliza como señuelo turístico, no parece todavía importar a las autoridades públicas. Parece como si la naturaleza sólo fuese noticia ante catástrofes, inundaciones, riadas, desprendimientos de tierras o sismos, catástrofes muchas veces inducidas o agrandadas por nuestra incuria. El majestuoso horizonte de nuestra geografía atravesado por la instalación de eólicas aspas o de paneles solares sin suscitar apenas controversia estética. Y el paisaje, la forma en que lo tratamos, no es sino el trasunto de la estima en que nos tenemos a nosotros mismos.
Por todo ello, en el 2020, me adentraré con más empeño si cabe, en la senda de los caminos no trazados todavía, subiré a atalayas desde las que hollar nuevas empresas, me saldré del marco, escribiré sobre papel no pautado, viviré fuera de la masa, egregio, asumiré con responsabilidad las consecuencias de mis actos, naufragaré las veces que haga falta para retornar a la brecha sin pagar rescates. Entre todos los hombres elegiré siempre a los partidarios de la emboscadura.

El 24 de enero de 1975, muy pasadas las 23.00 , en la Ópera de Colonia , se sentó Keith Jarret, con no poca renuencia, y aún a sabiendas del error que se aprestaba a cometer , frente a un piano impresentable para dar un concierto que, en un principio había querido cancelar por el estado del instrumento y otras contrariedades. El CD surgido de la grabación de ese concierto destinado al fracaso ha vendido 4 millones de copias .
La actuación en la Ópera de Colonia fue el quinto compromiso de una gira europea que Jarret inició el 17 de enero en Kronach y terminó el día 5 de febrero en en el parisino Théâtre des Champs- Elysées, después de haber recorrido 11 localidades. Acompañado por Manfred Eicher llegó a Colonia ,procedente de Lausana, agotado y completamente trasnochado . Al llegar a la sala de conciertos , un *Bösendorfer 290 imperial" lo esperaba , mal afinado, con agudos inservibles ,un pedal derecho inutilizable y varias teclas de dudoso funcionamiento. A pesar de todo, o quizá debido ello surgió una obra de arte musical excelsa , un fenómeno que trasciende la manifestación artística, elevando el concierto a icono de la época ,confirmando la vieja sabiduría según la cual las limitaciones pueden dar alas a la fantasía , más todavía que la libertad sin fronteras.
Jarret es uno de los más grandes emboscados, un outsider cuya música deleita mi alma desde que hace 40 años la escuché por primera vez en casa de Raquel Ferreiro, una mujer emboscada y libre. 


Feliz 2020.






No hay comentarios:

Publicar un comentario